Capítulo 21: Adiós

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Sarah inspeccionaba todos los cables y tubos que su abuela tenía conectados para que estuvieran en perfecto estado y que no le causará ningún tipo de daño antes de lo previsto. Maille alzó la cabeza hacia su nieta y suspiró.

-¿Estás bien?-quiso saber Sarah, dejando de inmediato lo que estaba haciendo.

-Mejor que nunca...Si me voy por lo menos que sea indoloro...-sonrió, intentando agarrar la mano de Sarah en la que dio un pequeño apretón con la poca fuerza que tenía.

Los ojos de Sarah se volvieron acuosos. Ver como una persona querida comienza a apagarse poco a poco, echando atrás toda esperanza es una experiencia durísima. Pero debía ser fuerte por su abuela y por ella misma. Posó su mano libre en la mejilla de la contraria mientras regalaba caricias. Maille cerró los ojos y los volvió a abrir del tirón.

-Aunque aquí la pregunta es ¿estás bien tú?

Sarah hizo una mueca y se separó de su abuela sin romper el contacto de sus manos.

-Sí te dijera que sí, estaría mintiendo...

Comprendía que estaba todo perdido, que no habría ningún caballero con armadura azul que rompiera aquel maleficio del que era víctima su abuela. Eso sólo ocurría en los cuentos. Pero una pequeña parte de ella, no quería rendirse tan fácilmente. Aunque se estuviera autoengañando. Le dolía saber que el tiempo las separase cuando en un pasado fueron uña y carne. Debería haberle escrito más amenudo. Debería haberla llamado una vez a la semana como mínimo. Debería haberla visitado más veces. Debería no haber borrado su número de teléfono. Debería no haberse enfadado con su familia por un tío que no lo merecía. Nunca debió alejarse de la gente que quería.

-Siento haberme alejado de todos por una gilipollez...-reconoció entre lágrimas.

-No pasa nada, Sarah. Hay una parte de mí que también tiene la culpa. Pero son cosas que no podemos remediar porque forman parte del pasado. Es más, yo lo intenté y mira donde estoy-soltó una leve sonrisa Maille.-Sólo te pido que por favor aprendas de los errores. Deja ir a la gente incorrecta, aferrarte a la gente que realmente te quiere y suelta a aquellas personas que por x o por y se van de tu vida. Una vez, un sabio dijo que no hay manera más bonita de querer que dejar ir a las personas que quieres...Quiero que seas feliz, Sarah. Y antes de que me vaya, llama a tus padres por mi, por favor. Y dile a tu madre que le quiero...

Sarah abandonó la mano de la contraria y tocó su mejilla. Luego, se acercó a ella y posó un pequeño beso en su frente.

-Lo haré-dijo retirándose.

La puerta se abrió de par en par. Marcos apareció por ésta con dos vasos de café en ambas manos.

-Buenas...-saludó a ambas. Sarah sonrió alzando su mano como respuesta.-¿Qué tal estás?

Cruzó la habitación, dándole a Sarah uno de los cafés que portaba. Sarah agradecía chico y dio un pequeño sorbo.

-De nada-respondió Marcos, pasándole una mano por su pelo castaño, poniendolo detrás de la oreja para retirarselo de la cara y no mancharselo con el café que bebía.
La chica le echó una mirada enamoradizo. Sus ojos brillaban posados en
Marcos. Y esto su abuela lo notó. Siempre supo que algo llegaría a pasar entre esos
dos jóvenes. Estaba feliz por ella y esperaba que lo disfrutase en el tiempo que las agujas del reloj se lo permitiesen.
Marcos se acercó a ella y grotó su mano izquierda en la que no tenía el café en su hombro.
- ¿Qué tal está, Sra. Burke?- susurró con delicadeza.

- Mejor. Sólo espero que estéis bien cuando me vaya... - sonrio, tocando sin mucha fuerza la mano del contrario.
Marcos hizo una mueca y suspiró. Detrás de él sintió como unos brazos lo abrazaban por la espalda y posaba un pequeño beso en su nuca. Giró su cabeza. Era Sarah, no podía ser otra. Se aferró a su agarre mientras que Sarah volvió a coger la mano de su abuela regalando pequeñas caricias.

Por la Puerta De EmbarqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora