Capitulo 19: Picnic con sorpresa

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Sarah reponía los estantes de la tienda, replanteándose los últimos acontecimientos. Se sentía traicionada, no lograba entender por qué su abuela no había contado con ella para contarle algo tan serio como lo era su enfermedad y tampoco por qué Marcos no le había comentado nada al respecto. Aún más a sabiendas de sus sentimientos por el chico. Pensaba que su relación estaba en buen pie, que no había más secretos entre ellos y que él estaría para ella cuando lo necesitase. Pero parecía que la lluvia siempre iba a acallar esos crecientes rayos de sol. Cogió aire por su boca y soltó un leve suspiro, dando por finalizada su tarea.
Marcos no le había acompañado ese día. Cosa que por una parte agradecía pero por la otra hacía en falta aquel apoyo del muchacho en el trabajo.

De repente, un sonido sordo acalló sus pensamientos. Era la campanilla de la tienda moviéndose, siendo golpeada por aquel chico de cabellos revueltos que tan bien conocía.

–Hola...-saludó en susurros con la mirada gacha.

Los ojos de la chica se dirigieron a la mano del chico, llevaba un ramo enorme de rosas. ¿O eran claveles? No tenía ni la menor idea, nunca supo distinguir los tipos de flores por muy estúpido que resultará. Siempre había vivido entre asfalto y calles bulliciosas, por lo no tuvo la oportunidad, pero tampoco el interés.

-¿Y esto?-preguntó, acercándose con cuidad, señalando a las flores.

–Era un pequeño detalle, que menos...–extendió el ramo a las manos abiertas de Sarah–Después de todo...

La chica lo agarró de sus manos y se lo pasó a la nariz, aspirando todo su aroma. Marcos carraspeó con su puño pegado a su boca.

-Sarah...-comenzó, haciendo que la chica abandonara su vista desde el ramo hasta las esmeraldas del chico-Siento mucho no haber sido sincero del todo...Debería haberte contado  algo tan importante como aquello. No sé que se me pasó por la cabeza.-Sarah frunció el ceño mientras lo escuchaba-Entiendo que ahora mismo no quieras oírme, yo también estaría decepcionado conmigo mismo si fuese tú.-se calló durante unos pequeños segundos mirando hacia el techo, en busca de algún dios (si es que existiese) para que le diera fuerzas al disculparse.-Sólo quería decirte eso, me siento fatal por haberte mentido y haberte ocultado la enfermedad de tu abuela.

En respuesta, Sarah suspiró. No sabía cómo actuar al respecto. Por una parte, agradecía que Marcos se hubiera sincerado con ella. Pero, por otra, seguía sintiéndose muy decepcionada. Nadie merecía que le prohibiesen conocer aquel tipo de cosas y más relacionadas con la enfermedad terminal de un familiar. Le escocía su pecho como la sal en una herida. No podía perdonarlo tan a la ligera. Siguió callada por un buen rato con su mirada gacha.

-Di algo, por favor...-suplicó Marcos.

-¿Qué quieres que te diga, Marcos?-preguntó Sarah, devolviéndole las flores-Esto no va a solucionar nada. Me mentiste...Pero lo que me jode más no es eso, sino que entre tú y mi abuela me habéis ocultado algo tan fuerte.-sus ojos comenzaron a crear unas pequeñas lagrimillas.-¿Sabes cuánto tiempo llevo sin verla?-Marcos negó con la cabeza, avergonzado.-7 años...¡7 PUTOS AÑOS! Y después de rencontrarme con ella tras todo ese tiempo, me entero que tiene un cáncer terminal...-soltó una triste sonrisa, seguida de un sollozo-No puedo más con esto, perdón...-se alejó Sarah, dándole la espalda a Marcos y pasando sus manos por su cara para limpiar sus lágrimas.

Al notar esto, Marcos se acercó a ella, rodeando sus hombros con sus brazos y repitiendo una y otra vez que lo sentía mucho. Para su sorpresa, Sarah no se apartó; sino que se giró para profundizar el abrazo, pasando sus extremidades por la cintura del chico. Los brazos de Marcos eran cálidos, como aquel sol de comienzo de primavera. Totalmente distinto a ese sol veraniego que la abrasaba hasta hacerle cenizas y que tan bien conocía. Dejó descargar todas sus emociones sobre el hombro de Marcos. Mientras, Marcos soltó una que otra lágrima por sus orbes, mientras acariciaba con cuidado su cabeza. Se sentía segura, cómoda y escuchada entre sus brazos.

Por la Puerta De EmbarqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora