Y me besó...
Quería parar el tiempo. Y hasta pensé que estaba soñando.
No fue un beso salvaje, ni tampoco tan inocente; fue lo suficientemente bueno como para recordarlo el resto de mi vida y no creo estar exagerando.
Se separó y me miró a los ojos por unos segundos. Yo no sabía que decir. Intenté exclamar algo al menos, pero las palabras no me salían.
- No necesitas decir nada. Sé que no te lo esperabas... - sonrió. - Solo espero que no te pase lo mismo que a mí y no vuelvas a hablar... - bromeó.
Sonreí y ella miró la bóveda y sonrió una vez más. Luego me agarró del brazo y me llevó hasta la salida del cementerio para entrar en el taxi y volver a casa. Cuando llegamos se despidió con una sonrisa y entró a su casa.
Me dispuse a ir directo a casa pero tenía tantas ganas de contarle esto a alguien que cambié de rumbo y fui a visitar a Megan.
Me abrió la puerta su abuela, la saludé y me dijo que Megan estaba en su habitación, que podía pasar. Toqué la puerta y desde que puse el primer pie dentro ya le estaba contando todo.
No sé lo podia creer. Cada vez que yo gritaba de la alegría ella hacía lo mismo. Incluso hasta llegué a pensar que estaba más emocionada que yo y eso era imposible porque la verdad es que estaba hecho purpurina. ¡¿Para qué mentir?!
Al salir de la casa de Megan me dirigí directamente a la mía, pero cuando llegué no había nadie.
No quería quedarme solo. Quería hablar, correr, saltar, ¡no sé! Hacer algo para gastar toda esta energía de más que traía.
Estaba feliz; porque por mucha indecisión que hubiera tenido antes, ese beso me hizo darme cuenta de una vez que ella me gustaba... Y me gustaba mucho...
Antes todo lo veía nublado, como si la situación con Loraine fuera a seguir igual de complicada. Pero ahora todo había dado un giro, las cosas estaban más claras; y si tenía algo seguro es que quería estar con ella. Quería abrazarla y jamás soltarla. Quería decirle que desde que la conocí me cambió la vida, que me sentía especial al saber que me amaba, ya que hubo momentos en que pensé que no la merecía y que debía alejarme.
Estaba tan inmerso en mis pensamientos que ni siquiera noté cuando tomé rumbo a la cancha. No era mala idea; al parecer mi mente y mi cuerpo sabían lo que era bueno para mí en este momento. Jugar báscket siempre me causaba un efecto positivo. Era algo a lo que nunca renunciaría. Y ahora que lo pienso, creo que lo puedo considerar mi pasión, aunque es difícil que me pudiera dedicar a eso. Pero bueno, ya tendré tiempo de pensar en ello. Ahora, era lo de menos.
Al llegar a la cancha, como de costumbre, busqué por los rincones un balón. Encontré dos por falta de uno, solo que un niñito se acercó y me pidió uno prestado. Después de darle el balón al pequeño comencé a jugar.
Me sentía realmente bien. Quería mantener esta felicidad; me hacía bien. Y eso me daba a entender que no valía la pena perder la oportunidad de ser feliz junto a Loraine.
De tan ensimismado que estaba, no pude notar que se acercaba alguien.
- Amigo...
No puede ser...
Volteé y ahí estaba. Serio, estático.
De todos los días anteriores que me lo pude haber encontrado, ¿en serio tenía que ser hoy cuando coincidieramos? Hubiera preferido encontrarme a mi padre que a él. No quería verlo, ni hablarle; ¡no hoy!
Era increíble como tuvo la capacidad de quitarme la alegría en solo segundos.
Por situaciones como esta es que a veces me pregunto ¿por qué tengo tanta mala suerte?
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Desde el primer segundo
Novela JuvenilVíctor Nanclares, un chico sencillo, con buenos valores y con apenas 18 años, vivía sumergido en un completo ocio. Éste, luego del retorno de su mejor amigo conoce a una chica la cual, desde el primer segundo, comienza a cambiar su vida. Toma de de...