Texto original. Propiedad intelectual de Grace_Abbot19
Hace unos años mi mamá me dijo que no había mal que por bien no viniera; pues hoy me doy cuenta de cuan errada estaba.
Hace dos años a nuestro mundo llegó un enemigo atroz. Dispuesto a destruirlo todo y dejarnos envueltos en llamas. Silencioso e invisible ha terminado con más vidas de las que en mis años y en los de mis antepasados una enfermedad pudo acabar.
Al principio fue algo pequeño: Un virus ataca un lugar de la China. "Nada grave" nos dijeron. Todos asentimos y seguimos con nuestra vida. Las personas salían, las escuelas mantenían su labor y todos estábamos felices dentro de nuestra falsa burbuja de tranquilidad ignorando el hecho de que un futuro cercano la muerte se sentaría en su trono de cristal y tocaría a cada uno de nosotros. De la noche a la mañana las noticias cambiaron y ya no era un poblado, ahora era el país. En cuestión de días todo se complicó y los cementerios no dieron a basto; mi país mando ayuda y trato de contrarrestar la pandemia que como poderoso gigante se alzaba desde uno de los países más poblados del mundo, sin darse cuenta de que sería incontrolable.
La situación se nos fue de las manos; en mi Facultad las clases se suspendieron y a nosotros nos mandaron a realizar pesquizas como última medida para intentar reportar el ingresar a los casos antes de que infectaran a los demás. Todos los días me levantaba temprano e iba casa por casa, apartamento por apartamento en un intento por ayudar y con el miedo latente de que debía de cuidar a mi familia. Sin medio alguno de protección, debido a que Cuba carece de materias primas, nos hicimos nuestras propias masacarillas e incluso en el hospital fue difícil atender con todo el equipo necesario. Muchos colegas se contagiaron...algunos murieron.
Nos mandaron a Zona Roja, al núcleo del problema, donde los pacientes dejan de ser estables para convertirse en graves y críticos. Donde el virus se respira y te conviertes en un ser irreconocible tras varios uniformes y una careta. Los salones no daban a basto, las salas de Cuidados Intensivos colapsaron al igual que los laboratorios; tuvimos que transformar el Salón de cirugía en una nueva sala de terapia y aún así... No daba la cuenta. Todo era un Caos total y el Covid cada día impulsaba más los números de infectados, los muertos. Las tablas crecieron y la pendiente aumento; informabamos cada día nuevos casos y dábamos muchos pésames.
Ha sido duro.
Jamás creí que vería antes de graduarme lo que he visto. Cómo nos llegaban tres casos de personas graves y poseer un solo ventilador; jamás creí que debería de escoger a quien darle una segunda oportunidad de vida cuando todos se la merecen. Y eso es horrible. La decisión a tomar es muy difícil y tener que darles la noticia a los familiares es peor todavía. Cómo lloran desconsolados mientras lo único que puedes hacer es verlos, sabiendo bien que a costa tuya es su sufrimiento. Porque fuiste tú quien tomó la decisión.
Otros días son peores. Tener a más de tres muertos en una noche, en una hora. Que lleguen a tus manos y caigan en un paro inmediato y que a pesar de que hagas lo imposible... No se salven.
Y es extenuante el luchar cada día y que en vez de disminuir los casos vayan en aumento. Es agotador el no ver a tu familia durante meses e incluso un año completo mientras estás al borde del precipicio intentando con todas tus fuerzas salvar a quienes, a veces, no pueden ser salvados. Las lágrimas no faltan y el estrés tampoco; las personas no saben cuan afortunadas son al estar con sus familiares, al poderlos tocar y observar; pierden su tiempo en cosas vanas en vez de concentrarse en lo que yo no le puedo dar a quienes amo porque estoy encerrada en una batalla contra la muerte, porque estoy rodeada de una enfermedad letal que en cualquier momento me puede tocar. No saben que es ver morir a un paciente, mientras esté sostiene tus manos.No lo saben ni lo sabrán, porque nosotros hacemos lo posible para que no nos vean, para que tengan el chance de vida que a muchos se les ha negado.
¿Mi experiencia? Mi experiencia ha sido dolorosa y catastrófica; mi experiencia ha sido la misma de muchos médicos que necesitan dormir pero que aún así se mantienen al lado de la cama de sus pacientes, consolandolos. Mi experiencia es la misma que la de muchos cubanos que por falta de Medicamentos y lugar han tenido que dejar a los enfermos en el pasillo a manos del destino, hasta poder encontrar una solución; tener un municipio cerrado porque los números superan las condiciones que el país solamente te puede dar y pedir ayuda a gritos porque tu cuerpo no da más.
Por mis manos han pasado todas las etapas de la vida... Y de mis manos se han ido la mayoría de ellos.
Solo soy otra estudiante de Medicina marcada por el virus. Otra más del montón de almas que sufren en silencio e intenta, por todos sus medios, volver a ver a mi familia en casa y no en un hospital.
El tiempo no perdona y la vida tampoco lo hace. ¿Sabes que es más difícil que ver a tus compañeros contagiarse? Que el virus decida visitarte. Una mañana traspasó cada una de mis barreras y me fue destruyendo poco a poco...hasta que pase de ser la que daba aliento a ser la alentada en un salón de terapia, con oxígeno puesto y a mí lado los materiales para entubar de ser necesario. Sabiendo bien que si eso ocurría, podía no despertar.
Y nada...nada supera ese recuerdo.
Así que cuídate, tu que puedes. Y abraza a quien ames, tu que estás cerca...porque recuerda que hay quienes tenemos los brazos atados con guantes y otros que los tienen cruzados a treinta metros de la vida.
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Somos la Resistencia - Covid 19
Short StoryEn esta historia podrás ver a través de los ojos de diversos escritores. Cómo cambiaron nuestras vidas en base a la pandemia. Y la forma en la cuál logramos subsistir hasta ahora. Cada capítulo es un pedazo de vida que sigue latiendo como parte de l...