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La guerra no sólo trae cosas malas, todo va a depender del punto de vista

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La guerra no sólo trae cosas malas, todo va a depender del punto de vista. Algunos la ven como el fin del mundo, otros como el fin de sus vidas, hay quienes creen que se puede hacer dinero y aprovechar cada lucha, también los que encuentran salir de la rutina.
   El gran Dios del hielo se encontraba agradecido de haber salido de aquel lugar, había vivido una aventura diferentes, había vuelto a ver a sus hermanos, podía expresar el amor que le tenía a su diosa frente a todos. También había experimentado el calor, donde los rayos del sol le quemaban la piel, lo encontraba tan cálido que por un momento quizo dejar de ser el Dios del hielo, e intercambiar lugar con el Dios del fuego. De no ser porque eso solo lo puede soportar durante algunos días, haría lo posible para convertirse en el Dios de las llamas, pero más que el calor, el amaba el frío, y a su manada de lobos, él era el rey de ellos.

   Por otro lado estaba Moon, quien aún recibía numerosas peticiones amorosas por parte de los humanos. La diosa se dedicó a visitar a cada uno de ellos y aconseejarlos en personas, recalcandoles también que ella no era la indicada, sino la Diosa Yeriseth. Pero, muchos prefieren mirar hacia arriba, bajo un gran manto negro con piedras resplandecientes, mirar hacia la esfera de encanto que ilumina la noche, y declarar sus sentimientos. Sobre todos aquellos que no tienen el valor suficiente para decírselo a los que aman de verdad.
    Seis meses después, cuando por fin había terminado Lu labor, la diosa Moon fue al frío bosque. Allí, Kevin se encontraba alimentando a un par de crías de lobos, grises y peludos, con dientes pequeños pero letales. Ella lo vió sentado en un banco de madera pequeño, inclinado hacia alante, el pecho reposaba contra sus rodillas, mientras cortaba carne de algún animal del bosque, y se los daba a los cachorros, estos decoraban a gusto su comida.

— Así qué te has acordado de mí — habló él aún en su posición.

— Estaba haciendo mi trabajo.

—¿Crees que yo no? — dijo — Volví a la rutina, tengo que cuidar del cristal nuevamente, y no puedo dejar mi hogar. Te hablé, pero creo que no soy tan importante como para que llegaras hasta acá.

   La pelinegra no sabía que decir, Kevin nunca durante todos los siglos vivos le había hablado de aquella manera. Siempre la trató como lo que era, una diosa digna de amar y de admirar. Pero ahora él estaba enojado, y ella no sabía cómo actuar.

— La guerra no ha acabado, aparentemente todo se ve tranquilo, pero por las noches no he podido dormir... — El Dios del hielo les da la última presa a los cachorros y observa como estos vuelven a devorar — Maldita sea, cómo me hiciste falta — Este se pone de pie y lava sus manos en una pequeña reserva de agua, muy fría, tanto como el suelo blanco.

   La diosa soltó un suspiro, el humo blanco salió de su boca. Aquellas palabras la habían tranquilizado un poco.

— Mi Dios, no debería decir esas cosas, sabe más que nadie que yo lo amo, pero el deber me llama, y muchas veces me obliga a alejarme de usted — Ella se acerca a él y lo abraza por la espalda, reposando su cabeza en la misma.

— Odio el deber.

— No es verdad, si así fuera, no estaría aquí haciendo su trabajo.

   Kevin se giró lentamente, mirándola a los ojosojos, después de medio año podía apreciar la belleza de su mirada, había olvidado lo profundo y hermoso que eran, su piel blanca, mejillas rosadas y labios teñidos de rojo, la hacían aún más hermosa. Depronto, olvidó todo su enojo.
   Ambos se quedaron así por un rato, mirando y acariciando el rostro del contrario, sintiendo sus tantos y a la vez sintiendo que estaban vivos.

— