⪼Capítulo 23⪻

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Dos meses después

El amarillo y el naranja lo rodeaban por completo, colores intensos y refulgentes. Su espalda reposaba sobre la verde hierba, su esponjoso lecho en una mañana de sol radiante que complacido iluminaba el pequeño claro de bosque. Un aroma tan familiar, llenando sus pulmones con la agradable fragancia.

Narcisos. ¿Cómo olvidarlo? Jamás podría.

El rostro frente a él era una magnífica obra de arte, rostros angelicales si los había, de seguro el de él era uno. Perfectos rasgos, tan bellos. Mandíbula marcada, pómulos pronunciados.

Los cariñosos ojos azules lo observaban con amor. La tierna sonrisa cautivaba completamente su corazón. El frío impetuoso acariciaba suavemente su abdomen, y parte del pecho haciéndolo estremecer. Brindándole una calidez de hogar.

Sintió la pertenencia. Se sentía en casa. Sin embargo, no había muros que lo limitaran, sino aquella dulce mirada, aquella tierna sonrisa, las suaves y gélidas caricias que se sentían como un hogar, al cual había pertenecido siempre, y al que sin duda alguna, pertenecería eternamente.

«...Mío... Siempre mío»

Sonrió tiernamente, a pesar del calor que estaba comenzado a recorrer su cuerpo.

«Tuyo, siempre lo fui»

Su interior ardía, removió incómodo su cuerpo sudoroso. Necesitaba regresar al estado de tranquilidad y calidez que se encontraba hacía unos instantes.

Balbuceó nervioso, sus labios no podían responder, ni siquiera corresponder esas dulces palabras. Cerró los ojos con fuerza intentando despertarse, pero al abrirlos nuevamente, seguía ahí, frente a Louis, quien sonreía serenamente, contemplándolo con absoluto amor.

Extendió una mano, intentando retener al mágico ser, portador de una belleza imperturbable, completamente admirable.

"No te vayas, por favor..." Suplicó, sentándose en la hierba con los brazos extendidos hacia la criatura.

«...Me quedaré aquí, bebé, prometí que me quedaría a tu lado hasta el último minuto de vida» Juró tiernamente.

Los temblores y el calor aumentaban en su cuerpo, si no los controlaba entonces se transformaría y podría dañarlo.

«No... No, no es el momento»

Se regañó, con frustración cuando su cuerpo tembló desmedidamente. Enfocó la vista en sus extremidades convulsionando, vibrando ante la inminente transformación, pero había una extraña fuerza en su ser que no se detenía, una fuerza ardiente y punzante que amenazaba con conquistar todo su cuerpo y no podía frenar la impetuosidad de la conquista. Estaba seguro que lo tomaría por completo y que nada podría hacer para evitarlo.

«¡Vete! ¡Vete, no quiero hacerte daño, mi amor!»

Suplicó con desesperación, intentando protegerlo. Más la perfecta figura no se movió un ápice. La fuerza imparable acabó por consumir su interior y con una espantosa celeridad su piel fue reemplazada por un pelaje negro azabache. Sus músculos agarrotados fueron presos del salvajismo que había conquistado con impetuosidad cada fibra de su ser, abrasador y letal.

Un feroz gruñido se desató de lo más profundo de sus entrañas. Sus garras se enterraron en la hierba con fiereza. Pudo ver a la criatura mover los labios, pero los gruñidos y el pitido en sus oídos no le permitían escucharlo.

Sacudió la cabeza en un intento de aclararse, de recuperar la calma. Resopló molesto por causa del olor, era ácido y su hocico comenzó a quemarle.

Fire on Fire [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora