Vacaciones, 13 de junio.
El sol es tan radiante que las rocas brillan. Se supone que debería estar divirtiéndome como todos los chicos de mi edad. Yendo a la playa, a fiestas con mis amigos, saliendo con chicas aprovechando ahora que puedo gozar de mi buen físico y mi carisma.
Sin embargo, pasa todo lo contrario. Me levanto cada mañana y me quedo pensando en que hacer. Al final siempre termino encerrado en mi estrecha habitación jugando videojuegos hasta la madrugada.
Mi madre dice que estoy perdiendo mi juventud por mi indecisión y aunque me cuesta aceptarlo ella tiene razón. Acabo de cumplir 18 años y ya ni salgo de casa, desperdicié la oportunidad de ir a una universidad y ni siquiera tengo novia. Siendo autocrítico, me considero un completo desastre.
Mi alarma, como cada día, sonó a las 10:00 a.m. y como cada día, la desactivé e intenté seguir durmiendo pero justo cuando estaba a punto de cerrar los ojos la puerta de mi habitación se abre.
— ¡Víctor, levántate!
— ¡Mamá! ¿Por qué me gritas? ¿Y por qué no tocas antes de entrar? —dije confundido. Era primera vez que mi madre entraba de esa manera en mi habitación.
— Eres mi hijo, puedo entrar y salir cuando quiera.
— ¿Y si llego a estar desnudo?
— No voy a ver nada nuevo. Y no me distraigas más. ¡Levántate! —me da un almohadazo.— Haz algo con tu vida. No voy a permitir que sigas encerrado aquí como si fueras un frustrado.
— Tal vez lo soy. — hice una mueca.
— No lo eres. Ahora mismo vas a salir, vas a tomar aire y vas a aclarar tus ideas...
— ¿Y si no logro nada con eso?
— No pierdes nada con intentar. —luego de decir esta última frase su semblante cambió. Se veía más calmada. Se sentó a mi lado en la cama.— Una vez te dije que si querías tener éxito debías eliminar tus pensamientos pesimistas. Hoy te lo repito y como madre te digo que creo en ti.
No sé si fueron sus gritos o sus palabras; pero sentí que esa era la motivación que necesitaba. Luego de darme un cálido abrazo se marchó. Me di una ducha y fui a desayunar. Mi querida madre al parecer lo tenía todo planeado. Me había preparado mi desayuno favorito: pastel de chocolate. Lo sé, no es nada relevante y también sé que el desayuno es la comida más importante del día y debería comer algo más saludable pero con ese pastel solo para mi soy feliz y si no me equivoco, ese era su propósito.
Luego de saborear mí delicioso desayuno salí a la calle. No sabía a donde iría exactamente solo caminaba y caminaba. Ya habían pasado varios minutos cuando pasé por un parque donde años atrás nos reuníamos ahí unos amigos y yo y para mi suerte ahí estaban. Me acerque y me recibieron con un abrazo. No nos veíamos hace mucho tiempo y nos provocaba nostalgia estar todos juntos de nuevo. Sin embargo faltaba alguien, mi buen amigo Brandon. Ese chico había sido mi mejor amigo desde la infancia, siempre estábamos juntos pero un día decidió viajar al extranjero y nunca volvió. Mientras conversábamos los chicos me comentaron que Brandon había regresado y había montado un estudio de grabación. Al escuchar esa noticia me emocioné tanto que en cuanto me dieron la dirección me dirigí hacia allí.
En el camino iba pensando qué le diría, qué haría. Y cuando llegué entré directamente. El lugar era pequeño. Lo vi sentado muy concentrado en lo que hacía. Se veía exactamente como la última vez que lo vi pero con barba. Alto; muy delgado; moreno claro, obviamente su color de piel no cambiaría; su cabello corto y su aspecto de chico bueno. Era increíble. No había cambiado nada.
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Desde el primer segundo
Teen FictionVíctor Nanclares, un chico sencillo, con buenos valores y con apenas 18 años, vivía sumergido en un completo ocio. Éste, luego del retorno de su mejor amigo conoce a una chica la cual, desde el primer segundo, comienza a cambiar su vida. Toma de de...