💛 38 💛

68 11 43
                                    

"... Tengo ganas de besarte,

de tomarte de la mano

y huir contigo del mundo.

O sencillamente abrazarte

y decirte al oído:

por favor no me sueltes..."

San abrió los ojos con pereza, volviéndolos a cerrar al sentir el enorme gustito de las caricias que Yuta estaba repartiendo por toda su espalda.

Se removió apenas acurrucándose más en el pecho contrario, negándose a despertar de aquel sueño tan bonito por miedo de que no fuera verdad.

Yuta tarareaba una melodía bajita, mientras se perdía en aquella nube mágica que los envolvía.

Apenas los primeros rayos de sol habían comenzado a entrar por la ventana y ninguno de los dos deseaba que aquella noche terminara.

Después de unos minutos, en los que las caricias del japonés subieron hasta enredarse en el cabello de la nuca del coreano, este sonrió por las cosquillas.

-Sé que ya estás despierto, buenos días, cariño- susurró Yuta besando su frente con suavidad.

San se removió negándose a apartarse del calorcito ajeno, ya que no había lugar más cómodo que estar entre los brazos de su amigo.

-Sigue durmiendo, aún es muy temprano, luego te haré el desayuno- volvió a hablar Yuta, estrechando el abrazo, oliendo el perfume de su pelo y refregando la nariz por su mejilla.

-¿Por qué estás despierto?- preguntó San sin siquiera abrir los ojos, con la voz rasposa y ahogada.

-Solo quiero estar así, observándote y mimándote- respondió subiendo un poco la manta para cubrirlo y que no le hiciera frío.

-Me encanta cuando eres así tan cariñoso- afirmó dejando un tierno besito en uno de sus pectorales, que era lo que tenía mas a su alcance.

-Bueno, a veces puedo ser algo más que un idiota- rio de su propio chiste.

-Y yo algo más que un pervertido- soltó sofocando la carcajada contra el pecho de Yuta.

-¿Sabes por qué me enamoré de ti?- le cuestionó casi como si hablara consigo mismo.

-Cuéntame, pero no dejes de hacerme mimitos- contestó perezoso.

-Recuerdo que te vi subido en aquella escalera y me pareciste un hombre común, pero cuando me miraste fue como si el tiempo se detuviera en aquel segundo y me vi de repente perdido en tus ojos, me puse nervioso porque mi corazón empezó a latir como un loco y no entendía por qué, luego empezamos a hablar, tu voz era como una suave melodía que me relajaba, entonces empecé a sentir que mi mano tenía vida propia porque quería todo el tiempo alcanzarte y rozar tu mejilla. Estar allí contigo fue una sensación que no había sentido nunca, como si después de mucho tiempo por fin hubiese vuelto a casa, como si hubiese encontrado lo que llevaba toda mi vida buscando porque me hacías sentir vivo, con ganas de reír y sobre todo a tu lado me sentía libre de ser yo mismo sin miedo a que me juzguen. Cuando nos besamos por primera vez miles de estrellas se abrieron paso en el cielo y supe que nunca jamás soltaría tu mano, aunque no pudiéramos estar juntos yo nunca dejaría de sentir este amor por ti, por eso estoy tan seguro San de que daría mi vida por ti, porque te amo con todo mi ser y lo haré lo que me resta de vida- la voz se le entrecortaba por las lágrimas que se le escaparon, mitad de dolor, mitad de emoción.

Indecentes    San / YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora