5. La nebulosa de Orión

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Mirelle miraba el espacio desde su asiento. Iba erguida, tensa y asustada. Los astronautas hacían sus respectivos chequeos. Marcus lucía apacible, tranquilo, como si supiera lo que el destino le tenía preparado.

Fueron dos meses de convivencia compleja, pero lograron llevarse bien y mantenerse concentrados siempre en lo que debían hacer.

—En poco tiempo entraremos a la nebulosa —anunció Lucian—, ajusten sus cinturones, la nave se sacudirá.

—La señal proviene de un planeta enano —habló Nandes—, preparando la ruta para aterrizar.

—Hecho —respondió Corina.

—Ajusten sus cascos, señores pasajeros —bromeó Terry.

—Mierda —bufó Mirelle y todos la miraron—, lo siento.

Marcus la miró divertido y la ayudó a ajustarse el casco.

—Pero que torpe —la regañó—, así no podré postularte para que seas la que baje primero.

—No quiero bajar primero —lloriqueó.

—Si lo harás, así que calma tus nervios.

—Está bien, está bien, solo ayúdame con esto, creo que se dañó.

—La atmosfera no es respirable. La señal proviene de un punto en un risco, no podremos aterrizar aquí —explicó Lucian.

—Ubicando zona segura de aterrizaje —anunció Nandes.

—Veo una zona segura —indicó Corina en el mapa trazado frente a ella—, hay una especie de llanura, suelo sólido —dijo leyendo las lecturas de su pantalla—, podemos armar un laboratorio de reconocimiento —indicó.

—Bien, Nandes y Corina se quedarán conmigo para empezar la fase de reconocimiento. Los soldados irán en busca de la señal —explicó por el intercomunicador.

—De acuerdo —respondió de inmediato Marcus.

—¿Qué hay de la comunicación con la estación espacial? —preguntó Terry.

—Intermitente. Solo hemos podido enviar bips afirmativos —respondió Lucian.

—La nebulosa está llena de discos protoplanetarios —dijo Corina—, este lugar será un hermoso sistema solar dentro de unos cuantos millones de años.

—El universo es impresionante —susurró Mirelle mirando extasiada el paisaje a su alrededor.

La nave empezó a vibrar con fuerza al entrar a la atmósfera del planeta. No había indicios de agua, ni vegetación. Solo se veía una extensión sólida y rocosa, llena de riscos, cráteres y precipicios.

—Preparando para aterrizaje —anunció Lucian nuevamente—, bienvenidos al planeta... ¿Cuál nombre le viene bien? —preguntó divertido.

—El nombre de nuestro rescatado —intervino Mirelle y todos asintieron en señal de aprobación.

—Eso es una excelente idea —dijo Marcus.

La nave se deslizó con suavidad y aterrizó despacio, sobresaltando a sus tripulantes al hacer contacto con el suelo. Se escuchó interferencia por los intercomunicadores.

—Es la atmósfera —indicó Lucian—, la nave está haciendo la primera fase de reconocimiento. No ha detectado señales orgánicas, Enfoquemos la fase en aquel risco —dijo presionando la pantalla de la consola.

Una imagen amplificada del risco se dibujó en la pantalla.

—Ahí está, desde ese punto nace la señal de ayuda. Es una sonda, a juzgar por su tamaño, solo debe tener espacio para una persona —dijo pensativo—, a no ser que sean seres diminutos y dentro estén miles de ellos —rió.

—Saldremos ya —intervino Marcus.

—La gravedad es un poco mayor a la de nuestro planeta, pueden sentirse un poco aplastados —les advirtió Corina—, se cansarán más rápido, no pueden ir a pie.

Nandes se puso de pie y se dirigió a una compuerta oscura.

—Les presento al Nova Land Rover, cortesía del Sub Comando Aviar —Nandes descubrió el enorme vehículo que se ocultaba debajo de la lona y que nadie había notado antes.

—Elijan al conductor —rió Lucian mientras abría la compuerta y bajaba con varias cajas encima.

Mientras Marcus y Terry discutían sobre quién debía conducir, Mirelle bajó de la nave y suspiró levemente. El paisaje era impresionante, y al fondo, en el risco que se veía a lo lejos, una punzada de calor le atravesó el cuerpo. Ahí debía ir.

El traje le incomodaba un poco, porque picaba. La tela gruesa blanca se le ceñía a la cintura y le dificultaba la movilidad, al igual que los demás. Sentía que una fuerza extraña la arrojaba hacia el piso, y renegó sobre la gravedad mientras caminaba hacia el Land Rover.

—Parece ser una cápsula —dijo Mirelle sin dejar de mirar al frente.

El vehículo se había puesto en marcha, con Terry al volante.

—¿Cuánto tiempo crees que lleve ahí? —preguntó Marcus.

—Espero que no tanto como para que sea demasiado tarde —respondió la chica.

Su corazón latía con fuerza y empezaba a sudar, a pesar del frío que hacía en aquel lugar.

El Nova Land Rover se detuvo a escasos metros del risco, en una zona segura que impidiera que se derrumbara. La capsula brillaba, reflectaba la luz de una forma diferente a la que conocían, por lo que dedujeron se trataba de un material totalmente desconocido para ellos.

Mirelle se acercó con cautela, intentando no tropezarse con los desniveles del suelo rocoso. Marcus iba detrás de ella.

—Ahí hay algo —dijo acercándose al armatoste— ¿Laboratorio genético?

—¿Está escrito en español? —preguntó Marcus sorprendido— Me esperaba algún tipo de jeroglífico —bromeó.

—Tiene un logo y dice Laboratorio genético —repitió y palpó la capsula—, es metal, o eso parece. —Tocó con los nudillos produciendo un eco y el aparato se iluminó— Mierda —bufó retrocediendo.

La superficie empezó a aclararse y descubrió un panel traslúcido.

—Hay alguien aquí adentro, Marcus —susurró Mirelle acercándose—, no creerás lo que estoy viendo —dijo a través del intercomunicador.

Mirelle se apoyó de la capsula y miró hipnotizada al ser que permanecía quieto adentro.

—¿Qué? ¿Qué es? —preguntó Marcus desesperado— Por Dios, di algo, mierda, Mirelle —se acercó asustado.

—Es una chica —respondió finalmente.

Dentro de la capsula dormía apacible una chica rubia, de piel muy blanca y con una insignia tejida en su camisa, con un gafete que rezaba su nombre.

—Azula —leyó Mirelle.

—Bienvenidos al planeta Azula —dijo Lucian porel intercomunicador. Había estado escuchando todo el tiempo.

***

Aquí no se rinde nadie.

Séptima IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora