⪼Capítulo 28⪻

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Contaba mentalmente las pisadas de sus costosos zapatos Armani en el fino suelo de porcelanato. A esta altura del partido se lo podría considerar un embajador de la marca, y no habría dudas que si el mismísimo Giorgio Armani contemplaba la perfección de sus prendas en el cuerpo de Louis, lo nombraría como tal.

No se detuvo a observar las miradas curiosas que se fijaban en él, mantenía el mentón en alto y el porte intacto, a pesar de que por dentro, estuviera pudriéndose como fruta pasada, incomible y repugnante. El vacío en su interior se extendía cada día más, haciéndolo caer aún más profundo, en una caída que nunca llegaría a su fin, únicamente para prolongar la maldita agonía de haber perdido a la única persona que amó en su condenada existencia.

Estaba muriendo, dándole honor a aquel apodo que despectivamente le ofrecían como ofensa, un muerto en vida, desde el momento en que se marchó de Carlisle. Agonizaba día tras día, sufriendo el vacío, la pérdida, y no había podido controlar por completo sus instintos, los deseos de aquel monstruo despiadado que había emergido a la superficie y que él mismo permitía que permaneciera allí, porque así lograba apagar un poco su humanidad, pero iluso y estupido creer que conseguiría olvidar a Harry de esa manera.

Sin embargo, a pesar de la gran agitación que sufría por dentro, su exterior se mantenía impoluto, belleza absolutamente inmaculada, postura perfecta. Su nívea piel, tan tersa, continuaba siendo la guardiana de su juventud. Nada, excepto los cardenales morados debajo de los ojos, eran los únicos que podían llegar a delatar el estado de descomposición interno que lo consumía.

El secretario del Boursorama de Francia, distinguió a Louis acercándose hacia él con elegancia. Sus manos le comenzaron a sudar, por supuesto que sí, cómo no sería consumido por el nerviosismo cuando el mismísimo Louis Tomlinson, estaba caminando en las instalaciones de la sede central.

—Monsieur Tomlinson. —Intentó decir sin tartamudear. Se puso torpemente de pie, acortando la distancia que los separaba, extendiéndole la mano—. C'est un privilège d'être honoré par votre présence. /Es un privilegio que nos honre con su presencia.

—Monsieur Durant.

Saludó con diplomacia extendiendo también la mano al hombre calvo y regordete que lo saludaba nervioso.

—A quoi devons-nous l'honneur de votre visite? /¿A qué debemos el honor de su visita?

Louis quería rodar los ojos por la falsa cortesía, conocía muy bien a los mequetrefes como este, colocados en puestos estratégicos según su nivel de hipocresía y fingimiento. No deseaba ninguna adulación más de su parte.

—Quiero ver al Señor Moreau.

—Monsieur Moreau n'est pas disponible pour le moment, peut-être... /El Señor Moreau no está disponible en este momento, quizás...

—¿Perdón? —lo interrumpió, sintiéndose ofendido—. Te sugiero que reconsideres la respuesta que pretendes ofrecerme.

Acortó la distancia entre ellos, hablando en un tono intimidante que logró calar cada poro del mequetrefe.

El hombre se acomodó nervioso las gafas en el puente de su nariz, limpiando una gota de sudor que le caía por la sien. Se relamió los labios antes de responder.

—Lo siento, Monsieur Tomlinson, anunciaré su llegada y lo recibirá enseguida.

Louis levantó el mentón con suficiencia y asintió.

—Merci.

Caminó hacia los costosos sillones de cuero estilo capitoné y tomó asiento. Observó la gente ir y venir, personas ostentando riqueza, pero él podía saborear la desolación de sus corazones, las expresiones y palabras podrían engañar, pero no sus emociones. Louis estaba acostumbrado a tales cosas, los primeros años de su nueva vida los había vivido de esa manera junto a Lilith, ella amaba la vida costosa, le gustaba estar rodeada de lujos y ostentar su riqueza, de la misma manera que lo ostentaba a él, como si se tratara solamente de un adorno, algo bonito que lucir.

Fire on Fire [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora