Capítulo II

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Cuando llego a la academia es casi la hora así que comienzo a correr con la maleta en la mano hacia al cuartel. Cuando llego a la entrada, abro la puerta apurada y corro por el pasillo intentando llegar lo antes posible a la habitación de siempre, pero cuando giro me choco con uno de los soldados y sin querer le tiro su maleta por el golpe.

—Joder, perdóname, llego tarde— me disculpo apurada sin mirarle, antes de seguir mi camino hacia mi habitación.

Cuando llego dejo la maleta sobre mi cama y vuelvo a salir de la habitación como alma que lleva el diablo para ir al campo de entrenamiento. Una vez que llego y veo que todavía no ha venido el cabo cojo una buena bocanada de aire.

—Si no llegas con la hora pegada al culo no eres tú— dice burlón Leo haciéndome reír.

Tiene toda la razón...

—Ya... ¿Alguna novedad?

—Nada, solo sabemos que hay tres nuevos en la clase, Bea y dos chicos— dice curioso

—Ahora vendrá el cabo con ellos...— digo intentando calmar mi respiración.

—¡La puntualidad es lo primero!— grita el cabo molesto, de inmediato todos nos giramos a ver que pasa, y vemos al cabo acompañado de Bea y de dos chicos.

—¿Esos no son los del bar de ayer?— pregunta Iker a Lucas.

—Si, es el gilipollas de ayer— digo segura echándole un repaso al chico que se acerca a nosotros con cara de pocos amigos. Miro al chico que está al lado de él y hay que decir que no está nada mal, con el pelo rubio y muy cortito junto con esos ojos azules, pero el otro, el que me empujo...

Dios mio, parece de otro planeta.

Su pelo es más largo que el de su amigo, pero lo lleva perfectamente peinado como exige el reglamento. Su rostro,con esas facciones marcadas, y unos ojos verdes enmarcados por unas gruesas cejas negras como su pelo, me quita prácticamente el aliento.

—¡Todos firmes!— nos ordena el cabo sacándome de mi sueño, de inmediato todos nos ponemos en nuestra posición, y yo al estar en primera fila saludo con una sonrisa a Bea que está al lado del rubiales.— Cadete, dígales cómo se castiga la impuntualidad aquí— dice mirándome, doy un paso adelante y me pongo firme.

—¡Se castiga con cincuenta vueltas al campo, mi cabo!— digo firme, recordando todas las veces que me toco ese castigo.

—Me alegro de que este año por fin la haya quedado claro, cadete. Tu, cinquenta vueltas al campo— dice con fuerza.

—A sus ordenes mi cabo— dice taladrándome con la mirada antes de echar a correr por la pista.

—Bueno, como veis tenemos tres nuevos cadetes, ese de ahí y estos dos. A la cadete me imagino que ya la conoceréis...— dice mirándome a mí— El que está corriendo se llama Gabriel, y él, Diego, ambos estaban alistados en la BRIPAC, pero preferían la acción así que aquí están. Ahora, ¡a correr todo el mundo! Murray lleva el ritmo.— me avisa, asiento y salgo a correr con toda la clase detrás mía.

—¡Veinte vueltas!

—¡Si mi cabo!— grito para que me escuche— Veinte vueltas no es nada eh— digo divertida al ver sus caras resacosas.

—Oye, tu, peliroja— dice alguien detrás mía

—Isabel

—Isabel... Yo soy Diego— dice de nuevo, y ya le pongo cara

—Si, el nuevo. ¿Qué pasa?

—Eres la chica del bar ¿no?

—Si. ¡Dos vueltas!— grito y mis compañeros gritan tras de mi

Pelotón trojanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora