-¿Podrías, por favor, bajar la música? -dije, gritando para que se pueda oír entre tanto alboroto
-Noah, deja...de...quejarte, estamos....en una maldita fiesta. -dijo Joseph sin dejar de beber al mismo tiempo. -Tienes un millón de....chicas...que...se mueren por un....polvo contii...iigo y sigues....amargadouu. -Odio cuando está borracho aunque yo tampoco soy un encanto pero no doy tanta pena.
-Pero si es como hablar con un gaseosa, tan burbujeante que cortas cada oración que dices. -dije buscando con mi mirada donde se hallaba un cerveza. Nada, Joseph se ha de haber acabado la docena.
-No te hagas el loco, me has oído, chicas...no te...faltan. -Joseph estaba cada vez está peor, pensé.
-Pero ninguna vale la pena. Además -me levanté del viejo sillón donde me hallaba en dirección a la puerta de la cocina -No ando en busca de una chica, sino de una cerveza.
Salí inmediatamente de la cocina en busca de si es que en el jardín había cervezas en la hielera portátil. Aquella casa estaba hecha un desastre, la habitación donde me encontraba que, supongo, es el comedor está de patas arribas, en cada esquina podrías encontrar a una pareja en medio del acto. Bien, se nota que la privacidad no es su mayor preocupación. Además, por cada lugar había botellas de cervezas, personas fumando marihuana o simplemente bebiendo en grandes grupos. Seguí caminando hasta tropezar con una chica con una minifalda y un top y que, por lo visto, bien borracha también. Intenté apartarme pero la chica me agarró del cuello e intentó acercarme a sus labios pero fui lo suficientemente rápido que logré esquivarla pero ella seguía intentando que logró hacerme enojar.
-No te conozco, te has de haber confundido. -Le dije lo más calmado posible.
-Pensé que querrías diver... -No pudo acabar la frase porque todo el contenido de su estómago salió por su boca. Dios, pero que asco. Me hice a un lado esquivando parte del vómito aunque otra quedó estampada en mis Converse marrones. Éxito, excelente. Sentía asco por la desconocida que la encaminé, cargándola en los brazos porque a duras penas seguía despierta, hasta el baño que se encontraba a tan solo unos 10 pasos.
Tomé a la desconocida por los brazos y la alcé lo suficiente para que su barbilla tope el lavabo y empecé a lavarle la cara. De acuerdo, soy hombre pero le tengo un asco al vómito. Seguí con la labor hasta que quedé satisfecho con el trabajo y de nuevo la cogí en mis brazos hasta llevarla a un sillón de la ¿sala? No sé qué sería ya que hasta las paredes no daban pista, todo era de un color amarillo descolorido. Bueno, ¿qué esperaba? Es una casa abandonada; cualquiera hubiera aprovechado para lanzar una fiesta. La dejé descansando y cuando me iba a ir una rápida figura pasó provocando que casi caiga encima de la desconocida de no haber sido por mi mano que fue a parar en la pared a modo de soporte.
-Lo siento. -fue lo único que la rápida figura dijo. Ni siquiera logré ver si era mujer u hombre. Recuperé mi equilibrio y estaba dispuesto a seguir a la figura cuando tengo a un Joseph en plena sala gritando.
-Deberíamos de hacer fiestas así más seguido. -No tenía botella alguna en ninguna de las manos pero sí que estaba borracho. -He cogido tantas veces que creo que se me partió. -empezó a reírse histéricamente y eso solo logró que yo lo acompañara. Él estaba tan ido como todas las veces en las fiestas que íbamos juntos; él era la razón por la que yo no bebía demasiado porque si no nunca se volvía a casa a salvo.
Joseph empezó a arrimarse a la pared para no caerse pero no logró evitar que su billetera cayera de sus azules pantalones. Ahora que me reía, me dispuse a ver a mi amigo en su esplendor en esta situación. Se hallaba con una gorra al revés en la cabeza tapándole su conocido pelo rubio, el cual hacía una gran combinación sus verdes ojos, los cuales estaban muy rojos, y su clara piel y lo sabía ya que la mayoría de mis primas se morían por las carnes de Joseph. Así es, un Joseph a la parrilla, como decía Megan, mi prima de 14 años. Joseph seguía desparramándose por la pared logrando que su camiseta a cuadros blancos y negros se alzara revelando sus cuadros resultantes de largas horas de gimnasio. Corrí para sostenerlo y a pesar de sus quejas, lo empecé a llevar hasta la entrada de la casa abandonada con el fin de ya irnos. Al llegar a la entrada pude notar un par de gritos en la parte trasera de la casa. Tal vez, se estén matando por allá, sería bueno tomar unas fotos para que las vean Joseph y el resto, pensé inmediatamente.
-Joseph, te voy a dejar aquí sentado mientras voy a la parte trasera a ver algo, ¿de acuerdo? -intenté hablar lento para que él me entienda. Él simplemente alzó ambos pulgares y me dejó ir.
Empecé a caminar hacia donde provenían los gritos que, como había supuesto, eran del patio de la casa y distinguió dos figuras peleando. Una pareja, pensé. Pero mientras me iba acercando una de las figuras le lanzó un puñetazo a la otra tumbándola en el suelo, decidí actuar y corrí a detener a la figura responsable del golpe, debido a la mala iluminación no me pude dar cuenta de nada menos de sus pantalones. Pantalones, es hombre. Tan pronto como deduje eso le lancé un puñetazo con el fin de que se calmara. Busqué en mi pantalón mi celular con el fin de prender la linterna y así iluminar a mi víctima. Me han dicho que golpeo fuerte pero no lo creí hasta que, al prender la luz, me di cuenta que mande a la otra persona al otro lado del patio y también me di cuenta de otra cosa.
No era hombre. No era hombre.
Soy un idiota.
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Olvídame, por favor
أدب المراهقينNoah, un muchacho de 22 años, cuenta con una vida cómun para cualquier muchacho de su edad, chicas, fiestas y todo siempre con la compañia de su mejor amigo, Joseph. Pero todo esto cambia al conocer a Isabella accidentalmente en una casa abandonada...