Parte 41; Qin. El final de una dinastía (parte 2)

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Sábado 27 de Agosto.

El equipo de novatos discutía qué zona del imperio Qin visitar. Al fin tenían libre elección, su tutor ha sido benevolente confiando en ellos mas fue un poco decepcionante oír que Gin no tiene idea de cómo es su imperio ya que, cumpliendo con su trabajo de guardaespaldas real, nunca puso atención a algo tan simple como el paisaje. "Elijan ustedes, a mí me da igual. Ir a donde sea será divertido" pidió el chico nativo del imperio ansioso por ver todo aquello de lo que se ha perdido en sus propias tierras, momento en que la mirada de todos, irónicamente, se posó en el único que conoce muy bien cada imperio y que podría llevarlos a algún lugar interesante, el maestro de geografía del Limbo, Niflheim. "Al fin les dejo escoger ¿Y me piden que yo decida?" Admiró el nórdico simulando estar indignado, mas, como todos saben, aludir a sus amplios conocimientos es inflar su ego y le es imposible no alardear. Ya casi era medianoche así que el tutor se retiró para dormir, por la mañana ha de decidir a dónde irán así que, hasta entonces, no pueden hacer más que esperar y lo mejor es seguir su ejemplo y descansar.
Como ya es costumbre del equipo pidieron a Rolf que cante para ellos asegurándoles una buena noche de sueño, tan buena que incluso tras las perturbadoras vivencias del día anterior ni siquiera tuvieron pesadillas, al contrario, quien haya logrado soñar algo fue agradable.
De madrugada fueron despertados por su tutor y se prepararon para iniciar su viaje. Tras asearse y vestirse lo más importante para comenzar el día era comer bien, luego se les informará a dónde irán, mas, cuando se dirigían al comedor que está en la recepción, Gin detuvo el paso un instante y frunció el ceño al dar un fugaz vistazo a los otros huéspedes. Sus compañeros se sentaron para comer sin notar nada inusual a su alrededor cuando Gin les pidió que lo esperen un momento y que comiencen a comer sin él, aseguró tener algo que hacer y que no tardará más de cinco minutos, reiteró expresamente que por favor le permitan ir solo y Niflheim, quien alcanzó a entender qué pasaba, le concedió ese derecho.
El chico salió de la posada por la puerta principal dejando a sus compañeros en la duda, viendo fijamente la entrada y después a su maestro quien simplemente comenzó a comer y les pidió hacer lo mismo, como si nada pasara, pero para algunos fue muy evidente; tras Gin alguien más salió de la posada, un hombre vestido con una larga túnica, pantalón gris y sombrero negro del cual un pañuelo negro cubría su nuca y dificultaba verle el rostro. "Es la vestimenta de los eunucos de la ciudadela" admiró Eiree en voz baja causando que Sutej por poco se ahogara al atorarse con la comida de la impresión al tratar de hablar antes de haber tragado. Él y Katherina estuvieron a punto de ponerse de pie y seguir a su compañero pero Niflheim se los impidió hablando en tono severo, recordándoles que el mismo Gin les pidió dejarlo solo en ese momento, "es algo que debe hacer solo" impuso el maestro quien, puesto en duda por no ser "muy sabio" se enfadó con sus alumnos y hubiese tomado represalias de no ser porque Eiree lo apoyó al decir que tiene razón; deben dejar a Gin solucionar ciertos problemas solo, especialmente si él mismo siente que puede hacerlo, como hoy pueden ver…
En el estrecho callejón junto a la posada, donde a esa hora no circula nadie, Gin esperó que aquel hombre lo siguiera hasta allá, donde estarían lejos de miradas curiosas. Tal como notó Eiree, el hombre que ha venido por Gin viste el típico traje gris de los eunucos del palacio, y es una completa ironía que esa mañana Gin haya decidido usar el vistoso kimono rojo y negro que su hermana le obsequió tiempo atrás, pues quien está ante él y ocultándose de todo el mundo temiendo ser descubierto no es otro que el emperador, su antiguo amo, a quien siempre conoció como "príncipe Qin Chun". Tal como le comentó alguna vez a su amiga Kat, Chun es un joven de su misma edad, no es más alto que Rolf, quien mide 170 centímetros, posee piel oscura como la de Sutej, su mandíbula está levemente marcada hacia adelante y tiene labios gruesos pero achatados en los bordes, sus grandes ojos negros enrojecidos y húmedos reflejan su angustia y dado a su lastimero estado se hace entendible por qué Rolf se apiadó de él; dejando de lado su linaje no es más que un joven común y corriente que no llamaría la atención de nadie por su aspecto, y sabiendo lo que ha vivido, o mejor dicho lo que "no ha vivido", es entendible que se vea tan confundido tras los años que ha pasado poseído sin tener idea de qué hacía él mismo o los demás a su alrededor, despertando hoy sin saber nada, entendiendo a duras penas quién es…
