Después de haber cruzado unas palabras y unos intentos de coqueteo por parte de Marcos hacia aquella chica. El muchacho del pelo revoltoso salió del pequeño negocio con una Coca-cola en la mano, la cual, en un principio no pensaba comprar. Pero para no quedar mal delante de la castaña, decidió usar esto como excusa. Aunque, intentó preservar una actitud segura de sí mismo, no pudo dejar de sentir esas mariposas que suelen salir en la barriga, haciendo sentir una especie de escalofríos en su clara piel que no le dejaron expresarse como hubiese querido.
Sintiéndose nervioso y algo derrotado por no haber provocado atención en aquella muchacha que le había gustado tanto, volvió a la zona de embarque donde esperaba inquieto a que llegase la hora de su vuelo. De mientras, tomaba esa Coca-cola que acababa de adquirir y miraba su teléfono por si le había llegado algún mensaje o por simplemente navegar por las redes sociales.
Es curioso que actualmente, cuando no sabemos muy bien que hacer o esperamos algo o a alguien, siempre sacamos el teléfono móvil para distraernos y no aburrirnos. A veces, se preguntaba de qué manera se entretenía las personas antes de que existieran los móviles. Seguramente, con un buen libro o hablando con las personas que tenían a su alrededor. Así, podrían aprender cosas nuevas y conocer a personas encantadoras que anteriormente no habían tenido el placer de conocer.
Al llegar esta idea a su cabeza decidió guardar su dispositivo en su bolsillo. Y se llenó de valor para hablar con la mujer mayor sentada a su lado de pelo blanco que portaba un gorro de paja con flores, a pesar de no estar muy convencido de lo que iba a hacer.
-Eh...Ho-ho-hola, ¿qué tal?-preguntó con nerviosismo mirando a la anciana, mientras movía su mano derecha de un lado a otro e intentaba dibujar una sonrisa ladeada en su rostro para crear un cálido saludo con el cuál la mujer se encontrase cómoda y no pensase que era un tipo raro .
-¡Hola!-respondió eufórica la señora imitando la sonrisa del muchacho.
Por su forma de corresponderle el saludo, pudo observar que estuviese deseando entablar conversación con cualquiera. Esto asustó un poco a Marcos, ya que se vio como frunció el ceño mientras procuraba mantener una expresión amigable.
Era rara esta situación. Ya que, el muchacho, a pesar de ser una persona sociable, nunca se había acercado a nadie sin ningún motivo aparte (simplemente, para hablar).
-Pues bien, la verdad...-continuó respondiendo a la pregunta del joven mientras cerraba los ojos para acompañar a sus labios anteriormente estirados, y así formar un gesto amistoso y de agradecimiento.
Al volver a abrir su mirada, se fijó en la expresión algo sobresaltada del chico. Algo que le extrañó a la anciana y por lo que decidió comentar algo al respecto:
-Pero bueno, no se asuste-dijo con una risilla la mujer.
Estas últimas palabras de la mujer provocaron en el joven de pelo alborotado más sentimientos de nerviosismo. Por lo cual, para tranquilizarse bajó la vista al suelo puso sus dos manos entre sus piernas cerradas y suspiró. A continuación de hacer este acto, decidió disculparse con la señora del pelo blanco por su extraña actitud.
-No pasa nada, hombre....Es normal ponerse nervioso con personas desconocidas...-entendió la mujer-Perdona, si yo también te he incomodado.
-No, para nada-negó mientras movía su cabeza de un lado a otro.
La mujer supuso que si tenía esa actitud sería porque algo grande e innovador iba a hacer. Por ello, para tranquilizarle le puso su mano arrugada en su hombro y le dedicó una gran sonrisa.
Ella retiró su mano poco a poco y desvió su mirada de aquel chico, para mirar al frente (dónde estaba el panel que avisaba de la hora de llegada y salida de los vuelos). Al ver esto, él copió sus pasos de manera casi perfecta. Así, pasaron casi dos minutos de silencio sin dirigirse la palabra (solo mirando hacia delante), en el cual solo se escuchaban los pasos de la gente al caminar y conversaciones ajenas a ellos. A pesar de querer hacer de este algo lo menos incómodo posible, terminó siéndolo. Por ello, la señora del gorro de flores decidió romper el momento de mutismo:
-Entonces..., ¿Qué es lo que te depara en este aeropuerto?-preguntó algo indecisa.
-Pues....Voy a coger el avión para ir a Dublín, dónde tengo pensado buscarme una nueva vida-respondió mientras mantenía la mirada hacia el cartel.
-Me alegro, a veces es bueno empezar de cero....Pero, por mucho que quieras huir de tu vida pasada siempre va a haber algo que te apegue a ella y no te suelte-dijo mientras se le escapaba un suspiro.
-Ya...es eso lo que nos da miedo a las personas, no poder escapar de nuestro pasado-aseguró Marcos dirigiendo su mirada a la mujer.
-¿Y usted?¿A dónde va a ir?-interrogó el muchacho para seguir con la conversación.
-Yo voy de vuelta a mi hogar, vine aquí a ver a un familiar, pero no lo logré encontrar-contestó con la mirada clavada en las baldosas blancas del suelo y con expresión apenada.
-Lo siento mucho-pidió perdón el chico con una mueca de compasión en el rostro.
-No te tienes que disculpar, son cosas que suelen pasar si te alejas de tus familiares-explicó la señora.
Ante estas palabras, el chico sintió una espina clavándose en su corazón, porque se vio identificado. ¿Estaba abandonando a sus padres? ¿Es por eso por lo que su padre estaba así? ¿Le iba a pasar lo mismo que a esa señora en el momento que decidiese volver? ¿No los vería más? Todas estas preguntas entraban y salían de su cabeza, como si se tratara de una estación de tren que iba recogiendo y llevando a los pasajeros que llegaban.
Para que todo lo que entraba en su cabeza se detuviese, él miró al suelo y suspiró fuertemente.
La mujer que estaba viendo la actitud rara del joven, cambió de manera veloz el tema de conversación y se presentó.
Se llamaba Maille Burke.
También, contó que procedía de Galway, una ciudad pequeña al oeste de Irlanda. De la cuál, se tardaba casi dos horas y media en llegar desde Dublín.
La mujer explicó que allí vivió toda su infancia y adolescencia. Pero, al llegar a la mayoría de edad decidió mudarse a la ciudad dónde se encontraba el aeropuerto en el que estaban los dos desconocidos (que poco a poco se iban conociendo). Tiempo más tarde, al ya estar jubilada, se atrevió a regresar a aquella urbe que recordaba con tanta melancolía y nostalgia. Al escenario de tantos momentos felices a la par que tristes, que había presenciado en su juventud.
El chico atendía con curiosidad a las palabras que salían de la boca de la señora. Porque de alguna manera, se sentía reflejado en su historia. Aunque tuvieran vidas distintas, nombres diferentes y aspectos heterogéneos; sentía que había algo que los unía. Una fuerza misteriosa que había provocado en sus destinos que se encontrasen para aprender el uno del otro.
-Entonces, cogerá el mismo avión que yo, ¿no?-dijo el joven al tiempo que la anciana terminó su relato.
-Eso parece....Pues mire como ya nos conocemos, no pasaremos un viaje solitario-afirmó la mujer mayor con una pequeña risilla al final de la frase.
-Sí, sí....Por cierto, me llamo Marcos-se presentó a la par que estiraba la mano y formulaba una media sonrisa.
-Encantada, Marcos-respondió Maille agarrándole la mano estirada del chico formando así un saludo algo formal, pero que significaba mucho para los dos ex-desconocidos que necesitaban de alguna manera no sentirse solos.
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Por la Puerta De Embarque
RomanceSarah es una chica que trabaja en el aeropuerto, más concretamente en la tienda de tutifruti cerca de la puerta de embarque. Mientras trabaja su única distracción para no aburrirse es inventarse cómo serían las vidas de esos pasajeros que están a pu...