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"... Justamente ahora,

irrumpes en mi vida,

con tu cuerpo exacto

y ojos de asesino,

tarde como siempre,

nos llega la fortuna..."

Septiembre de 1939, Misiones, frontera de Argentina con Brasil.

La hora de la cena llegó, encontrando a un Yuta con el ceño fruncido y muy poco hablador.

-¿Te pasa algo?- le preguntó San cuando las mujeres se adentraban en la cocina para poner la mesa.

Yuta permanecía con la copa de vino en la mano y la mirada perdida a través de la ventana.

-Solo estoy preocupado, San, nada más- respondió pasándose las manos por el rostro, como si haciendo aquello la frustración desapareciera.

-Pero explícame qué pasa- exigió San poniéndose de pie detrás de él, rellenando la copa de vino que tenía en la mano.

-Ayer llegaron unos informes de Europa, Alemania invadió Polonia, usando la excusa de que hubo un ataque a sus tropas en la frontera- explicó ante la mirada atenta del contrario.

-Bueno, eso tampoco es grave- añadió San para quitarle preocupación.

-San, la guerra ha comenzado, Alemania quiere expandirse y lo hará por todo Europa y África, mientras que el Imperio Japonés hace lo mismo desde hace años en Asia. Esto apenas comienza y las cosas estarán muy lejos de mejorar- afirmó ahora girándose para enfrentarlo.

-Ninguno somos soldados, no tenemos nada que ver con esta guerra- agregó el coreano al ver que Yuta no cedía ante su preocupación.

-Corea también está en guerra San, ¿acaso no lo sabes?, toda esta guerra será abastecida por materia prima de los continentes alejados, en este caso precisamente de América del Sur donde estamos nosotros, incluso cuando necesiten soldados sabes perfectamente que reclutan a quien pueden, ni siquiera aquí en el medio de la nada estamos a salvo, ni tú ni yo ni nuestras familias- dijo sentándose sobre el brazo del sofá.

-Pero en caso de reclutar gente tú no irías a la guerra, ¿no?- preguntó San casi más afirmando que cuestionando.

El silencio de Yuta le erizó la piel y le provoco un horrible nudo en la garganta.

-Yuta tu no irías a la guerra ¿verdad?- volvió a preguntar tomándole del mentón para obligarle a mirarlo, desafiándole con la mirada.

-Si fuera necesa...- fue interrumpido por Sana que los llamaba a la mesa para cenar.

-Ni una palabra de esto a nadie San- ordenó.

Compartieron los dos una mirada cómplice, dejando aquella conversación morir en la nueva charla que se había desatado en la mesa, llena de risas y de anécdotas familiares.

La época de lluvia había comenzado, las tormentas eléctricas eran constantes, tenías un sol abrasador y a los diez minutos, una lluvia que parecía que el cielo se caería en pedazos, para dos horas después tener otro sol enorme de nuevo.

Fue después de la cena, cuando se sentaron a continuar la partida de ajedrez que había quedado a medias la vez anterior, cuando un enorme rayo blanqueó por un momento todo el firmamento.

El trueno que le siguió vino acompañado del llanto de los niños que se despertaron asustados, por lo que Sana, corrió con vela en mano a la habitación de sus hijos junto con Nancy, cada una tomando un pequeño en los brazos.

Indecentes    San / YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora