Agarré el último buñuelo de la mesa, la mitad de un sándwich de mermelada, un envase de ensalada de frutas y unas cincuenta servilletas, pues estaba muy seguro de que en mi piso se habían acabado hace unos dos meses. La gente arrasaba con el desayuno, mientras que Craig, nuestro vicerrector, se acomodaba la corbata por detrás de un lánguido y calvo señor que jamás había visto antes por la universidad. Este desconocido hablaba sobre algo que mis oídos no alcanzaron a escuchar y si bien me desorientaba no tener contexto, tampoco era algo que quisiera investigar a fondo.
—Estamos sinceramente agradecidos con la buena disposición y gestión que esta institución nos ha brindado —su voz era rasposa, como si se hubiese tirado cinco cajetillas de cigarros antes de hablar ante el micrófono—, y garantizamos que nuestro alumnado estará al mismo nivel académico de todos los estudiantes de esta maravillosa universidad.
Reí mientras empujaba sin cuidado a la multitud que bloqueaba la salida. Una «maravillosa universidad», como mínimo, tendría papel higiénico en los baños. La universidad estatal de Woodvale no era maravillosa, ni ningún sinónimo de la palabra, pero eso era algo que todo, todo el mundo sabía; era cultura general. Así que seguí empujando cuerpos, abriéndome paso con el anhelo de salir de esa enredadera humana.
Pero Falk me agarró, como siempre.
—Craig quiere vernos después de este circo.
Jaló de mi brazo con la fuerza suficiente como para hacer que perdiera esa mitad de sándwich que tanto deseaba saborear, viéndola ser pisoteada por la gente mientras era arrastrado hacia adentro del gimnasio. Me aferré a la comida que me quedaba, apretándola contra mi pecho como si fuese una madre cuidando a sus polluelos.
—¿Vernos o verte?
Él no respondió a mi pregunta, porque la respuesta era obvia. Falk era muy cercano a los altos mandos de la universidad, como si le encantara hacerle favores a gente vieja y usurera. Él odiaba que hiciera chistes al respecto (le molestaba que lo llamase "lame botas"), e insistía que involucrarse activamente en los asuntos de la universidad lo ayudarían a salir con un prestigio y más chances de encontrar empleo. Como él sabía que yo no tenía el más mínimo interés en hacer trabajo extracurricular sin incentivo alguno, me sumaba a sus asuntos cada vez que se le daba la oportunidad, sin consentimiento y sin aviso. Según él, lo hacía "por mi bien".
—Junto con agradecerles a todos por su asistencia, doy por concluida la asamblea semanal de informaciones —Craig se situó frente al micrófono mientras todos escapaban como ratas—. Recuerden que arrojar a otros estudiantes dentro de los basurales periféricos sigue estando prohibido. Tengan un buen día.
Para cuando llegamos a los pies de Craig, más de la mitad de mis servilletas se habían volado. El lugar se vació en menos de tres minutos, quedando nadie más que Falk, Craig, el conserje encargado de limpiar el desastre que quedó con la comida, el desconocido y yo. Este extraño y nuestro vicerrector seguían conversando y, en cuanto se percataron de nuestra presencia, pararon en seco.
—Oh, Falk —exclamó Craig, extendiéndole una mano—, llegas en el momento preciso.
—Es un gusto —tras saludarlo de vuelta, Falk le extendió la palma al otro señor—, estimado.
Me quedé de pie detrás de ellos, a la distancia, como si no fuese nada más que un simple espectador. Risas llenas de diplomacia brotaban de forma aleatoria y, después de diez minutos de palabras y palabras, los tres comenzaron a avanzar a través del gimnasio. Falk, con toda la discreción que lo caracterizaba, me hizo señales para que los siguiera.
—Es una verdadera tragedia lo ocurrido en Humboldt —dijo mi amigo, hacia el señor de cabello inexistente.
—Créeme que lo sé, hijo mío —respondió él, mientras caminaban a la velocidad de un caracol—. La vida es impredecible.
Y eso hice. Los seguí, a través de cuadras y cuadras del campus, comiendo con lentitud el desayuno que ya estaba caliente de tanto apretarlo contra mi cuerpo. De derecha a izquierda, luego de arriba hacia abajo, hacia el frente y hacia atrás. Me quedaba claro que su único objetivo era conversar, pero no sabía qué tanto importaba mi presencia si solo convocaron una reunión para hablar hasta el infarto. Y era difícil estar al tanto de una conversación de la que no eres partícipe, por lo que las palabras y oraciones que lograba captar eran confusas y un tanto irrisorias a mis oídos.
—Va a ser algo grande, de verdad que lo será.
—Lo sé, nos ayudará mucho como establecimiento.
—Solo espero que el proceso de reconstrucción no sea muy tardado.
Intenté llamar la atención de Falk, con la esperanza de que me incluyera en la situación. Me ignoró, y cada vez que estaba dispuesto a irme, me penetraba con esa mirada amenazante que tanto solía perturbarme. Por suerte, después de un par de vueltas más alrededor de la universidad, llegamos al edificio ejecutivo. A un par de metros de distancia, podía ver como se despedían el uno al otro e intercambiaban sus últimas palabras. El calvo entró junto con Falk en el edificio, mientras que Craig se devolvió hacia mi dirección, mirando el cielo y silbando como si tuviese la vida resuelta. Me enderecé, preparado para lo que sea que él tuviese para decirme.
—Muchas gracias por tu buena voluntad, Judas —dijo mientras pasaba por mi lado, sin si quiera mirarme a los ojos— ¡Nos vemos el lunes a primera hora!
Me detuve, me tomé un par de segundos para procesar lo que había dicho y, después de calmar el dolor de estómago que esto me causó, me di la vuelta. Por tristeza, no pude confrontarlo, pues ya había desaparecido por completo.
Falk apareció del edificio a los pocos segundos, con ese gesto de «tenme piedad» que hacía cada vez que me arrastraba a un infierno carente de salida.
—Hay mucho que explicar.
Asentí, reprimiendo las ganas de arrancarle los globos oculares.
—Mucho, mucho que explicar.
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Jenios
Teen FictionEsperar por justicia divina es una total pérdida de tiempo, o al menos así lo ve Judas. Francesco, por otro lado, prefiere no mancharse las manos con asuntos que están lejos de convertirse en suyos. No es decisión de ellos necesitarse el uno al otr...