10. Control

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Marcus había intentado llamar a Mirelle varias veces durante todo el día. Luego de que su amiga cortara la llamada sin decirle nada más. Se sentía un poco culpable, Mirelle era su mejor amiga y no había puesto ni un poco de esfuerzo en ayudarla con el traslado de Azula. La verdad era que se sentía agobiado y exhausto. Zail seguía apareciendo en sus sueños, dejándole mensajes que no entendía y que le interrumpían su escaso descanso.

Con mucho esfuerzo salió de su cuadrada habitación. Semanas antes había decidido pintar las paredes de un color gris oscuro, porque creía que se vería moderno. Y sí, cuando su mente estaba calmada, se sentía a gusto en ella, pero en ese instante sentía que aquellas paredes lo aplastaban desde todas las direcciones.

Probó con el número de su madre, pero la capitana tampoco contestó. Con gesto preocupado se puso en marcha hacia su oficina, no sin antes enviarle un mensaje de texto a Helena.

Al cruzar el último pasillo, observó a la distancia, la puerta de la oficina de Kateryne entreabierta. Frunció el ceño y aceleró el paso, pues su madre nunca dejaba la puerta sin cerrar.

A los pocos centímetros de poder tocar el pomo de la puerta, la elegante mujer salió.

—Mamá —dijo sorprendido—, he estado llamándote —anunció—, ¿estabas ocupada?

—No, uhm —balbuceó—, me quedé dormida sobre el escritorio, he dormido poco estos días —dijo con un pequeña sonrisa mirándolo de arriba abajo.

—Entiendo que con el traslado repentino de Azula debes estar bastante agobiada.

—Así es.

El chico asintió en un incómodo silencio y carraspeó:

—¿Podemos hacer algo? —preguntó impaciente— No es buena idea permitir que Tohmer se lleve a Azula a Nexus. Mirelle ha avanzado bastante, Azula confía en ella.

—Nexus dio una orden —respondió con rudeza—, en esta galaxia debe empezar a respetarse la decisión de nuestros líderes superiores.

Marcus la miró confundido y preguntó:

—¿Galaxia? ¿Vas a dejar que Tohmer se la lleve? —dijo concentrándose en lo que realmente le importaba.

Su rostro era un enorme gesto de incredulidad, parecía que la capitana se había vuelto loca.

—Te sugiero que, por favor, ni tú, ni ninguno de los soldados y astronautas encargados de la misión de rescate se inmiscuyan en las decisiones de Nexus. Ya tenemos suficiente con el desastre de Ka... —interrumpió de inmediato su discurso y corrigió—, con el desastre que ha hecho el CVE.

—¿De qué estás hablando?

—Hay cientos de protestas ocurriendo desde hace meses en las ciudades más grandes. Más de la mitad de los soldados de Kennel están en las calles controlando a los novenses. El CVE no ha dado más declaraciones, las personas empiezan a amotinarse, a perder el respeto a la autoridad.

—Y Nexus no hace nada —reclamó—. Ellos quieren poner esa responsabilidad sobre ti, y cuando estalle, toda la culpa recaerá sobre tus hombros.

La mujer se masajeó la sien.

—Te repito, niño. No te metas en este asunto —dijo con los dientes apretados y alejándose a través del pasillo.

—¿Mamá?

La histérica mujer se tropezaba con los tacones que traía puestos, como si no supiera usarlos. Se dirigió al instituto de Tohmer, tocó la puerta con los nudillos y esperó.

El gesto de sorpresa de tohmer ocasionó desagrado en el cuerpo de Kateryne.

—De verdad eres una pérdida de vida — bufó abriéndose paso hacia la habitación.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó incrédulo— Si vienes a tratar de convencerme sobre la chica...

Kateryne lo fulminó con la mirada.

—¿Dónde está ella?

—Camino a Nexus.

—No seas imbécil, sé que pediste que la trasladaran aquí.

—¿Cómo sabes eso?

Kateryne puso los ojos en blanco.

—Tu ineficiencia ha hecho que mi plan demore más de lo esperado. Azul Dramen está en camino y Azula aún no tiene sus recuerdos de vuelta.

—¿Tu plan?

La mujer tomó a Elías del cuello y apretó. Los ojos de Tohmer se abrieron como platos. El agarre era muy fuerte y cuando sus pies se despegaron del suelo, dos lágrimas se resbalaron por sus mejillas.

—Te haré el favor de liberarte de esta prisión de carne —dijo con la mirada fija en él—, pero por favor, no regreses.

Cuando Tohmer dejó de respirar, Kateryne lo soltó y se desplomó sobre el suelo, mientras ella solo atravesó la habitación en busca de Azula.

Terry estaba plantado frente a una puerta metálica y un arma larga cruzaba su pecho.

—Capitana Berett —saludó confundido.

—Hazte un lado, muchacho.

Terry obedeció y la dejó pasar. Se mordió el labio pensativo y echó un vistazo al pasillo.

—¿Dónde está Tohmer? —preguntó en voz baja para sí mismo mientras estiraba el cuello e intentaba ver hacia la sala principal.

Terry se había comunicado con Mirelle esa mañana, debían reunirse en, aproximadamente, una hora y media, pero la llegada de Kateryne Berett al instituto era peculiar, sobretodo porque Elías Tohmer jamás dejaría que la capitana entrara a la habitación donde tenían a Azula.

El silencio era abrumador, no sabía qué hacer. Caminó despacio a través del pasillo y sus ojos se fijaron en el par de piernas que sobresalían. Con el corazón acelerado se acercó más y vio el cuerpo de Tohmer sin vida.

Con sus manos temblorosas tomó el comunicador en su bolsillo y alertó al CVE. Buscó su teléfono celular, que aunque no debía, lo llevaba consigo y llamó a Mirelle.

—Tohmer está muerto —dijo.

Las alarmas del instituto comenzaron a sonar en un estruendo y la llamada fue intervenida.

—Deja eso —la voz de Kateryne sonó a sus espaldas y Terry giró sobre sus pasos, lleno de pánico. Con un movimiento de su mano, la capitana cerró cada entrada del instituto. Terry no lo podía creer.

—¿Quién es usted? —preguntó con la voz temblorosa apretando el arma entre sus manos.

Kateryne esbozó una pequeña sonrisa y con el mismo movimiento de manos, lanzó el cuerpo de Terry por el aire, cruzando el pasillo, hasta la misma habitación de la que acababa de salir.

Las paredes eran completamente blancas, tan blancas que dolía mirarlas fijamente. El piso estaba revestido con una especie de cerámica reflectante que iluminaba todo el lugar.

Azula se encontraba en medio de la habitación, recostada sobre una camilla en vertical, sujetada con correas de cuero blanco. La chica se encontraba adormecida, balbuceando palabras inentendibles, mientras que su sien era atravesada por un haz de luz de color azul.

—¿Qué estás haciendo con ella? —preguntó aterrado.

—Trayendo sus recuerdos de vuelta —dijo con voz calmada.

Dentro de sí, Terry luchaba contra sus pensamientos. Sentía una presencia en su mente, como si alguien más quisiera ocuparla, a su vez, no entendía si lo que estaba pasando estaba bien o no. Confiaba en la capitana, pero esa mujer no parecía ser Kateryne Berett.

Séptima IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora