20 de Septiembre

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Al despertar me cuesta asimilar donde estoy. Levanto vagamente la cabeza y veo a Peatch en la camilla dormida y en la silla de enfrente a su madre, habrá llegado cuando yo ya estaba dormida.
-Buenos días cariño- me dice la madre de Peatch dándome un beso en la frente. Al aclarar la vista puedo ver sus ojos hinchados de tanto llorar.
-Hola Ruth- le digo regalándole media sonrisa.
De pronto irrumpe el médico en la habitación y puedo sentir como el corazón se me sale del pecho.
-Buenos días, ¿podría hablar a solas con la familia?- que antipático por decir eso mirándome fijamente pero lo comprendo y me levanto para irme.
-No, ella es como su hermana, me gustaría que se quedase- dice Ruth y le agarro la mano muy fuerte para que sea lo que le pase a Peatch sea más soportable.
-¿Ha estado deprimido, o a pasado alguna situación difícil últimamente-
-No que yo sepa- responde Ruth con lágrimas en los ojos y, por su bien, yo intento contenerme.
-Bueno- interrumpo - hace un mes o algo así, rompió con su novio- digo y miro a Ruth y esta asiente.
-¿Era un novio de hace mucho tiempo?-
-Si- le respondo al médico.
-Señora- empieza diciendo el médico compadeciendo -su hija sufre anorexia-
El tiempo se ha parado, noto como los minutos se convierten en segundos. Veo lentamente como Ruth empieza a llorar desconsolada y yo hago lo mismo. La abrazo, es lo único que puedo hacer.
-Lo que le recomiendo es ingresarla durante un tiempo largo para que su organismo vuelva a funcionar con normalidad y que vea a un psicólogo varios días a la semana- nos comenta el médico cuando paramos de llorar.
-Lo que sea necesario para que se recupere- le dice y este nos deja solas.
Al cabo de unas horas vemos como Peatch empieza a abrir los ojos.
-Cariño, ¿cómo estás?- le dice Ruth.
-Mmm... estoy bien...- contesta con un tono desganado.
-Hola guapa- le saludo.
-Hola... Diana- responde.
-Peatch, el médico nos ha contado lo que te ha pasado, ¿cómo pudiste hacer algo así?- a la madre se le vuelven a llenar los ojos de lágrimas pero esta vez también a Peatch.
-No lo sé, desde que Martin me engañó delante de mis narices con Lina creí que no me quería por mi físico y me sentí mal conmigo misma- nunca la había visto llorando tanto como ahora- y... bueno... empecé a no comer y a provocarme el vómito- la madre y yo nos conmovemos y no podemos parar los llantos.
-Pero ahora te recuperarás, porque eres una chica muy fuerte y tú puedes con esto- digo yo rompiendo el silencio que se ha formado tras su confesión.
Le han hecho tres pruebas más a Peatch y ya es completamente de noche. Opto por irme a mi casa, me despido de Peatch y de Ruth y cojo el autobús. Mientras voy en él empieza a sonar mi móvil.
-Hola Gonzalo- digo al descolgar el teléfono.
-Hola Di, ¿cómo está Peatch?- me pregunta, pero es algo que sé que si se lo cuento romperé a llorar.
-Pues...- de solo pensarlo se me inundan los ojos otra vez.
-Di, ¿qué ha pasado?- al oírme llorar se preocupa aún más.
-Después nos vemos- le digo y cuelgo para evitar montar una escena.
Ya estoy por el comienzo de la calle y mientras más me acerco veo más nítido al chico que me está esperando en la acera.
Se para el autobús, me bajo corriendo y me lanzo a los brazos de Gonzalo y empiezo otra vez.
-¿Qué ha pasado nena?- me pregunta pasando el pulgar por mi mejilla.
-Peatch... es... anoréxica...- su cara ha cambiado por completo. No se lo cree igual que yo al decírnoslo esta mañana el médico. No le salen palabras de la boca solo me abraza y su olor me bloquea los sentidos una vez más.
-Di, no deberías dormir sola hoy- ¿cómo? ¿cómo? ¿cómo?.
-¿Por qué?- he quedado más idiota de lo que pretendía.
-Tu amiga está pasando por un momento muy difícil y no creo que tú lo estés pasando mejor- que bien me conoce.
-¿Tú quieres dormir conmigo?- Diana eres gilipollas.
-Si... bueno... si no quieres...- aunque sea de noche puedo ver como se pone colorado.
-Si, claro que quiero- una vez más me sorprendo a mi misma con mi contestación, nivel de nerviosismo, 14.
Me lleva a su casa y mientras entro por la puerta me acuerdo de que no he hablado con mi madre en todo el día.
-Diana cielo, ¿cómo está Peatch? Ya me contó Ruth su problemilla-
-Bueno, la van a ingresar y está bastante mal- le contesto. A ver como le explico a mi madre que voy a dormir con Gonzalo, no se lo va a creer.
-Oye... mamá... hoy no voy a dormir en casa-
-¿Y eso? ¿dónde estás?-no se que contestarle.
-Pues... que me voy a quedar con Peatch una noche más- no podría haber mentido peor.
-Diana, cariño, sé que no estás en el hospital porque te puedo ver desde la ventana de tu cuarto en la habitación de Gonzalo- mierda.
-Esto... mamá...-
-Cielo que te lo pases muy bien, y recuerda la protección-
-¡¡Mamá!!- la risa de mi madre se puede oír hasta la casa de Gonzalo. -No están los padres ¿verdad?-
-No, me ha dicho que se han ido el fin de semana a Irlanda-
-Bueno cielo que te lo pases muy bien, mañana nos vemos- me dice y se despide. A veces pienso que mi madre no es la mejor figura maternal que exista pero la quiero a rabiar.
-Toma- me dice Gonzalo ofreciéndome una camisa suya.
-¿Y esto?-
-No vas a dormir con vaqueros ¿no?-
-No, no- le digo y cojo su camisa.
-¿El baño?- le pregunto.
-Al fondo a la izquierda-
-Gracias- me cambio de ropa y al verme en el espejo me gusta lo que veo. Su camisa me queda por encima de las rodillas y las mangas casi por los codos. Mmmmm... ese olor... Es como si lo tuviera abrazado a mi todo el tiempo. Creo que no existe mejor olor que el de su perfume mezclado con el suyo propio.
-¡Woow!, que bien te queda- me dice al entrar al cuarto.
-¿De verdad?, la verdad que me gusta mucho-
-De verdad, quédatela si quieres- que bonito por su parte regalarme su camisa.
-Gracias- le digo y me meto en la cama junto a él.
Primero estoy un poco alejada de él para que no piense que lo que quiero es... bueno... eso. Pasan tan solo unos segundos y su brazo me recorre la espalda y la cintura y me empuja hacia él. Al empujarme de la cintura solo se acerca más a él mi trasero y puedo notar un bulto sospechoso bajo su calzoncillo. Me pongo roja como un tomate, espero que no se de cuenta. Al final pego todo mi cuerpo a él y me empieza a dar besos en el cuello, eso me encanta y no quiero que pare.
-Buenas noches mi amor- me susurra al oído. <<Mi amor>>.

Una vida en sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora