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La luz del sol de la mañana apenas entraba por las ventanas de la habitación. Una rendija de luz se filtraba a través de las persianas, corriendo por el suelo, por un lado de la cama y brillando directamente sobre la cara de Kate. Ella refunfuñó por la luz y el calor.

Estaba tan cansada. Agotado ni siquiera comenzó a explicar lo cansada que se sentía. James había sido enviado a casa no había permanecido más de tres horas en el colegio, debido a que no sentía mal y el doctor dijo que tenía dolor de garganta. Poco después de llegar a casa con James, Reece comenzó a vomitar al parecer ambos niños habían cogido un virus. Afortunadamente, Alexis le ahorró otro viaje al médico y pensó que tenía intoxicación alimentaria. Para colmo el bebé en su estaba inquieta, se movía constantemente y parecía estar usando las costillas de Kate como un par de barras y su vejiga como un juguete personal.

A las 4:30 am oyó a James llorar desde su cama. Kate se quedó inmóvil en la oscuridad, esperando que solo estuviera teniendo un mal sueño. Mirando al techo, escuchó lo que era más un gemido que un llanto, sabiendo que todavía estaba dormido. Kate dejó escapar un gran suspiro de alivio e instantáneamente se durmió. Como el sol de la mañana hizo su llegada inoportuna, Kate intentó desesperadamente volver a dormirse, aun era pronto para levantarse. Ella se revolvió en la cama tratando de ponerse cómoda. Estar embarazada estaba siendo difícil para encontrar una posición adecuada. Rodó hacia un lado, lo que aparentemente despertó al bebé y tomó los movimientos de su madre como una invitación para comenzar a saltar sobre su vejiga.

Kate se frotó la barriga, esperando que calmara a su bebé, mantuvo la respiración lenta e incluso, con los ojos cerrados le habla al bebé. En cuestión de minutos, ella sabía que sus esfuerzos fueron en vano. Abrió los ojos y miró la almohada de Castle. O el bebé la pateó más fuerte de lo normal, o su corazón estaba realmente dolido. El dolor en su pecho era punzante.

Extendió su mano y acarició la almohada. Imaginándolo acostado a su lado, frotó el lugar de la almohada donde su cabeza yacería. Sabía que todavía estaría dormido a esta hora de la mañana. Su mente estaba inundada de pensamientos de sus despertares juntos, como el pasar sus dedos por su cabello. Se imaginó a sí misma acariciando con gracia el caparazón de su oreja, bajando por su mandíbula, luego suavemente sobre su nariz antes de acariciar su pulgar sobre sus cejas.

Suavemente, en un susurro, ella murmuró, -Te extraño...Pero ya lo sabes, ¿verdad?-

Una lágrima solitaria escapó de su ojo y corrió a su almohada. Ella ni siquiera intentó limpiarlo o detener su ruta ya era algo común dado las circunstancias.

-Por la noche, cuando no puedo dormir, miro fijamente el lado vacío de la cama... Donde se supone que debes estar. Me pregunto acerca de todas las cosas que dirías si estuvieras acostado a mi lado, te extraño a todas horas.-

En muchas ocasiones cuando no podía dormir, Castle la acercaba a su cuerpo y la envolvió con sus brazos alrededor de su cintura y la atraía hacia su pecho. Estar tumbados el uno cerca del otro, sentir su respiración y los latidos de su corazón eran suficientes para calmar su mente desafiante y permitir que el sueño se apoderara de ella. Él inhalaba el aroma de su cabello y gentilmente colocaría un beso en su mejilla, y en una voz más silenciosa que un susurro, comenzaría a contarle una historia. A veces contaba historias sobre dónde los veía en el futuro, otros veces eran historias de tierras imaginarias con reyes y reinas como los cuentos que les contaba a sus hijos. Por supuesto, muchos otros hablarían de espías y conspiraciones de la CIA, como sus teorías locas.

En las noches en que estaba estresada más allá de su comodidad, simplemente la abrazaba con fuerza y comenzaba a frotarse las manos sobre el abdomen y los brazos, hasta lograr que se tranquilizara y durmiera. Se permitió llorar, pero no por mucho tiempo. Cuando ella comenzó a temblar, espantosamente balanceó sus piernas sobre el borde de la cama, bajó la cabeza, sacudiéndola de un lado a otro. Levantando su mano, se la pasó por el pelo y por su cara. Recientemente ella se había cortado el cabello en una linda melena que estaba sentada justo encima de sus hombros, pero todavía no se había acostumbrado a la longitud habitual que se había ido, casi en un corte parecido al que tenía recién que conocío a Castle.

One last time Donde viven las historias. Descúbrelo ahora