En esta historia podrás ver a través de los ojos de diversos escritores. Cómo cambiaron nuestras vidas en base a la pandemia. Y la forma en la cuál logramos subsistir hasta ahora.
Cada capítulo es un pedazo de vida que sigue latiendo como parte de l...
Texto original. Propiedad intelectual de AngelaJM25
El ocaso en mi cosa favorita del día, ver como los colores se mesclan entre sí, y forman un espiral, es lo más fascinante que puede ocurrir en el cielo. Me gustaba ir caminando en la calle, y pararme uno segundos a verlo, era el break del día a día.
Suelo quejarme mucho de que las personas no dan permiso en las avenidas, o que el día no me alcanza porque siempre estoy ocupada. Me quejaba de que me tropiezan, de que debía pararme muy temprano para ir a la universidad o a trabajar. Me quejaba de muchas cosas que hoy, diariamente, extraño muchísimo.
El covid me hizo extrañar muchas cosas, a mi papá, por ejemplo, que vive algo lejos y no podía verlo porque no podíamos usar el transporte público si no teníamos un documento que nos lo autorizara. A mi mejor amiga, a la que estaba acostumbrada ver a diario y a la cual deje de ver durante meses. Empecé a despertarme pararme temprano para ir a la universidad y que ya mi mamá estuviese saliendo para su trabajo, verla correr porque iba tarde y que me dijera “ahí en el mesón esta tu desayuno, nos vemos en la tarde”
Comencé a extrañar las extensas horas en la universidad, para luego salir con mis compañeros y quedarnos en la estación del metro, hablando de las tareas y de lo tediosos que podían ser algunos profesores, pero aun así, asistíamos temprano todos los días a clases, porque amamos nuestra carrera. Extrañe ver a mis hermanas sudadas y con el uniforme arrugado por la tardes, porque se venían corriendo del colegio, solo porque sí, porque les dio por ahí.
El covid me hizo entender que, la vida pasa muy rápido, que nos quejamos de nimiedades, de absurdos, pero que lo bueno está ahí, frente a nosotros. Que la arepa con mantequilla y queso no está mal, porque nos tocó comer arepa sola, porque no había donde comprar, porque el dinero no alcanzaba o porque simplemente había escases. Que la gente que grita en la calle, alegra la vida de las personan que vienen cansadas de sus trabajos, que les dan un rato de descansos a esos que vienen con agotamiento metal. Que el metro es genial, porque encuentras de todos e incluso, haces amigos. Que los profesores son exigentes porque saben lo que es mejor para ti. Y que no importa si tu mamá hizo la arepa muy temprano y cuando te la vas a comer esta fría, lo hizo con amor, tienes que agradecer.
El covid me enseño, que el ocaso en bonito, pero que verlo detrás de las rejas de la ventana, no es igual que ir a un parque, a una plaza o estar en la parada de las camionetas y verlo, ahí, regalándote un poquito de aire, de libertad, de amor. Me enseño, que estaba viviendo mal, que estaba haciendo las cosas mal. Que quejarme no me servía de nada, y que tenía que aprovechar cada segundo, porque cada vez que el reloj hacia mover la manecilla, perdía tiempo.
Aprendí que no es “hay que arroparse hasta donde te llegue la cobija” que es “el que quiere, puede y si se esfuerza lo logra” aprendí que habían talentos ocultos que no habían salido a flote porque me pasaba la vida corriendo de un lado a otro sin detenerme a pensar en que soy realmente buena. Porque te enseñan a que “estudies algo que t de dinero” y no a que “hagas lo que realmente te haga feliz”
Dejamos que la vida corra delante de nosotros y no hacemos el esfuerzo de vivirla, de parar un segundo y ver qué pasa alrededor. Me hizo entender que las redes sociales no lo son todo, que detrás de la pantalla hay un mundo esperando a que lo recorras, a que lo explores.
El covid, me enseño que era el miedo. El miedo que un día despertaras, y que lo primero que vieras en el celular es que un ser cercano y quería ya no estaba por una complicación. Me enseño que no hay trabajo malo ni mal trabajador, si no mentes cuadriculadas que piensan, que el trabajo correcto está detrás de un escritorio, de una caja registradora, o de un volante de auto. Porque el delivery que va en bicicleta en un trabajo, el delivery que va a pie también lo es, los que hacían decoraciones para reuniones en familia cercana, los que hacían dulces y pasapalos para pasar el momento.
Me enseño, que, en casa, me estaban esperando, que no hacía falta mala cara. Que después de un mal día o un día pesado, mi abuela me iba a sobar la espalda y me iba a decir “tranquila bachaquita, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”
El covid-19 me cambio, me hizo entender que estaba haciéndolo todo mal, que estaba desaprovechando oportunidades, que estaba dejando que la vida me pasara por delante y en vez de vivirla ella me estaba viviendo a mí. Que siempre voy a tener el amor de mi familia, el apoyo de mis amigos y la bendición de dios y que no hace falta más. Que no hace faltan redes sociales, ni teléfonos inteligente ni mucho menos emojis para demostrarle a alguien que realmente lo quieres.
El covid me enseño, que el ocaso más bonito, es la vida, que es realmente triste pasar por un momento difícil, para apreciar esa arepita con queso y el café con poquita azúcar, que no apreciamos los pequeños o grandes esfuerzos que hacen las demás personas. Que hay que detenernos un momento y sonreír, porque mal que bien, estamos vivos.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.