⪼Capítulo 6⪻

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18 años después.
Carlisle, Inglaterra. Vísperas de navidad.

La dorada cabellera reposaba sobre el respaldo del sillón de verano, recubierto con cómodos cojines blancos. Los ojos azules estaban perdidos en las pequeñas partículas de nieve que caían con suma delicadeza sobre su cuerpo. En estos momentos, era cuando agradecía su aguda vista, para poder contemplar en detalle cada copo de nieve.

Si le preguntasen a Louis, cuales eran los beneficios de ser un vampiro, seguramente podría hacer una lista con los pro y los contra.

En la lista de los pro, sin duda alguna, encabezarían: la perfecta visión, la agudeza auditiva y la velocidad. Y por supuesto, la capacidad de percibir las emociones de los demás, esa, era una ventaja que definitivamente estaría dentro de los primeros puestos.

En la lista de los contra, absolutamente encabezaría la inmortalidad. Sí, el paso del tiempo era algo a lo que no podía acostumbrarse, no podía normalizar. Sobre todo, a una de las maldiciones que eso conllevaba: la soledad. La angustiosa y cruel soledad. Aquella que lo había tomado por completo, transformando su existencia en un absoluto padecimiento.

Y la realidad era que, Louis no podía quejarse, en absoluto. Después de dieciocho años, aún su acuerdo con los hombres lobos seguía intacto. Continuaba honrando su palabra, por lo que gozaba de la comodidad de las tierras de Carlisle, las que tanto había deseado. Ahora las ocupaba con su gran mansión, en la que albergaba a su clan.

Su amigo Jason, había regresado. Luego de tantos años, lo había encontrado. Y a pesar de las largas charlas que habían comenzado a tener desde su regreso, de contarles sus hazañas y escuchar las de él, al término de cada una de esas conversaciones, la soledad lo atacaba nuevamente, convirtiéndose en un círculo vicioso del cual no podía salir.

Respiró apesadumbrado y cerró los ojos cuando escuchó a alguien acercarse. Reconoció sus pasos y sus fuertes emociones.

—¡Feliz cumpleaños!—pronunció suavemente Jason, apoyando la mano sobre el hombro de su amigo.

Este se giró hacia él, con una mirada desaprobatoria, negando con la cabeza.

»No me mires así, Louis. Hoy cumples ciento veintiocho años. Amigo, definitivamente eso hay que festejarlo.

Louis negó varias veces, otra vez. —Es ridículo festejar eso.

—Bueno —frunció los labios en una mueca—, hay mucha gente que querría cumplir ciento veintiocho años y lucir de veintitrés.

arrugó la frente. —¿Hay gente que llega a esa edad?

—No —rio livianamente—, pero créeme que a muchos les gustaría ser como nosotros.

—No veo el porqué querrían esta vida. —Se encogió de hombros volviendo la vista al frente, prestando otra vez atención a los copos de nieve.

—Por lo obvio. —Comenzó a enumerar con los dedos—. No podemos lastimarnos y si lo hacemos, cicatrizamos al instante. Somos veloces. La audición es perfecta al igual que la vista. Tenemos habilidades, además, un punto para nada menor, es que jamás envejecemos.

El de cabellos dorados, rodó los ojos.

—Vamos, Louis, no puedes negar que ser inmortal tiene sus ventajas.

—No lo niego, es verdad. Solo que a veces puede ser demasiado tedioso.

Jason tomó asiento en el sillón próximo a su amigo y observó su mirada perdida en el horizonte.

—Tienes que salir más, Lou. Pasas demasiado tiempo en la casa y eso te está afectando. Únicamente sales cuando debes alimentarte. —Lo reprendió amablemente.

Fire on Fire [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora