3. Amigos de nuevo

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-Tu cuarto ya está listo, Dazai -avisó Mori colocando una mano en el hombro del susodicho, que se encontraba sentando en un mueble de la sala mientras leía un poco. El castaño cerró su libro y se levantó de su asiento.

-Me llamas en la cena. -Y sin más se retiró de la sala, esquivando a algunos asistentes de Mori en el camino.

El mayor tenía un trabajo bastante peculiar que le daba lo suficiente para vivir cómodamente o incluso más que eso, con varias personas lamiendo sus zapatos, y que si había alguna orden, la acataban sin objeciones. Ahora, luego de tantos años y de haber ido de un lugar a otro por el trabajo del mayor, finalmente habían acordado tener una estadía más permanente en Yokohama.

Cuando estuvo en su cuarto revisó el primer cajón de su armario y de allí sacó la corbata bolo con la joya celeste. Sonrió al ver en ella la mirada de océano que cargaba Chūya consigo. La apretó en su mano y luego se acercó a su ventana que se hallaba a un lado de la cama, viendo como Yokohama había cambiado bastante durante su ausencia, cómo habían nuevos establecimientos o cómo algunos habían remodelado su infraestructura, el nuevo pintado en diversas casas. Todo era tan diferente.

Eran cinco años. Y muchas cosas pasaban en cinco años.

Se preguntaba cómo estarían esos dos mocosos.

Se preguntaba si mañana ya podría ir al instituto o tendría que esperar a la siguiente semana.

Se preguntaba si podría volver a comer un helado con Chūya mientras caminaban en el parque, si en serio podría volver a tontear con él como hacían de niños.

-Maldita sea -murmuró, golpeando despacio la ventana, apoyando su mano en el cristal y colocando su frente sobre ella.

Quiso golpearse más fuerte con algo al recordar su platica de reencuentro con el pelirrojo.

¿Olvidarlo?

Se sentía como un cobarde al querer evadir el pasado de esa manera, aunque de por sí creía que Chūya era bastante indulgente por haberle perdonado con facilidad y haber aceptado sus condiciones sin objetar. Si lo pensaba mejor, podía darse cuenta que en realidad ambos estaban huyendo, y solo querían olvidar y empezar de nuevo.

Dejó de mirar hacia afuera de su habitación y caminó hacia la cama, se dejó caer de espaldas en ella sin despegar la joya celeste de su pecho.

Su mente estaba hecha un lío.

Sacó el celular de su bolsillo y miró una y otra vez el nombre de Chūya entre sus contactos, lo había anotado luego de encontrarlo en el celular de Mori cuando buscaba la clave de su tarjeta de crédito.

No podía llamarlo ahora, se vería bastante extraño, por más que las ganas de escuchar su voz otra vez le devoraran los nervios. Ahora que lo había vuelto a encontrar, la sensación de inquietud cuando se alejó de él fue palpable, así que trataba de mantenerse sosiego rememorandolo.

Chūya había cambiado mucho - exceptuando la altura, claro.

Su cabello lo había dejado crecer y sus mechones pelirrojos se hicieron más rebeldes en la parte frontal, y aunque él estuvo presente cuando se reveló como omega, no se quedó el tiempo suficiente para notar los cambios que pasaría a sufrir su cuerpo. Su cadera más pronunciada mientras que la curva de su cintura la ocultaba con la camisa del instituto, pero que pudo sentir a la perfección cuando hace un par de horas casi lo tenía encima suyo. No pudo indagar mucho en piernas y brazos porque los tenía obviamente ocultos, pero de seguro estarían bien tonificados -la fuerza de esa patada que le pegó en el callejón no era ni por lo mínimo poca.

Y sus feromonas eran lo más atrayente, cuando era más joven recordaba que amaba ese aroma dulzón que emanaba su amigo.

Apagó la pantalla y recordó el resabio que le había quedado luego de percibir sobre esa dulce fragancia las feromonas alfa de alguien más. De seguro un pretendiente molesto, alguien que intentó pasarse de la raya. Pensar en posibilidades solo lograba enervarlo.

Negando Al Destino ||Soukoku/Shin Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora