(Narra Noah)
-Susan, avísale al Sr. Carrión que voy a entrar a su oficina. —digo, rápido tras bajarme en el último piso del edificio. Susan parece confundida y trata de detenerme pero soy más rápido que ella y me meto en la oficina de mi jefe.
Lo encuentro leyendo un par de documentos con la ayuda de sus lentes negros rectangulares mientras bebe una taza de café. Se encuentra como siempre, todo su canoso cabello peinado hacia atrás junto a las típicas arrugas de la edad que provoca que sus verdes ojos se oculten; además, está vestido con un traje azul, su color favorito. El Sr. Carrión se sorprende un poco al ver que entro sin aviso, se quita sus lentes y cruza los brazos. Me queda viendo y a Susan, su secretaria, que está detrás de mí y le hace una seña para que se retire.
-Señor, sé que...'
-Esta empresa prospera cada día, ¿a qué se debe eso, Torres? —me interrumpe. Ya sé a dónde quiere llegar.
-A la venta constante de nuestros productos a nivel nacional e internacional. —respondo, seguro de mi respuesta.
-Correcta, pero la elaboración de dichos productos tiene un costo, ¿verdad? —Yo sólo asiento. —Y por eso, contamos con los socios y uno de ellos es la Universidad Central con quien, si no recuerda, tenemos una alianza para que sus graduados de la Carrera de Administración tengan una pasantía en nuestro establecimiento y como recompensa, nos pagan. En pocas, nos pagan para contratar gente de su Universidad, ¿o me equivoco?
-No señor, no digo que sea mala idea la de enviarme a hablar en aquel establecimiento sino que...
-Hay que ser recíprocos, ¿no cree? Y, según la junta, hemos decidido enviar a una representante para que de una charla gratuita con el fin de impulsar pensamientos positivos en aquellos jóvenes. ¿No le parece una gran idea? —dice, volviendo a cortarme.
-Es una excelente idea, señor. Sólo pienso que podría enviar a otra persona...
-¿Qué otra persona? Usted es gerente de marketing a tan sólo sus 22 años. —Dios, le encanta cortarme, ¿no? —Usted es la persona indicada para hablarles de éxito.
-Me halaga, señor, pero tengo asuntos...
-Los cuales ya solucioné programándolos para mañana. No se preocupe.
-Gracias, pero...
-Creo que eso es todo, ¿verdad? Gracias por visita sorpresa. Tenga buen día. —dice y vuelve a ponerse sus lentes y empieza a leer los anteriores documentos. Imbécil, pienso.
Salgo enojada de su oficina y vuelvo a la mía. Tengo que hablarles de éxito a un montón de estudiantes que no tienen ni idea de lo que significa "éxito". Que fastidio. Llamo a Ana por el teléfono y ella aparece, de inmediato, en mi oficina.
-Ana, acabo de hablar con el Sr. Carrión y no pude quitarme este asunto de encima. —Ana hace una mueca de disgusto. Trabajar durante tantos años juntos hace que sepa lo que me gusta hacer y lo que me disgusta. -¿Podrías pedir que el carro de la oficina esté listo en menos de cinco minutos?
-¿No piensa ir en su vehículo? —me pregunta, sorprendida. Yo odio usar el carro de la empresa porque es demasiado pretencioso, es un Ford Explorer negro con ventas polarizadas.
-No, tengo que ir pensando sobre lo qué diré y ya sabes, pensar es distraerme y eso en la calle, es peligroso. —No tengo ni idea de lo que diré.
-Cierto, yo me encargo de eso, ¿algo más, Noah? —Arqueo ambas cejas. —Estamos en tu oficina, nadie es presente durante mi momento tan poco profesional. —Se ríe, yo sólo esbozo una sonrisa.
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Olvídame, por favor
Teen FictionNoah, un muchacho de 22 años, cuenta con una vida cómun para cualquier muchacho de su edad, chicas, fiestas y todo siempre con la compañia de su mejor amigo, Joseph. Pero todo esto cambia al conocer a Isabella accidentalmente en una casa abandonada...