Capítulo Diecisiete

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Mi teléfono móvil sonó mientras iba por la 494 Oeste. Continuaba olvidándome de cambiar los tonos, así es que se escuchó "Uptown Funk" cuando sonó.

- ¿Diga?

- ¿Hey, por donde andas? - dijo Imra. - Llevo toda la noche entreteniendo a Lena y a Nia.

- ¡No me importa! Es culpa suya por no llamar antes. Voy a inspeccionar a los Demonios.

- Ooooh, estupendo. ¿Cuándo me vas a llevar para que los conozca?

- Nunca.

- ¡Oh, vamos! - gimoteó.

- Olvídalo. Son demasiado peligrosos.

- Dices eso de todas las cosas divertidas, - se quejó.

- Oh, si, es verdaderamente divertido. Sanguijuelas enloquecidas que son más animales que humanos. Oye, confía en mí en esto, si no fueran responsabilidad mía, no me acercaría a ellos

- Bien, estupendo. Nos vemos más tarde.

- Dale a Lena una bofetada de mi parte. - Desconecté y lancé el teléfono hacía el asiento de al lado.

Era una lástima no poder concederle lo que me pedía, pero no estaba dispuesta correr riesgos con su vida. Aunque me hubiera arreglado las ventanas del coche mientras yo dormía. Me detuve en la entrada de la casa de Snapper. Él había creado a los Demonios como algo parecido a un maligno experimento, y todavía los alojábamos en su casa. ¿Por qué no? Era seguro que no la necesitaría más.

Los Demonios eran el resultado de no dejar alimentarse a un vampiro recién creado. Enloquecían de hambre y perdían la mayor parte de su I.Q. Por no mencionar su habilidad de caminar sobre dos piernas y bañarse regularmente. Era asqueroso y triste al mismo tiempo. Bordeé el granero por la parte de atrás - probablemente el único granero de Minnetonka - y observé como los Demonios brincaban por todos lados a la luz de la luna, como grandes cachorros no muertos. Se acercaron corriendo cuando me olieron y palmeé a un par de ellos, sintiéndome estúpida. Una vez habían sido humanos, y me sentía ridícula tratándolos como mascotas. Por supuesto, actuaban como mascotas - mascotas odiosamente peligrosas, inestables y sedientas de sangre - pero no importaba.

- ¡Majestad! - Alice me hizo señas y se acercó atravesando el ancho patio. Tenía unos catorce años cuando Snapper la convirtió, el gran imbécil. ¡Perpetuamente con las angustias de la adolescencia! Hablábamos de un destino peor que la muerte.

- Hola, Alice. - Se le veía especialmente linda con un vestido sin mangas azul y una blusa blanca. Su pelo rojo rizado estaba recogido con una cinta azul. Sus pies estaban descalzos. Llevaba las uñas de los pies pintadas de azul cielo. - ¿Qué tal te va?

- Muy bien, Majestad.

- Por millonésima vez: Kara.

- Parecen felices de verte, - dijo, eludiendo totalmente el asunto del nombre.

- Sí. Parecen bien. Estás haciendo un gran trabajo. - Alice enrojeció. O tal vez lo estaba porque recientemente se había alimentado; Sus mejillas estaban efectivamente rosadas.

Por lo que respecta a los Demonios, bebían sangre de cerdo, y la cuenta semanal de la carnicería era indudablemente alta. Era bastante extraño, cada vampiro que me había encontrado, incluyéndome a mi misma, necesitaba sangre "viva". Tal vez porque los Demonios eran apenas humanos, como quien dice, y no necesitaban alimentarse directamente de la fuente.

Vampira & DesempleadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora