Desde la llegada al aeropuerto, las horas en la tienda atendiendo a clientes pasaron como segundos. La complicidad que poseían cada vez era mayor. Aun así, Marcos no quería abusar de ella y decir o preguntar algo que pudiese incomodar a la chica, como por ejemplo, el motivo por el cuál estaba llorando la noche pasada. Aunque en su interior, la curiosidad se batallaba entre lo que él pensaba que era lo políticamente correcto.
Sarah era una chica bastante irascible. Desde que la conoció, había mostrado esta faceta. Sin contar que aquella historia con las tortitas lo había podido reafirmar. Por lo que no quería cagarla y echar a perder su buena "relación" por preguntar.
Abandonó en un momento lo que estaba haciendo y miró hacia la chica que se estaba quitando el delantal para después dirigir sus ojos esmeraldas hacia el reloj rosa que había en el fondo de la tienda, al lado del mostrador. Las agujas marcaban el número doce. Algo que hizo al chico fruncir el ceño confundido por lo que estaba haciendo. Era demasiado temprano para almorzar. ¿Por qué se estaba preparando para irse?
La castaña que estaba consciente de que el de pelo moreno y revuelto la observaba extrañado, se dirigió a la percha tras desanudar las tiras que se ajustaban cuello y cadera; y se despojó del delantal. Echó una mirada al chico por encima del hombro, una vez que dejó el delantal y se sacudió la ropa. Al ver su rostro y su figura alta parada como un muñeco, Sarah soltó una pequeña risa. Se veía muy confundido, sin saber que estaba pasando a su alrededor. La chica rotó sobre su eje, apartándose del perchero y caminando en dirección hacia el muchacho.
Cuando estuvo frente a frente de él cruzó sus brazos e informó con una voz impostada que ella se iría de la tienda y estaría afuera durante unas horas por lo que el chico se quedaría encargado de ésta. Al finalizar la chica dio una palmada y esbozó una sonrisa que desprendía seguridad en sus acciones. Por el contrario, Marcos tenía tanto su boca como sus ojos abiertos como platos.
Desconcierto.
Miedo.
Era lo que inundaba su mente después de conocer el importante cargo del que le había responsabilizado la castaña. No se veía capaz de estar al mando de una tienda, era demasiada responsabilidad. ¿Y si la cagaba con algo y le jodía el negocio de por vida? Aquella tienda era su medio de subsistir, no se lo podría perdonar si hiciese algo mal.
Además, ¿Cómo era que Sarah confiaba ahora tanto en él? Porque cosas así no se dan cualquiera con el que no tuvieses un mínimo de confianza. Aquel voto de confianza llenó el corazón del chico pero al mismo tiempo lo llenó de dudas. Ni siquiera él confiaba en sigo mismo, no se veía preparado. ¿Por qué la castaña lo hacía?
Marcos bajó su cabeza al suelo y suspiró pesadamente como si intentase soltar todos los pensamientos que le retenían como una cuerda y no le dejaban avanzar.
Al notar aquello, Sarah se acercó a paso sigiloso al chico y puso su mano en su hombro como si intentase transmitir su fe en que lo haría estupendo con el negocio y que no se tenía que preocupar en nada como si fuera un poder.
Marcos reconfortado por el gesto de la muchacha levantó la vista para cruzarla con la muchacha y esbozar una sonrisa de agradecimiento. Los ojos cafés de la joven eran un espejo del alma, parecía que conocían a la perfección los temores del chico y cómo lidiar con ellos. Al mismo tiempo, eso notaba la chica en los ojos verdes de él.
Pasaron unos cuantos segundos mirándose, intentando descifrar los miedos del contrario para apartarlos totalmente del camino como piedras que obstruyen el paso. Sin embargo, como ninguno de ellos era psíquico, aquello sólo fue un deseo que se llevó la marea del tiempo. Cuando sintieron ya la incomodidad del silencio apartaron los ojos del uno del otro y los pusieron en el suelo para esconder la rojez que se había formado en sus rostros. Suspiraron al mismo tiempo y no se dijeron nada hasta que Sarah decidió hablar.
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Por la Puerta De Embarque
RomanceSarah es una chica que trabaja en el aeropuerto, más concretamente en la tienda de tutifruti cerca de la puerta de embarque. Mientras trabaja su única distracción para no aburrirse es inventarse cómo serían las vidas de esos pasajeros que están a pu...