Marcus estaba acostado en la cama individual de su celda. Traía una camiseta blanca manchada de sangre, y un pantalón de color gris sucio. Estaba despeinado y su nariz estaba rota.
—Luces espantoso —dijo Mirelle apenas lo vio.
—Los otros soldados quedaron peor —rió con dolor.
—Vamos, hay una lucha afuera en la que tenemos que participar —le lanzó uno de los bolsos que traía encima Helena—, cámbiate, toma las armas que necesites, buscaré a Terry.
—¿Dónde está Azula? —preguntó— ¿La capitana? ¿Él?
—Esos tres están juntos.
—Marcus hizo un gesto de desesperación.
—Vístete ya —inquirió Helena.
Una vez los cuatro estuvieron listos salieron del CVE. El equipo del directo Jewyen había logrado contener las calles cercanas al comando, pero a lo lejos, hacia el centro de la ciudad todo seguía en caos. Se subieron a un rover que Helena había modificado recientemente y se dirigieron a toda velocidad hacia allá.
Los civiles estaban completamente enloquecidos, hombres, mujeres, niños, ¡incluso perros!
El dios errante los estaba controlando a todos.
—¿Por qué a nosotros no nos puede controlar? —preguntó Terry.
—Creo que su control mental es limitado, quizás responde a voluntades débiles o fuertes, no lo sé.
—¿Por qué Nexus no ha intervenido? —preguntó Helena.
Una explosión los hizo detenerse en medio de la calle, los civiles se alejaron todos al mismo tiempo y entre la nube de polvo que se formó apareció la silueta alta y delgada de la capitana Berett.
—¡MAMÁ! —Marcus gritó y corrió hacia ella, pero antes de poder hacer algo más, la mujer lo arrojó hacia los escombros con un movimiento elegante de su mano.
Terry y Helena corrieron a ayudarlo, mientras Mirelle miraba fijamente a la chica que había aparecido justo a su lado: Azula.
Su mirada era distinta, fría y calculadora, sus labios apretados y el ceño fruncido, completamente furiosa.
—Ay, no —se lamentó Mirelle.
Mientras los civiles continuaban saqueando todo a su alrededor y luchaban contra los pocos soldados que aún quedaban de pie, Mirelle observó como Azula caminaba despacio, pero amenazante, hacia ella.
—H-hola —saludó Mirelle con nerviosismo al tenerla más cerca.
Azula arremetió contra ella con un golpe directo a su cara que Mirelle pudo esquivar por poco.
—Muy bien, me advertiste que esto podía pasar —jadeó mientras seguía esquivando los golpes de Azula—. Y me pediste que me alejara si ocurría —sostuvo su brazo en el aire pero Azula la pateó en el estómago haciéndola retroceder un par de metros en el suelo—. Que fuerte pegas —se lamentó—, pero oye, no puedo alejarme —continuó intentando no sonar pesimista.
Terry quiso intervenir pero salió disparado hacia los escombros, igual que Marcus.
—¡Usa tu arma! —gritó Helena desde el otro lado.
—Sí, sí, mi arma —se palpó el traje que llevaba puesto y sacó un pequeño bastón— ¡Helena! —gritó— ¡¿Qué es esto?! —Azula volvió a golpearla y lanzarla hacia atrás.
—¡Actívalo en el botón del medio! —respondió Helena.
Y así lo hizo, el pequeño bastón se convirtió en uno más grande y con eso pudo defenderse, sin embargo, Azula lograba esquivar sus golpes, hasta que el arma se electrificó y Azula cayó al suelo neutralizada con la descarga eléctrica.
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Séptima II
Science FictionEl dios errante sigue vagando perdido y resentido por el universo, odiando sus emociones terrenales y en su inmersa meditación de venganza, consigue la clave para que su plan tenga éxito: usar aquello que lo derrotó la primera vez. Una dimensión des...