Capítulo 3

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-Te dije muy bien que no podías salir de la casa. –Mi hermana, Nicole, es insoportable.

-Deja de –se topó la cabeza con la mano izquierda –gritar, ¿no te han dicho que nunca se le grita a alguien con resaca? –me quedó viendo feo desde la parte trasera del carro. Nicole se había levantado a unas cinco cuadras de aquella casa debido a que con una botella de agua le empapé la cara logrando su resurrección.

-Tú deja de ser tan estúpida y contesta, ¿quién te llevó a esa casa abandonada? –No podía estar más enojada que en este momento.

-Fue William y ni vayas a pensar en enojarte con él, no fue su culpa, yo le pedí que me lleve. –William, tenía que  imaginarlo, él hacía todo lo que mi hermana le pidiera ya que anda totalmente enamorado de él.

-Y tú, ¿cómo sabías de una fiesta así? Que yo sepa tu sólo pasas en tus clases de chelo. –No entendía como mi hermana podía saber de aquella fiesta. Yo sabía de ella porque algunos de mis compañeros me invitaron.

-Todo el mundo la sabía.

-No tú, aunque sea tú no deberías puesto que eres de colegio.

-¿Y? ¿Tú sabias?

-Yo sí sabía ya que los de mi universidad me invitaron, pero por lógica, una no va porque somos mujeres.

-¿Y qué pasa con que somos mujeres?

-¿Quieres tener un hijo a esta edad?

-¿Qué? No.

-Por esa razón una debe de tener mayor cuidado.

-Igual no hice nada si es que quieres saber, soy menor pero no tonta. –Nicole era menor sólo por dos años, yo tenía 19 así que sí, ella tenía 17 y ya va asistiendo a fiestas con marihuana. Nuestros padres jamás me lo hubieran perdonado. –Además, tú eres la que salió con un muchacho al final. –dijo cortándome de sentir culpa.

-¿Qué? –intenté pensar pero de una ya me encontraba respondiendo. – ¿Te refieres al pendejo que me pego una cachetada? Mejor dicho, un puñetazo.

-¿Qué? ¿Cuándo? Me acuerdo que solo salieron, bueno salimos ya que él me cargaba y que después de dejarme tú te acercaste a él hasta la altura de sus labios y…

-Y le pegué en sus queridos amigos, me estaba vengando porque me pegó un puñetazo pensando que yo era hombre y que te quería violar o que se yo. –A mi mente vino la imagen de aquel muchacho y me estremecí. Él era demasiado guapo a pesar de que estuviera algo desarreglado aunque bueno si estaba en esa casa, obvio que tendría una apariencia como aquella. Tenía un cabello negro que estaba pegado a su cráneo debido al calor del lugar, también me pude fijar que tenía unos ojos azules claros y el aire de: “Sé que estoy malditamente bueno, sufre al saber que nunca me fijaría en ti.” Además, iba vestido con una camiseta café media floja y unos pantalones grises junto a unos marrones Converse. Me fije en cada uno de esos aspectos al encontrarme tirada en el suelo después de haber sido golpeada por él. ¿De verdad parezco hombre? Sé que no me vestí de la mejor manera pero…

-Uy, eso no vi, estaba medio muerta. –hizo un gesto con la mano como queriendo quitarle importancia. – y, ¿estaba bonito? –Una parte de mí se tensó e intenté sonar lo más casual posible.

-Estaba…qué se yo, ¿bien? La verdad estaba preocupada por ti y ya. No me fije en él. –En mi mente seguía la imagen de aquel muchacho hasta que me di cuenta de la mirada que me lanzaba mi hermana por el retrovisor.

-Me estás jodiendo, anda dime. –A ella no se le iba nada. –Se nota que te pones incómoda cuando hablas de él, ¿tan guapo era? –Me encantaría que supieras cuando callarte, hermanita.

-Mira ya vamos a llegar a casa y nos estará esperando mi tía en la puerta así que debes…

-Debo de arreglarme y mostrarme lo más decente posible –se pasó al asiento de en frente y comenzó a arreglarse con el espejo de los lados del carro. –Muévete hablando.

-Estaba bien, sinceramente no lo vi tanto solo sé que era medio morenito pero no tanto y que tenía ojos azules y pelo negro. –Hice mi resumen lo más corto posible.

-Ah…se nota que no lo has visto. –detuvo su labor de arreglarse el maquillaje corrido y regreso a verme.

-Cállate, vi eso porque lo golpeé. –grité.

-Tranquila, wao, nunca te había tan estresada por alguien sin contar a…

-¿Puedes por favor arreglarte y ya? –dije apresuradamente cortando antes de que Nicole acabe la oración.

-Está bien Isabella, perdón. –Ignoré su último comentario con el fin de evitar que nos lleve a esa conversación.

Nuestra tía Amy estaba de pie en el marco de la puerta con su típica mirada marrón ardiendo en fuego. Esta será una larga madrugada. Parqueé el auto y antes de salir confirmé la hora con mi celular: 02:34am. Excelente.

-¿Dónde estaba esta muchacha? –me dice refiriéndose a Nicole. La quedé viendo y luego miré a Nicole quien ya se hallaba fuera del auto y mirándome y a la vez suplicando por mí ayuda.

-Estaba en una fiesta en casa de Jeremy. –dije de la forma más natural. Si mi tía se enteraba que estaba en una casa abandonada llena de muchachos fumando y tomando capaz mandaría a Nicole a un convento.

-Está bien. –dejo de verme y desplazó su mirada a Nicole. –Muchacha la próxima vez que tengas ganas de suicidarte, solo coge la soga que esta en mi armario. ¿Podrías para la próxima avisarme o aunque sea a tu hermana?

-Claro. –Tan dicho esto, mi tía ingresó a nuestra casa y se fue, probablemente, a su habitación.

-Ni pienses que la próxima te voy a salvar, ¿eh? –dije entrando a la casa.

-Gracias. –me gritó Nicole desde plena entrada.

Entré a la casa con una Nicole sonriente a mi espalda. Ignoré su gran felicidad y tras cruzar la sala, una muy desordenada sala, me dirigí a las escaleras en busca de mi habitación para así por fin olvidar toda esta noche/madrugada. Subí las escaleras con Sr. Bola a mis pies, mi adorable perro.  Es tan gordo que literal parece una bola rubia con unos ojos marrones caídos, simplemente lo amo. Seguí hasta mi habitación que se hallaba al final del pasillo y por fin, tras cerrar la puerta, me boté en la cama con un poco de dolor de cabeza tras soportar todo lo sucedido. No podía pensar en otra cosa que no fuera el misterioso muchacho de la casa abandonada. No. Otra vez no. Isabella, Isabella no vayas allí una vez más.

Cerré mis ojos tratando de olvidar todo pero solo una imagen se repetía en mi cabeza: el acercamiento de aquel muchacho a mi cara. Sé que era para otro propósito pero igual me ha afectado.

No. Isabella te lo prohíbo. Y tras esta nota mental quede zumbida en un largo sueño.

Olvídame, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora