Todo iba bien con respecto a mi familia. La cena con Marco había sido espectacular. Mi mamá se veía como una princesa, ¡que princesa! ¡como una reina! y él la trataba como tal.
Después de esa cena vinieron muchas más, hasta que llegó el día que cumplieron tres meses de noviazgo y les propuse una mudanza. Y así fue. Al día siguiente Marco estaba trasladando sus cosas a mi casa.
Parecía ser un buen hombre y no aparentaba tener malas intenciones. Me agradaba y lo mejor de todo es que hacía a mi madre feliz.
Mamá me amaba más que nunca por mi actitud, ya que lo había aceptado como si fuera un padre, al igual que él a mí como un hijo.
Todo bien, todo correcto.
Sin embargo, muchas veces me sentía decaído ya que cuando me pasaba algo bueno, lo más mínimo, quería correr a contárselo a Brandon y no podía. Me había acostumbrado demasiado rápido a tener cerca a mi mejor amigo, pero seguíamos sin hablarnos y si de mí depende, así seguiremos.
Siempre, cada vez que peleábamos, fuera o no mi culpa era yo quien iba a pedir perdón, a arreglar las cosas. Él se encargaba de hacerme sentir como el malo de la película y esta vez lo volvió a hacer, pero yo ya estoy cansado.
Me quedaba Loraine, pero no me sentía cómodo contándole las cosas buenas que me sucedían mientras ella estaba pasando por un mal momento.
Había ido muchas veces a verla y nada había cambiado.Todos los días iba a la misma hora y me quedaba mucho tiempo con ella. Le hablaba de cosas bonitas e intentaba hacerla sonreír. Incluso le leí un libro entero en tres días. Ella solo me miraba con mucha atención, pero yo prefería eso a que estuviera tirada sin más.
El día que Marco se mudó a mi casa, fui a verla unas horas más tarde. La vi saliendo de su casa y me apresuré en llegar hasta ella.
- ¡Hey! ¿Ya estás mejor? - no tenía idea de qué le diría al verla levantada y arreglada, así que prácticamente escupí las palabras.
Quería adivinar a donde iba, pero ni su ropa ni ningún accesorio me servían como pista. Vestía casual y llevaba un bolso del cual sacó un blog de notas y un bolígrafo. Comenzó a escribir y luego me entregó el blog. Decía: "Necesito trabajar"
- me quedé atónito y la observé por unos segundos. - ¿Trabajar? - ella afirmó con un gesto. - No, tú no puedes trabajar... aún no. - me quitó el blog y lo guardó en el bolso. Hizo el ademán de comenzar a caminar pero la detuve. - Oye, espera. - ella retrocedió y me miró expectante. -
¿Dónde piensas trabajar?Sacó el blog nuevamente y escribió: "En donde mismo trabajaba antes"
- Pero, según lo que me contaste de tu jefe seguro ya tiene otra empleada.
"Pienso explicarle". - respondió en su blog.
- ¿Cómo?
"Escribiendo aquí". - y le dio dos toques con la mano a la hoja escrita.
Estuve pensando por unos segundos. Era ridículo. No la tomaría en serio para nada. Pero ella se veía muy decidida. Tenía que pensar en algo, aunque ya sé por experiencia que no soy el mejor en esa tarea así que decidí acompañarla. En el camino se me ocurriría algo.
- ¡¿Sabes qué?! Te acompaño. - la agarré del brazo sin darle tiempo a nada, ni siquiera a guardar el blog.
En el camino iba pensando en lo secas que habían sido las frases que me había escrito hace un rato. No parecían tener ningún tipo de emoción, era como un robot. Nada que ver con la Loraine que había conocido, tan linda y llena de vida.
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Desde el primer segundo
Teen FictionVíctor Nanclares, un chico sencillo, con buenos valores y con apenas 18 años, vivía sumergido en un completo ocio. Éste, luego del retorno de su mejor amigo conoce a una chica la cual, desde el primer segundo, comienza a cambiar su vida. Toma de de...