Dulce ronroneo [◇] YeonGyu.

□ 25.

— ¿Otra vez la bella y la bestia?

BeomGyu miró mal a su pareja que se quejaba por su selección de película. Le sacó la lengua e ignoro los reclamos del contrario que se rehusaba a ver la misma película por enésima vez.

— ¿Al menos no podrás poner una película diferente de Disney? —YeonJun trató de persuadirlo aun cuando sabía que no tendría resultados.

— Calla hyung, total, estoy seguro que te duermes a media película.

— Pero no quiero ver la bella y la bestia.

— No seas así, vamos Yeonnie, una vez más no te hará daño.

YeonJun se hundió inconforme en el sillón, tomó un puñado de palomitas y se lo llevó a la boca manteniendo su expresión de fastidio. No entendía el cariño que le tenía BeomGyu a esa película, nunca se cansaba de ella, estaba seguro de que podría verla un día entero y aun así le tendría el mismo amor de siempre. El alfa culpaba al hermano mayor de BeomGyu por contagiarle sus gustos por el mundo de las princesas y de Disney en general.

— Hubieras puesto la sirenita —comentó con la boca llena— Úrsula es más entretenida que las tazas y los cubiertos cantantes.

— Si no te dejas de quejar, te iras a dormir sin un beso mío.

No tuvo otra opción que callarse y conformarse. Miró a su pareja cantar y moverse inquieto sobre el sillón cada que una canción comenzaba, YeonJun aún recordaba la vez que fueron a Disney como regalo de cumpleaños cuando eran novios; él le propuso un cortejo formal frente al castillo, había sido una idea muy trillada, pero fue suficiente para que su gatito llorara y aceptara al instante. YeonJun guardaba ese recuerdo en su mente como un tesoro precioso, había valido cada centavo de sus ahorros, en ese tiempo eran apenas unos cachorros con sueños y un futuro incierto por delante.

— Al paso que vamos terminaré aprendiéndome las canciones en todos los idiomas disponibles.

— Para la próxima lo vemos en inglés, así prácticas y dejas de ser tan malo en ese idioma.

YeonJun dejó el tazón de palomitas sobre la mesita de enfrente y atrajo a BeomGyu de un tirón, su pareja se retorcía y suplicaba por ser liberado mientras sus dedos se encargaban de hacerle cosquillas. El omega pataleaba y de vez en cuando le daba manotazos mientras se carcajeaba y gritaba.

— Eres un gatito travieso —dijo mientras besaba su mejilla— te recuerdo que tú eres peor que yo en inglés.

— Pero yo no soy el que necesita un traductor para entender a los empresarios extranjeros.

— Ese fue un golpe bajo —mordió con suavidad un moflete y colocó a BeomGyu sobre su regazo— sigamos viendo esto antes de que me termine durmiendo.

Se acurrucó en su pecho y cerró los ojos disfrutando de la sensación de los brazos de su pareja rodeándolo. Al final ambos terminaron durmiendo con la televisión acompañándolos en el fondo.