Me encontraba sentada en uno de los taburetes de la cocina de Noah. Noté como cada uno de sus músculos se tensaba ante mi pregunta y bueno, sé que se tensaron gracias a que andaba con el torso desnudo, el cual tenía algunos tatuajes a los costados, pude notar una águila con las alas enrolladas sobre un huevo y otro: un par de lentes con una letra “N” en la mitad. Eran realmente bellos, la verdad. En ese silencio, miré fijamente hacia Noah y noté un cabello negro ondulado y unos ojos azules que me quedaron viendo un largo rato, evité apartar la mirada pero me ganó; era extraño verlo, se sentía…curioso, por así decirlo.
-Ya te dije que lo lamento. –dijo en un suspiro. Seguía tenso.
-Entonces deja de sacar a la conversación que me gusta golpear bolas. –Me quedó viendo algo divertido, supongo debido a su sonrisa de lado.
-Tú nunca te lamentaste por eso. –Puso una de sus manos encima de la mesa de la cocina.
-Porque no lo hago. –mis mejillas me estaban ardiendo. –Pero igual debería de decir que espero que no hayas quedado estéril. –Sí, se estaba divirtiendo porque trato de reprimir una risa poniendo un dedo encima de sus labios.
-¿Por qué? ¿Tengo una buena genética? ¿Me consideras atractivo, Isabella? –Oír como decía mi nombre hizo que casi se me caiga la funda de plástico. Tragué saliva.
-Olvídalo, espe…-tosí –espero que te hayas quedado estéril. –Wao, no lograba decir nada sin tartamudear.
-¿Problemas al hablar, Isabella? –Tomó con su mano derecha la funda de plástico con hielo que yo sostenía, mientras tanto, él me quedo viendo fijamente y parecía que estaba disfrutando de mi incomodidad porque sí, estoy demasiado incómoda con mano a centímetros de mis labios.
-Debería de comenzar con mi trabajo. –dije manteniendo mi mirada con la suya. Me levanté del taburete dejando que su mano caiga con la funda de plástico. Caminé hasta llegar a ver el carrito y me detuve a ver lo que me esperaba. Este lugar es un desastre, un total desastre, pensé. Había tanta ropa sobre el sofá negro de la sala que cualquiera pensaría que este lugar en una lavandería. Una con alguien demasiado guapo. Está bien, cálmate Isabella. Mientras recorría con la mirada la habitación, desde envases de botellas hasta chucherías sin acabar por el suelo, noté que Noah caminaba hasta donde yo me encontraba pero en vez de prestarme atención, sacó una escoba de carrito de limpieza y empezó a barrer las chucherías anteriormente mencionadas.
-¿Qué haces? –le pregunté mientras que me apoyaba en el carrito.
-Te ayudo a limpiar, es mi culpa que este lugar sea un asco, además, -botó el aire de sus pulmones y continuó: -es mi manera de pedirte perdón por lo del labio.
-Gracias, pero si mis jefe ven que me estás ayudando, de seguro me botan. –dije mientras que corría en su dirección para intentar quitarle la escoba y si, intentar porque tan pronto se dio cuenta de mi intención se hizo a un lado logrando que resbale y caiga de espaldas sobre el sofá. –Auch.
-Perdón –me estiró su mano pero yo la hice a un lado y me levanté sola. Él solo se encogió de hombros.
-Creo que debes de tener un masterado en hacer daño a una chica. –dije mientras que alisaba mi uniforme.
-La verdad es que tú te pones en situaciones que provocan que yo te hiera. –dice con una sonrisa en la cara aun barriendo.
-Escucha –me quedó viendo fijamente –de verdad, no debes de barrer. Primera regla –levanté mi dedo índice -para ser la mucama perfecta: Nunca dejes que un propietario toque los instrumentos de limpieza. –Él me queda viendo y levanta de igual manera su dedo índice.
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Olvídame, por favor
Roman pour AdolescentsNoah, un muchacho de 22 años, cuenta con una vida cómun para cualquier muchacho de su edad, chicas, fiestas y todo siempre con la compañia de su mejor amigo, Joseph. Pero todo esto cambia al conocer a Isabella accidentalmente en una casa abandonada...