Gin en ese momento creyó dudar mucho más, pero fue capaz de mantenerse firme con el rostro en alto, sintiendo en lugar de miedo, rencor o frustración, algo de lástima al ver hacia atrás en el tiempo y entender al fin cómo fueron las cosas. Antes sufría mucho avergonzado y en silencio sin querer admitir que la relación entre ellos dos fue técnicamente recíproca, distinta al típico abuso de un amo hacia su sirviente, se ha visto obligado a admitir ante su íntima amiga y también su duret que en realidad nunca fue abusado por Chun sino que más bien fue embaucado por sus dulces palabras y tratos de doble filo, aunque le duela en el alma decirlo se enamoró de él, un amor enfermizo que no debió existir en ningún sentido, uno que hoy le duele recordar, como si quien está frente a él realmente estuviese muerto. A fin de cuentas ¿Quién está ante él? ¿Siquiera lo conoce? ¿algo de lo que alguna vez le haya dicho realmente lo pensó él mismo o sólo fueron las palabras de alguno de esos miles de demonios que vivían en él? En ese punto, y suspirando con un nudo en la garganta ante los titubeos del emperador quien no consigue decir nada consumido por su propia angustia y temor, el joven setra esquivó la mirada agobiado entendiendo que, como ha sospechado, todo fue una mentira; ese no es el príncipe Qin Chun que él recuerda, ni siquiera tiene su mirada, no es más que el cuerpo y rostro de alguien similar pero ya no debe tener importancia para él. Los demonios que tanto lo han hecho sufrir con sus mentiras ya han muerto dejando tras de sí este patético títere carente del ímpetu necesario para gobernar un imperio como se espera que haga, o de alzar la voz ante él siquiera.
-¿Qué quieres?- preguntó Gin altaneramente tras lograr recuperar la compostura-
- Gin…- le dijo en voz baja, aún sin poder creer tenerlo en frente y sin saber qué hacer en esa situación- Necesitaba verte. Y darte las gracias por salvarme- admitió haciendo una reverencia ante él que logró sorprenderlo-
- ¿Salvarte?- dudó llenándose de coraje- ¡Si de mí dependiera estarías muerto! Y qué rabia me da… Que hayas sobrevivido… ¿Y qué? ¿Ahora no vas a decir nada y me miras así?- dudó indignado ante su silencio y evidente espanto- ¿Siquiera sabes por qué estoy molesto? ¿Por qué me duele tanto verte?
- Yo… No- admitió preocupado por su reacción- No lo sé.
- Está bien. No tienes idea, porque no eras tú ¡Nunca fuiste tú! ¡Ni siquiera te conozco! Así que no tienes nada que agradecer ni de qué disculparte... Por favor, sólo vete de aquí- suspiró agobiado al dar la vuelta para marcharse-
- Espera, no te vayas- pidió al de tratar de detenerlo  sujetando su brazo, recibiendo un puñetazo en la quijada como respuesta que lo hizo perder el equilibrio y cayó al suelo con los ojos como platos, atónito bajo la mirada de odio del setra, mas no se iba a quedar callado ni aunque le cueste- ¡Gin, espera! Por favor… Te lo ruego.
- ¿Qué quieres?- gritó ante él tratando de controlar su propia frustración-
- No te vayas… Te necesito- suplicó con la cabeza casi en el suelo y las manos a sus pies-
- Soy un setra ahora. Mi lugar está con mi equipo. Búscate otro guardaespaldas.
- Llévame contigo entonces, haré lo que tú quieras ¡lo que sea! Aquello por lo que me estés odiando lo lamento, y te compensaré a cualquier precio de ser necesario, haz lo que quieras de mí, si te contenta incluso matarme es mejor que… Dejarte ir- aseguró entre lágrimas logrando desconcertar al chico, quien nuevamente recordaba sus palabras como viles mentiras- No me dejes aquí solo otra vez, Gin, yo no puedo… No lo soporto.
- Estás loco ¿Por qué tienes que hostigarme así? ¡Eres un psicópata!- bufó decidido a no escuchar sus ruegos, dando un paso atrás, mas sin poder evitar reflexionar una vez más en ello- Aunque… Ya que ruegas así. Dime ¿Es cierto lo que dicen? ¿Soy yo lo que pediste a esos demonios a cambio de tu voluntad?- encaró directamente- ¿Entregaste tu existencia misma a cambio de mí?
- Sí- admitió sentándose de rodillas en el suelo con la cabeza baja-
- Pero ¿por qué? ¡Dime!
- No lo sé.
- ¿Cómo no vas a saberlo? ¡Maldito mentiroso!- bufó sin poder evitar darle una patada en las costillas que le quitó el aliento- ¡Sólo dime! ¿Por qué yo? ¿Qué mierda querías de mí? ¿Que siguiera asesinado gente?
- Yo no te he enviado a matar a nadie ¡Salvo a mi padre!- aclaró ofuscado- Es que él...
- ¿Entonces qué querías de mí? ¿Es acaso... lo que conseguiste? ¡Me repugnas!
- ¿Qué conseguí?- dudó confundido sin entender el por qué de su ira- Hoy me odias así, y no entiendo… Por favor, dime por qué.
- No sabes nada- admiró anonadado negándose a hablar de ello-y es mejor que no sepas.
- Yo… No, no sé qué habrá pasado en todos estos años, recordar es muy confuso pero sí sé que no es esto lo que yo quería… Hacerte daño es lo último que quise, y si hubiera alguna forma de ganar tu perdón yo...
- No tengo una pizca de misericordia, para que sepas- aclaró furioso alzándole la cabeza por el cabello para poner un cuchillo en su cuello, paralizándolo de terror- Sea lo que sea, no obtendrás lo que quieres de mí y no volverás a verme tampoco.
- Pero Gin… ¡al menos escúchame!
- ¡No! Ya te escuché por mucho tiempo ¡Y fue un gran error! Ahora tú vas a escucharme; asesinar a un humano es imperdonable para un setra, así que no me tientes a cometer un error como ese ¡Porque las ganas de masacrarte no me faltan!

SETRA; Almas DivinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora