29 de Agosto

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-Diana, feliz cumpleaños tesoro- entre el zarandeo suave de mi madre y el apetitoso olor a chocolate me despierto.
Después de que mi madre y Roni me cantasen el cumpleaños feliz me como un trozo de tarta que contaría como dos y me doy una ducha.
-Cielo, esto es para ti- me dice mi madre al bajar a la planta baja de la casa.
-Ooh, gracias mamá- le doy un beso y me dispongo a abrir el paquete.
Mi madre se ha esmerado en empapelarlo porque me cuesta horrores abrirlo.
¡¿Qué es esto?! No me lo puedo creer.
-Mamá... pero...- es lo mejor que me podían haber dado hoy.
-Sé que te gustaba y bueno prefiero que te lo quedes tú- el detalle de mi madre de regalarme su colgante del elefante indio de la buena suerte es muy especial. Ella siempre lo define como su pequeño gran tesoro. Con él conoció a mi padre y nos tuvo a Roni y a mí. Al morir mi padre mi madre no se lo volvió a poner. No tenía ni idea de por qué se lo había quitado, y para que yo lo entendiera con la edad que tenía, me dijo que al colgante se le había acabado la buena suerte y que lo iba a guardar para que se "recargara" otra vez.
No sabría decir si el colgante es otra de su muchas indirectas de mi búsqueda del amor pero me ha encantado. Al terminar de observarlo me lo pongo.
-Toma Diana, feliz cumpleaños- es el turno de mi hermano. Me regala un álbum hecho entre él y mi madre con todas las fotos desde que era pequeña hasta el presente. Es precioso.
-Muchísimas gracias enano- le doy un beso y este se retuerce al no gustarle que se lo haya dado y me empiezo a reír.
-Bueno jovencita ¿ya has pensado sobre lo que hacer en este tu día?- me pregunta mi madre.
-Mamá ya te lo he dicho, me quedaré en casa viendo como aumento de peso poco a poco- al oír mi respuesta mi madre se sume en una gran carcajada.
Sé que no es el mejor plan para hacer en el día de tu dieciocho cumpleaños pero no hay nada como quedarse en casa.
-Sigo creyendo que deberías salir, ¡ya sé!, salgamos por ahí tu y yo- sigue esforzándose mi madre.
-¿Tú y yo?-
-Si, estoy segura que al vernos juntas la gente pensará que soy tu amiga y no tu madre- tiene un gran sentido del humor y es muy segura en sí misma, es lo que me encanta de ella.
-Bueno, por qué no- le respondo y a ella se le ilumina el rostro.
Mientras paseamos por Nothing Hill paramos para tomar algo en una de las muchas cafeterías de la zona.
Desde que llegamos a Inglaterra este ha sido el lugar por preferencia de mi madre y mío.
Pasamos un día genial por sus calle y sobre las seis regresamos a casa.
-Cariño, vete entrando en casa, creo que se me ha caído uno de los pendientes en el coche- mi madre tan despistada como siempre.
Al abrir la puerta y ver el siguiente panorama me quedo en shock absoluto.
La casa está hasta los topes de globos y miles de colores iluminan la sala y la cocina, y en medio de todo ese festival de colores las dos personas más repugnantes sobre la faz de la tierra.
-¡Felicidades Diana!- me dice la bajita del pelo rosa y seguidamente repite lo mismo el moreno que está a su lado.
¿Qué diablos hacen ellos aquí?
-Esto...- no me salen las palabras, pero tampoco es que quiera que ellos obtengan alguna por mi parte.
-Di- habla el chico -sé que estás enfadada con nosotros por el supuesto "tonteo" que nos has visto tener, pero te has equivocado por completo, solo le pregunté en la cena su teléfono para...bueno...- se tropiezan sus palabras a medida que se va poniendo cada vez más colorado- saber cuando era tu cumpleaños y al enterarme de que era dentro de poco quedé con ella para hablar sobre todos los detalles de la fiesta- termina diciendo.
En estos momentos me siento como la peor persona que haya podido existir. Mientras maldecía la existencia de aquellos dos, ellos me estaban organizando una fiesta sorpresa.
Sigo en shock, la rabia conmigo misma crece por segundos y no puedo articular ni una sola frase.
-¿Tú sabías todo esto?- es lo primero que le digo a mi madre cuando entra por el umbral de la puerta.
-Si, bueno... mas o menos..., después de verlos en el restaurante intercambiándose los teléfonos hablé con Peatch y me lo explicó todo-
¿Así que me he enfrentado a las dos personas que más quiero por un malentendido?
-Diana, lo siento de verdad no quería que pensaras que tenía el más mínimo interés por Peatch pero...- al acabar la frase, esta le da un codazo y yo comienzo a reír.
Gonzalo está guapísimo, más si se pudiera estar. Esa camisa de botones es ideal, y esos pantalones ajustados me vuelven loca.
Justo al terminarnos la tarta que Peatch me ha hecho, suena el timbre. ¿Es que han invitado a alguien más?
Al abrir la puerta y ver quién está al otro lado un escalofrío entra por mis manos y llega hasta la punta de mis pies.
-Hola preciosa- me dedica con una sonrisa.
-Ethan, ¿qué haces aquí?- en esta última semana él y yo hemos entablado una amistad bastante buena.
-Recordé que me habías dicho que era tu cumpleaños y bueno... Aquí estoy- echa un vistazo a dentro de la casa y prosigue - vaya... veo que tienes compañía- el escáner que le acaba de hacer a Gonzalo supera a todos los escáneres habidos y por haber. De pronto noto como el aire se carga de tensión e intervengo.
-Pasa, Ethan, pasa- le digo indicándole que entre.
Al estar todos dentro de la casa los presento mutuamente. Peatch y Etha se han llevado bastante bien rápidamente pero Gonzalo... Cada vez que lo veo siento como se le tensan los músculos faciales.
Al caer la noche todos se van de vuelta a sus casas y yo subo a mi habitación para pasar, como casi todas las noches, una tortura.
<<Siguen peleándose, puedo captar como se me va gastando la garganta a cada grito que les echo diciéndoles que paren, pero ellos no los pueden escuchar, ni si quiera hacen de mi presencia allí>>
Este ha sido sin duda alguna el sueño más agobiante y exasperante que he tenido.

Una vida en sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora