Capítulo XI

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Capítulo XI

—Isabel... ¿No te acuerdas de mí?— dice una voz en mi oído haciendo que abra los ojos asustada. Miro a mi alrededor y no veo a nadie, estoy solo yo en la sala de espera....

Miro la pantalla del móvil, son las doce de la mañana... Me levanto y me estiro un poco justo cuando el olor a café hace que se me haga la boca agua.

—Te he traído algo para que comas y un café...— dice Gabriel entrando a la sala con dos cafés y sorprendentemente el único dulce que me gusta, una napolitana.

—Muchas gracias...— digo un poco cortada, lleva aquí conmigo desde que me trajo, y cuando se fue me dijo que me olvidara de Luka, que ya había hablado con su padre, y que él se encargaría de todo.

Tomo un sorbo del café y de inmediato mi cuerpo entra en calor.

—Si quieres puedes irte, mi tío vendrá en menos de media hora...— le digo levantando la mirada pero él niega con la cabeza.

—No te dejaré sola aquí, después de la llamada de Luka— dice tomandose un sorbo de su café para luego tenderme el bollo, el cual acepto con la boca hecha agua.

—¿Quién es él?— le pregunto curiosa después de dar un bocado.

—El jefe de la Bratva— dice simple haciendo que casi escupa el café.

—¿He hablado con el puto jefe de la mafia rusa?— susurro asustada y sorprendida sin poder creermelo.

—Si, Luka Sokolov, hijo de Iván Sokolov, jefe de la Bratva, es el hijo del jefe, pero prácticamente actúa como si lo fuera ya.

—La madre que me pario... Esto es más complicado que antes, tal vez deberíamos informarles de la situación...— digo mordiéndome el labio nerviosa.

—Lo sabe mi padre, él estará pendiente, está familiarizado con la bratva.— dice seguro sentándose a mi lado.—No temas, ahora mismo hay tres hombres fuera de esta sala vigilando la entrada a la sala, dos más a la puerta del hospital— murmura quitándome con su dedo el azúcar glas que se había quedado en la comisura de mis labios. Instintivamente, muerdo mi labio y miro los suyos, acercándome a ellos para volver a probarlos, pero el sonido de mi móvil me interrumpe.

De inmediato me separo de él y miro la pantalla encontrándome el número de edgar.

—¿Si?

—Se puede saber porque no me has avisado— dice molesto con la respiración acelerada.

—¿De qué hablas?— pregunto confundida.

—De lo de tu abuela. ¿Dónde estás?— me pide y escucho el sonido del coche.

—Edgar, no hace falta que vengas, vendrá ahora mi tío, y tú tienes clases— digo levantándome para tener más intimidad, ya que no me apetece que Gabriel escuche todo.

—Soy tu novio, y necesitas que alguien esté contigo...— dice seguro, haciendo que cierre los ojos.

—Edgar, no hace falta, de verdad— insisto rascando mi nuca.

—Eres una testaruda— se queja apagando el motor del coche— Llámame en cuanto necesites algo, en cuanto termine iré, digas lo que digas.

—Vale— digo sonriendo antes de girarme encontrándome con la doctora acompañada de otra mucho más mayor.—Te dejo, acaban de venir las doctoras— digo antes de cortar la llamada y acercarme a ellas.—¿Esta bien?

—Eso creemos, la operación ha salido muy bien, ahora está en la UCI, todavía está con la anestesia, pero si quieres puedes pasar a verla unos minutos. Cuando se despierte, ya veremos que hacer, tal vez pueda ir a una habitación...

Pelotón trojanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora