Capítulo XIV

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—Black...no sabes cuanto extraño hablar contigo... quizás no en persona, pero seguía siendo divertido pasarla hablando de cualquier cosa. Aunque eso fue un motivo para causarte más problemas con tu marido... de verdad—se sienta en el suelo, apoyado al árbol que estaba en el borde—lamento mucho lo que pasó. Perdón por...haberte escondido mis sentimientos hacia ti. Al menos así sabrías que alguien si te amaba de esa forma—giraba aquella rosa que tenía en su mano—es verdad, yo te amo...y debí haberte dicho que te amaba cuando pude. Así no me sentiría tan mal, así sabrías que yo no me iba a ir de tu lado y que siempre podrías contar conmigo...para lo que sea...

》Si tan solo hubiera sido más valiente y haberte robado un mísero beso para así poder tener un recuerdo aún más significativo de ti...aunque tú te hayas molestado por eso, no me arrepentiría jamás... Yo te habría cuidado, te habría amado tanto... habría hecho que olvides todo lo malo por lo que pasaste—suspira—increíble es ver como pudiste flecharme en tan poco tiempo... y ahora no puedo hacer nada. Ya de nada sirve que te diga que te amo si...no puedes oírme—sus azules ojos se llenaban de lágrimas—no importa si te digo que podría cuidarte, si ya no lo podré hacer ni aunque lo intente. No sirve de nada que confiese mi amor si tan solo te has vuelto solo un dulce e inalcanzable sueño el cual quiero tener todas las noches.

Levantó la mirada, viendo como el sol se ocultaba. Veía las siluetas de los altos y enormes árboles que habían allí. El sol tornaba todo de un color que iba de amarillo a anaranjado.

—Quisiera ver este atardecer contigo...

Siguió viendo el ocaso, sin embargo algo llamó su atención. Una de esas siluetas se movía y cada vez se hacía más grande. Al ver que se acercaba más distinguió la figura de un hombre.

Tragó saliva, por alguna razón se sentía amenazado por ese hombre.

Miró la rosa que tenía en sus manos. Sin hacerle caso a quien se acercaba. A estas alturas de la vida ya no le importaba mucho.

Los minutos pasaron y oyó los pasos aún más cerca a él. No tenía el valor de mirar hacia arriba, solo se quedó mirando aquella flor.

—¿Puedo sentarme...? Granola...

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