Capítulo 29

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Con el estómago doliéndole por tanto reírse en la última hora, Jungkook se dejó caer en una de las tantas sillas que rodeaban la pintoresca mesa cuadrada en la que, algunas horas atrás, habían degustado un delicioso menú. Su madre –con algo de ayuda y consejos de Taehyung– se había encargado que le prepararan todos sus platillos favoritos justo ese día, en su cumpleaños número veintiocho.

Y tenía que decirlo: Se sentía como todo un niño consentido.

Un niño consentido... por su mamá.

¡Qué raro!

Su mamá asistiendo a un cumpleaños suyo.

¡Aún más raro!

¿Estaba pasando esto de verdad?

Jungkook en ese momento se preguntó —¿Cuándo había sido la última vez que su madre –o su difunto padre, en su momento– había celebrado, realmente, un cumpleaños suyo?— Ahora, con veintiocho años recién cumplidos, le era difícil recordar alguna ocasión. Aunque juraría que no habían sido más de cinco cumpleaños –los que estaban en su memoria–, aquellos que pasó con ambos padres suyos cantándole la canción de cumpleaños, o tan siquiera con un pastel con su nombre escrito en chocolate.

Y Jungkook tenía razón... hasta cierto punto.

Era bien sabido que su niñez no había sido la mejor, es más, había sido todo menos linda. Entre regaños, estudios, maestros y más regaños; Jungkook se vio obligado a dejar de ser un niño demasiado pronto. Los carritos de juguete que pedía en Navidad nunca llegaban, y en su lugar, su estante de libros parecía estar cada vez más y más lleno. Era todo tan aburrido...

El pequeño niño de cabellos azabaches, cansado y temeroso, cerró los ojos a su realidad, forzándose a crecer. Y quizás lo hizo demasiado tiempo, porque cuando sus ojos marrones volvieron a ver la claridad del día ya tenía veinticinco años, y de nuevo tenía que volver a esconderse, porque ya no sólo no era un niño, sino que también había olvidado cómo se sentía ser uno.

Sus fiestas de cumpleaños podían contarse con los dedos de una mano, eso era seguro. Y, quizás, si descartaba algunas fiestas improvisadas que sus padres le habían hecho –solo entre ellos tres–, en donde, sinceramente, lo único que intentaban era aliviar su propio remordimiento por no estar para su hijo en el día de su cumpleaños, y no verlo llorar por eso; igual y hasta le sobrarían dedos.

En ese momento, Jungkook se recordó a sí mismo teniendo dieciocho años, justo el año en donde conoció al alegre y brillante Hoseok; su mejor –y primer– amigo. Recordó a la perfección como sus ojos se hicieron casi el doble de grandes al escucharlo decir: «No celebro mi cumpleaños, hyung. No importa, es una fecha como cualquier otra.»

Jung Hoseok nunca se sintió más ofendido.

¿Cómo esperaba, Jungkook, que lo abandonara justo en ese día? Hoseok no podía entenderlo. Así que, a pesar de las negativas del azabache, estaba bastante implícito que Hoseok iba a hacer algo para impedir que ese día pasara sólo como un día más, para Jungkook.

Y sin preguntarle al azabache siquiera, le organizó una fiesta sorpresa.

Para su gran alivio, ese día, Jungkook de verdad lo había disfrutado. Se había divertido por primera vez en esa fecha especial para él: su cumpleaños. El azabache recibió incontables regalos, degustó comida deliciosa, recibió y devolvió muchos abrazos y escuchó infinitas felicitaciones. Había sido todo muy novedoso.

Pero... eso también le recordaba algo.

Recordaba cuando él, yéndose a refugiar a algún lugar más tranquilo en medio de esa fiesta –que se llevaba a cabo en el apartamento de Hoseok–, observó con más detenimiento a la multitud de personas ahí adentro, celebrando con él... y para él.

Blue & Grey ⚘ | KookTae |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora