Capítulo #7

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Pensándolo bien, era poco probable que lograra pasar la noche allí, ya que en esa casa habitaban solo dos chicas y un padre desconfiado. Era casi imposible, pero nuevamente recordé que no me costaba nada intentar. Solo tenía que pensar en algo.

¿Tal vez si llegaba con alguna amiga de las chicas? No. No conozco a ninguna y tampoco creo que tengan muchas.

¿Y si decía que era del colegio o la universidad, que teníamos una actividad pendiente? No, no, no. ¡¿Quién va al colegio o la universidad en vacaciones?!

Yo no...

¡Dios! ¡Que cerebro tan débil tengo!

Frustrado, me senté en la orilla de la acera escondiendo mi rostro entre las rodillas.

Los minutos pasaban. Ya eran las 5:27 p.m. En cualquier momento se haría de noche y empeoraría la situación ya que el padre de las chicas podría pensar cualquier cosa si me veía llegar y preguntar por ellas. Tenía que pensar en algo rápido o no me quedaría de otra que dormir en la calle.

Intentaba pensar en algo que sirviera cuando siento una risa odiosa justo frente a mí. Levanto la mirada y veo a dos chicos completamente afeminados conversando y riendo mientras pasaban por la acera de al frente. No tengo nada en contra de los gay, pero aquello me causó mucha risa. Era como una mujer en el cuerpo de un hombre. Una mujer loca, de hecho.

En ese instante se me ocurrió una idea...

Sé que no soy muy creativo, pero sí soy buen observador, y muy buen imitador.

La mejor idea que había tenido hasta ahora había sido esta: Fingir que soy gay.

Siempre me ha salido bien eso de imitar a las personas. Solo tenía que prestar atención a su actitud, sus movimientos, sus palabras. Muy sencillo. Y eso hice.

Observé a aquellos chicos hasta que se perdieron de mi campo de vista. Practiqué disimuladamente para no llamar la atención de la gente que pasaba y que no me llamaran loco.

Luego, cuando ya me sentía listo, me dirigí hacia el objetivo, la casa de las chicas.

Cuando mis pies tocaron el felpudo de la puerta debo confesar que me dio miedo y quise regresar pero no lo hice, ¡seguí delante!

De lo contrario tendría que dormir en un parque o debajo de un puente. Y antes gay que eso...

Toqué el timbre una vez, dos veces y luego sentí unos pasos acercarse. Me coloqué el pullover por dentro del short y adecué mi postura corporal a la de una mujer. Si mis amigos me vieran se burlarían de mí de por vida.

La puerta se abrió y vi a un hombre alto pero con sobrepeso, frente a mí.

- Ay, hola, buenas tardes. ¿Loraine y Lucía están? - pregunté imitando la voz de una mujer. Él me miró de arriba abajo.

- ¿Tú quién eres? - preguntó seco.

- ¡Ah! Yo soy su mejor amigo, mucho gusto. Soy Víctor, pero me puede decir ¡Viti! - sonreí como nunca más lo haré frente a nadie, lo juro.

- ¿Eres gay? - preguntó haciendo una mueca de desagrado. Al parecer quería mantener distancia.

- Bueno, yo... - me hice el incómodo.

- Está bien, lo eres. Pasa, están arriba en su habitación. - ¡Bien!

Dicho esto, se hizo a un lado dejándome pasar. Le agradecí y subí las escaleras.

En la segunda planta solo habían dos puertas. Reconocí la de las chicas al instante ya que llevaba sus iniciales colgadas en rojo.

Di dos toques en la puerta y desde el interior de la habitación se escuchó la voz de Loraine invitándome a pasar. Era ella, reconocería su voz donde fuera.

Desde el primer segundo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora