9 de Octubre

18 2 3
                                    

Seis, nueve, doce... Me cuesta saber realmente cuanta gente está en la puerta principal esperando que Peatch salga.
-Diana, estoy muy nerviosa- dice estrujándome la mano.
-Peatch tranquila, ya verás como todo va a salir bien- intento quitarle importancia al asunto antes de que le dé un infarto.
De repente vemos como el pomo de la puerta gira y se nos sube el corazón a la garganta.
-Buenos días Peatch, aquí traigo los resultados finales- tras haberles echado un vistazo concluye- pues estás perfecta, pero eso no quiere decir que vayas a dejar la medicación y mucho menos los suplementos alimenticios- ambas estamos anonadadas, con lágrimas por nuestras mejillas.
-Muchas gracias doctor- dice Peatch.
En el momento en el que sale el médico ésta da un salto de la camilla, me agarra las manos y empezamos a saltar como unas niñas de doce años.
-¡Soy libre!- dice esbozando un grito al aire mientras me río de su forma de expresar sus sentimientos.
Al monento se me desaparece la sonrisa del rostro.
-¿Ocurre algo? ¿Es que no te alegras de que vaya a salir de aquí?- dice poniendo voz de niña de ocho años y acercándose cada vez más a mi.
-Pues claro que me alegro idiota- le digo empujándola -solo es que tengo miedo de que vuelvas a recaer y te pierda- me ordeno a mi misma a no montar una escena, es su día no el mío.
-Diana te prometo que me tomaré la medicación y que me preocuparé más por mí misma- me agarra la mano y dice a continuación -además ¿quién si no iba a arrasar la ciudad con su mejor amiga?- termina.
Tal vez estoy siendo muy estricta con ella pero es que no quiero que le vuelva a pasar, de todas maneras, sé que esta vez estará Martin para cuidarla.
Esta es una de esas veces que vas caminando y te parece como que el mundo se mueve a cámara lenta, es una sensación de agobiante. Cada puerta que pasamos, cada enfermero que atrás dejamos es un paso más adelante hacia aquella multitud.
"¡Peatch!, ¡Peatch!, ¡Peatch!", es lo único que se puede escuchar en ese barullo, ni si quiera comprendo como he acabado por fuera del círculo formado por la manada de personas atosigando a mi amiga.
Tras intentar unas diez veces llamar la atención de ésta opto por sentarme y esperar a que esto acabe.
Sentada mi mente viaja a lugares interplanetarios pero al rato de unos segundos caigo en la cuenta de que falta alguien entre esa multitud.
-Vamos cógelo- le digo al móvil después de haber llamado como ocho veces a Gonzalo. -¿Por qué no lo coges?- sigo replicándole al aparato.
Cuando está más calmada la situación me acerco a Peatch.
-Oye, me tengo que ir, he llamado como quince veces a Gonzalo y no me lo coge y me estoy empezando a asustar,¿mañana nos vemos?- le indico atropellando las palabras que salen de mi boca.
-Claro, claro, espero que no haya pasado nada grave, de todas maneras avísame cuando lo hayas encontrado para quedarme más tranquila-
-Descuida- le doy un beso y me voy en dirección a mi scooter pero algo me frena.
-¿Ya te vas?- mi madre siempre apareciendo en el momento más oportuno.
-Sí, tengo que...- pienso en qué decirle para escabullirme sin que me haga preguntas que me puedan retrasar -tengo que terminar unas cosas muy urgentes que me ha mandado el profesor- concluyo.
-Vale, nos vemos luego- dice dándome un beso en la mejilla.
Mientras voy en el coche intento respirar hondo como me enseñaba mi madre cuando mi nivel de nerviosismo estaba por las nubes.
-¡Oh!, Hola Diana- noto la decepción de Joana al abrir la puerta y verme en el umbral.
-Hola Joana, ¿está aquí Gonzalo?-
-¿No ha estado contigo en todo el día?- me pongo más tensa aún.
-No, ¿es que no sabe dónde está?- necesito que me diga que sí, o me voy a caer al suelo en cualquier momento.
De repente empieza a llorar como una descosida y no sé si hacer lo mismo o consolarla pero en ese mismo instante llega Fernando y la abraza.
-Venga cariño, ya verás que está bien solo necesita hacerse a la idea y ya volverá- ¿hacerse a la idea de qué? ¿Por qué me siento como si me hubiera perdido todos estos meses de mi vida?
Al ver Fernando mi cara de pez fuera del agua se dirige hacia mí.
-Verás Diana, le hemos dicho a Gonzalo que tenía que poner ya la matrícula en la universidad para empezar este cuatrimestre pero nos hemos enterado de que está yendo a unas clases de pintura y le hemos dado la opción de que se vuelva a Madrid a estudiar en la Complutense- la decepción de éste se puede palpar a lo lejos.
-No es por meterme pero ¿no debería hacer lo que le gusta?- ahora mismo acabo de comportarme como una insolente pero no me puedo quedar callada ante tal injusticia.
-Pero Diana pintar no es un estilo de vida, es un hobbie, y de los hobbies no se puede vivir- siento discrepar en todo lo que oigo pero necesito saber donde diantres está mi novio.
-Iré a buscarlo, creo que sé donde está- por favor que esté ahí.
Esquivo la esquina con la scooter y le veo en frente.
-Gonzalo- digo suave, casi insonoro, acercándome.
-Hola cariño- me saluda dándome un beso.
-Te he dejado como miles de mensajes y estaba preocupada- le replico.
-Lo siento, solo quería estar solo- está decaído, apagado.
-No importa ¿cómo te encuentras?- respira hondo y prosigue.
-¿Sabes esos momentos en los que te gustaría romper cualquier cosa que se te ponga por delante? Pues así es como quiero estar en estos momentos-
-Te entiendo créeme- al ver sus ojos humedecidos me abalanzo sobre él delicadamente y le doy un abrazo de esos que quitan cualquier mal.
-Es que verás...- empieza contándome pero le interrumpo.
-No, no hace falta que me lo cuentes, tu madre me lo dijo cuando fui a buscarte a tu casa- éste asiente.
-¿Y cómo está Peatch?-
-Pues como una loca, quiere hacer tantas cosas ya, que le faltan horas en el día-
Para animarle un poco intento que se levante y que me acompañe a dar un paseo.
-Esto me recuerda a cuando te traje aquí pensando que no lo habías visto nunca- ya se le ve mejor cara y me encanta que recuerde eso.
-Y justamente es mi sitio favorito, y el tuyo claro- digo riéndo.
Al cabo de unas horas voy insistiendo poco a poco a que nos vayamos antes de que me congele los dedos de los pies.
-Diana no quiero volver a mi casa-
-Te entiendo, pero estoy congelada y ya es muy tarde- siento lástima por él porque en su lugar tampoco querría volver. -Si quieres te puedes quedar esta noche en casa-
-¿Y a tu madre le parecerá bien?-
-No seas bobo pues claro que si-
Llegamos a mi casa y al entrar en mi cuarto me tumbo en la cama como un saco de papas y me quedo observando atentamente como se queda sin camiseta el chico más guapo de la tierra.
-Cariño, me pones nervioso mientras me comes con la mirada- dice sacando una sonrisa, una preciosa y perfecta sonrisa.
-Perdona ya no miro- digo avergonzada. Me tapo los ojos y me doy media vuelta. De repente noto unos brazos que me recorren cada parte de mi cuerpo mientras siento unos besos suaves y apasionados en mi cuello.
-Te quiero, solo tu sabes como quitarme un enfado- dice contra mi cuello y me pone los pelos de punta.
-Te quiero- digo dirigiéndome a su boca y acabamos por fundirnos en un apasionado y caluroso beso.




Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 12, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Una vida en sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora