Capítulo 8: Una charla en el McDonald's

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Entraron en un McDonald's cerca de la chuchería para almorzar. No sería lo más sano, ni lo más apropiado, pero a Sarah le era suficiente para abastecerse y seguir con su trabajo hasta la hora del cierre. Sin embargo, Marcos no pensaba igual. Se sintió algo decepcionado cuando supo dónde comerían. Y no es que no le gustasen las hamburguesas y ese tipo de comida, lo que le pasaba es que esperaba algo un poco más romántico e íntimo que una cadena de comida basura.

A pesar de ello, no sé quejaría. Si quería dar a conocer sus buenas facetas, hacerlo no sería un buen comienzo.

Después de penetrar en el interior del establecimiento, Sarah se acercó a las máquinas para empezar a pulsar su pantalla con sus finos dedos y pedir su almuerzo. No tenía mucha hambre, aun así, debía comer algo. Porque o sino no podría soportar clase próximas cuatro horas. Finalmente, se decantó por pedir una hamburguesa de pollo pequeña con una ensalada y una botella de agua. Pulsó el icono de todas estas cosas para, más tarde, darle a finalizar pedido. La máquina sacó un pequeño ticket con su pedido que cogió sin pensarlo dos veces. Luego, se dirigió a la caja para pagarlo, dejando de este modo al chico solo con la máquina.

Nunca había utilizado esos aparatos y se sentía bastante ignorante a la par que nervioso. Pero al haber visto a la chica usarlo, se tranquilizó. Ya tenía, más o menos, una idea de qué tenía que hacer para ordenar su pedido.

Siguió los mismos pasos de la castaña, pidiendo exactamente lo mismo, con la excepción de que él pidió patatas en lugar de ensalada. Finalizó su pedido y lo pagó en la caja, tras coger su ticket.

Después de esto, se puso al lado de Sarah que también esperaba a que le avisaron de que su pedido estaba hecho para recogerlo.

Durante esos cinco minutos que estuvieron esperando, ninguno de los dos pronunció ni una sola palabra. La situación era demasiado tensa para romper el hielo y hablar allí. Y aunque Sarah lo intentaba evitar a toda costa, Marcos quería hacerlo y tenía la corazonada de que si trataban el tema en compañía de comida las cosas saldrían mejor.

Uno de los empleados del local anunció que ambos pedidos estaban listos, rompiendo así con el silencio que se había creado entre ellos. Juntos se acercaron a la barra donde recogieron sus bandejas con la comida que habían pedido cada uno. La chica aceleró su paso hasta encontrar una mesa para dos, en la que se sentaron uno enfrente del otro. Después de establecerse en la silla, la castaña empezó a devorar con ímpetu su hamburguesa. Mientras que el chico quitaba el papel que envolvía su comida con delicadeza.

Una vez terminó de hacerlo, llevó su boca hacia la hamburguesa para abrirla y dar un pequeño mordisco que le proporcionó las fuerzas necesarias para comenzar con la conversación.

-No sabía que eras escritora-dijo no muy seguro mientras se escondía tras otro bocado.

-No, no lo soy. Y como dije antes, no te importa-sentenció seriamente, dejando a un lado su hamburguesa para limpiarse con la servilleta.

-¡Claro que me importa! Eres muy buena, deberías escribir un libro. Seguro que tiene éxito-exclamó Marcos defendiendo su postura.

-¿Te puedo hacer una pregunta?

Marcos asintió con su cabeza.

-¿Tú qué clase de manía tienes de meterte en donde no te llaman?

Marcos frunció el ceño y abrió su boca para decir algo, pero rápidamente fue cortado por la chica.

-Además, te metes en mi vida y hablas de ella cuando yo ni siquiera sé nada de la tuya-habló de manera clara, señalando al chico con la palma de la mano.

-¿Y qué quieres saber?-preguntó curioso Marcos cogiendo una patata para posarla en sus labios mientras se recostaba en la silla.

La chica soltó una pequeña risa que fue callada con un movimiento negativo de cabeza.

Por la Puerta De EmbarqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora