Capítulo IV

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—Voy a poner música— digo bebiendo un trago de la botella de whisky que hemos comprado antes en el bar de al lado.

—No la pongas muy alta o se nos caerá el pelo— dice divertida quitándome la botella para beberse ella un trago.— Vale tenemos arcilla verde o de... ¿aguacate? ¿Dónde has comprado esto?— dice divertida mirando la mascarilla como si fuera lo más extraño.

—Pues en una tienda, dicen que son muy buenas. Pero mejor cojemos la de arcilla que esas de tela se caen todo el rato— le quito la botella y doy un trago largo antes de acercarme al reproductor de música y ponerla a un volumen relativamente normal.

Así es cómo hemos llegado a estar cantando, como locas y bastante borrachas, fiera inquieta.

Si, es un tanto extraño. Pero en nuestra defensa esa serie la vimos de niñas, y no se puede pedir nada coherente a alguien que está borracho, para que voy a engañar.

—¡Quien es ese hombreee!— medio cantamos y medio gritamos Bea y yo en cuanto comienza el estribillo— ¡Y me hace temblar, pero me hace sentir mujer!— grito antes de darle un trago a la botella.—¡Siempre seré yo su dueña!— canto dejando la botella para ponerme a bailar con Bea quien al igual que yo está con la mascarilla de arcilla verde todavía puesta y con el pijama que tenemos las dos igual.

—¡Se puede saber qué...!— grita el cabo entrando de golpe a la habitación pero de inmediato se queda mudo al vernos en tal situación.

De inmediato corro hacia el reproductor de música y lo apago y de paso tapó la botella que estaba en el suelo tirando con disimulo un cojín de la cama.

—Buenas tardes mi cabo— decimos al unísono y poniéndonos firmes en cuanto la música para de sonar. El cabo posa su mirada en mi amiga la cual está intentando atarse el pelo algo mejor, lo que hace que el sargento se sonroje levemente y que carraspe.

—¡Se puede saber qué hacéis!— grita retomando su aspecto amenazante.

—Nos estábamos divirtiendo un poco...— digo aguantándome la sonrisa, haciendo que me mire molesto.

—¿Cabo?— dice una voz que reconozco enseguida.

—Sargento Torres, ¿qué hace aquí?— pregunta el cabo sorprendido.

—Vengo a buscar a la cadete Fernández... ¿Pasa algo?— pregunta distrayendo al cabo, lo que aprovecho para esconder mejor la botella intentando no caerme por el camino.

—Eso he venido a descubrir, me han llamado quejándose varias veces— dice volviéndose a mirarnos con cierta sospecha en sus ojos.

—Solo teníamos un poco de música puesta, no sabíamos que podía molestar a las seis de la tarde— digo rodando los ojos pero de inmediato me llevo un codazo por parte de Bea.

—Lo que quiere decir, es que la próxima vez tendremos más cuidado— dice Bea con una sonrisa angelical que hace sonrojar al cabo.

Uy... uy... uy... Aquí hay tema...

—Eso espero— dice carraspeando— Será mejor que me vaya— dice echando una última mirada a Bea que le hace sonrojarse más y que se vaya rápidamente.

—¿Se puede saber qué hacéis?— dice Edgar entrando a la habitación pero cuando nos ve con la cara verde frunce el ceño— ¿Qué lleváis en la cara?

—Es una mascarilla ni que fuera algo de otro mundo— digo sacando la botella de debajo de la cama.

—¡Isa!— me regaña Bea—No es lo que crees, no es alcohol— dice rápidamente mi amiga asustada quitándome la botella

Pelotón trojanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora