En menos de una semana, el complejo del CVE para soldados de primer año, fue convertido en una sutil capsula de seguridad. Solo los altos mandos y encargados del proceso conocían que en aquel edificio se encontraba Azula. Cada pasillo fue asegurado con el doble de cámaras, micrófonos y alertas de radiación. Muy pocos soldados circulaban en el complejo, la mayoría se había graduado y habían sido trasladados a otro edificio.
Mientras que una pequeña multitud aun protestaba en las afueras del complejo principal, el edificio donde se encontraba Azula estaba desolado. Algunos soldados que, sutilmente, resguardaban las entradas y salidas de emergencia, así como las entradas secretas que usaban los directivos para entrar y salir del lugar sin ser notados.
—Mirelle —susurró Azula una tarde de domingo, luego de un interrogatorio programado por Helena y del cual obtuvieron muy poca información.
Mirelle estaba sentada a un lado de la cama, en un pequeño escritorio donde tenía una libreta, un lápiz y una grabadora.
—¿Si? —preguntó mientras terminaba de anotar algunas frases que Azula había balbuceado mientras dormía.
—Quiero caminar —dijo.
Mirelle la miró y de inmediato se dispuso a ayudarla a ponerse de pie. En el complejo ya no había soldados y las calles se vaciaron cuando empezó a llover.
—¿Puedes darme algo de ropa? —preguntó apenada.
Su rostro empezaba a colorearse, lo que indicaba que se estaba reponiendo bastante bien. Mirelle también se sonrojó, la chica solo vestía una bata azul de hospital y a nadie se le había ocurrido llevarle algo de ropa.
—Bien, iré a mi habitación y te traeré algo —dijo mientras le hacía una seña al soldado que custodiaba la puerta para que la dejara salir.
Durante el camino hacia su habitación repasaba en sus mentes las frases aleatorias anotadas en su libreta, el nombre de Azul Dramen se repetía constantemente, así como un proyecto de nombre Séptima y un errante. Sin duda alguna, había algo que no podía pasar por alto: Azula pertenecía a un proyecto, de alguna civilización lejana. Su más grande temor era que su planeta estuviese en riesgo a causa de ella.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por unas voces que provenían del pasillo exterior. Mirelle se asomó y observó a Elias Tohmer tomando fuertemente la muñeca de Helena.
—Recuerda que solo me lleva una llamada volver tu vida miserable y la de tu amada Kateryne —dijo en voz baja pero en tono amenazante.
Helena lo miraba con odio.
—No te tengo miedo —escupió ella—, ni a ti, ni a tu Nexus. Si pudieras arruinar nuestras vidas, ya lo hubieses hecho —dijo soltándose del agarre y devolviéndole un plano enrollado y pesado de color azul.
—Supongo que mis amenazas tendrán que subir de nivel —dijo tomando los planos y yéndose del pasillo hecho una furia.
Helena soltó el aire que había estado conteniendo e intentó recomponerse. Sacó del bolsillo de su bata un pequeño aparato que parecía un teléfono y llamó mientras se alejaba del lugar. Mirelle tuvo que ocultarse en una de las pequeñas habitaciones de servicio, pero pegó su oreja a la puerta para escuchar.
—Tenemos que reunirnos con Augustus de inmediato —dijo en voz baja—. Se trata de armamento militar, pero es una tecnología que no había visto antes.
Mirelle tragó despacio y llamó a Marcus. Salió de la habitación y corrió a la suya. Tomó un saco y guardó algunas camisas, pantalones y un par de zapatos, que no sabía si iban a quedarle o no.
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Séptima II
Science FictionEl dios errante sigue vagando perdido y resentido por el universo, odiando sus emociones terrenales y en su inmersa meditación de venganza, consigue la clave para que su plan tenga éxito: usar aquello que lo derrotó la primera vez. Una dimensión des...