11. Cercanía

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—¡Chūya-san!

—¡Dazai-san!

Ambos chicos al haber escuchado sus nombres inmediatamente se dieron la vuelta solo para casi ser tirados al piso cuando dos brazos los rodearon a ambos del cuello.

Atsushi se aferraba a sus mayores quienes tenían una pequeña sonrisa en el rostro mientras que Akutagawa apenas iba llegando a la puerta del aula, manteniendo una distancia prudente como si se sintiera indigno de siquiera abrazar a alguno de ellos.

—Atsushi... —musitó Nakahara, dando un par de palmaditas a la espalda del albino quien afianzó más su agarre. Sonrió con calidez —. Estamos bien... —dijo suavemente, sabiendo que el menor seguía estando con aquella preocupación agobiante que no se calmaría hasta que los viera de frente y se asegurara que estaban en perfectas condiciones.

—Atsushi-kun —llamó Dazai, sonriendo inocente —. Me estás ahogando...

—No empieces y lo arruines —regañó el pelirrojo rodando lo ojos.

—Ya, me callo.

Chūya bufó y le mandó una mirada a Akutagawa, que observaba a aquellos tres sin siquiera moverse de su lugar.

—Ey —llamó el pelirrojo y le extendió la mano —. Ven acá si quieres.

—Estoy bien mirando —alegó.

—El terco acá soy yo, así que acércate de una vez.

Al notar su indecisión, Chūya sonrió y tomó su mano para tirar de él y que también se uniera al abrazo, riendo cuando el azabache intentó rodearlos con su brazos que se encontraban rígidos y sin saber donde ubicarse bien —evitaba tocar a Dazai, como si aquello fuese un pecado, y se tensaba cuando se veía en la obligación de sujetar a Nakajima, como si fuese fuego.

—¿Entonces sí vinieron juntos a clases? —preguntó Atsushi luego de un rato, en el cual luego tomaron algo de distancia.

Chūya le mandó una mirada a Dazai ante esa pregunta, notando cómo el castaño buscaba evadir cualquier contacto entre sus ojos sabiendo que lo único que iba a recibir era un nuevo regaño.

Porque, lamentablemente, cumplió con su palabra.

[Una hora antes]

—¿Trajiste el auto? —cuestionó Nakahara, reticente, cuando salió de su casa esa mañana y lo primero que encontró fue a Dazai con la espalda apoyada en un coche gris.

El alfa sonrió cuando notó la presencia del más bajo, dejando de tener la mirada puesta en su celular para caminar hacia él lentamente. Chūya no quería imaginar que artimañas habría utilizado Dazai para convencer a Mori de que era buena idea dejarlo solo con el auto.

—Te dije que vendría por ti —le recordó, guiñando el ojo —¿Esperabas que rompiera mi palabra?

—Sinceramente, eso quería —afirmó el pelirrojo aferrándose a la correa de su mochila como si fuese su único soporte al inminente peligro al que sería expuesto dentro de poco, ganándose una mueca del más alto —. No te tengo fe desde que dijiste que le chocaste a alguien con el auto... mejor dicho ¿No que tu licencia había sido suspendida?

—Solo me falta un mes —se excusó, y antes de que Chūya pudiera seguir con sus reclamos, tomó su mano y jaló de él hacia el auto —. Además, no pasa nada mientras que no me pidan la licencia al saltarme ningún semáforo ¿No es así?

—No ¡Me niego! —espetó mientras intentaba zafarse del agarre con tirones, pero el maldito desgraciado le seguía ganando en fuerza, y tampoco quería utilizar un método de defensa avanzado —¡Prefiero caminar o ir en tren! ¡No voy a subir contigo a esa cosa!

Negando Al Destino ||Soukoku/Shin Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora