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"... Cuidado con la verdad a medias.

Es posible que hayas

apreciado la mitad equivocada..."

Los meses avanzaban impasibles en el calendario, mientras la vida seguía su curso ellos intentaban encontrar un equilibrio donde se les hiciera todo más fácil, con empeño y sus mejores esfuerzos.

Yuta siguió con sus terapias con el psicólogo una vez al mes y aunque pocos eran para él los progresos, el hombre insistía en que lo estaba haciendo muy bien, que solo debía ser paciente porque algo como eso no se olvidaba de la noche a la mañana, incluso le repetía que había cosas que jamás se marcharían, que no le quedaría otra que aprender a convivir con ellas.

Aunque tuvo la oportunidad, no pudo recuperar su trabajo en el periódico, sus pies se quedaron de piedra al cruzar la puerta del viejo edificio y oír el sonido intermitente de la radio, aquella interferencia que le traía millones de recuerdos en segundos.

No soportaría tener que escribir o leer sobre postguerra, saber que paso con los demás compañeros del ejército y demás temas de esa índole, sin contar que habían comenzado a salir a la luz fotografías y películas tomadas por reporteros de guerra que demostraba apenas una pequeña parte del horror que había sido aquello.

Moviendo algunos contactos conocidos recibió una oferta de trabajo de una editorial Europea que recién abría su sucursal en América y se dedicaba sobre todo a libros de recetas de cocina, cuentos infantiles y novelas.

Ese trabajo le llenó de esperanzas, sintiéndose de nuevo útil para la sociedad, podría ganar el dinero que necesitaba para mantener a su familia y además podía hacerlo en casa sin tener que estar rodeado de gente, ideal.

No era raro verlo en el jardín sentado en la mesa con Haruto dibujando a su lado, mientras él traducía y tecleaba en su máquina de escribir.

Otras veces llevaba su cuaderno e iba tomando notas, cruzado de piernas en el suelo a un lado de San mientras este tenía medio cuerpo metido debajo de un coche, reparándolo.

También aprovechaba los momentos en los que San cocinaba para estar juntos y enseñarle algo de los tantos idiomas que manejaba, mientras de paso se llenaban de mimos y besos, riendo porque a pesar de llevar tanto tiempo juntos parecían dos adolescentes enamorados, mirándose con un destellante brillo en los ojos.

Los niños crecían felices, pronto Haruto comenzaría el colegio y estaba muy entusiasmado con eso, mientras que a su dos padres les parecía una tortura innecesaria tener que hacerlo estudiar siendo tan pequeño, porque si, ambos lo malcriaban en demasía, sobre todo Yuta, ya que quien reñía y marcaba límites como un verdadero padre con el era San.

Pensaban que con lo inteligente que era Yuta bien podrían enseñarle todo lo necesario en casa, estando con ellos, incluso si hubiesen podido no le dejarían vacunarse para que no pasara dolor y llorara.

Realmente era la debilidad de todos en esa casa, incluida Hitomi, que aunque le llamara enano idiota, vivía pendiente de él.

Fue una de aquellas noches, ya casi en fin de semana, cuando los dos decidieron darse un baño juntos, llenar la bañera con burbujas y dedicarse un rato a ellos mismos.

Por supuesto la cosa se les fue de las manos en segundos, cuando el abrazo de San se hizo más apretado alrededor del cuerpo de Yuta que lentamente se comprimía cada vez más encima de él.

La espalda del japonés encajaba a la perfección sobre el pecho del coreano, y las manos de este se deslizaban con delicadeza sobre el torso contrario, dejando huellas con la espuma de jabón sobre los pectorales impropios.

Indecentes    San / YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora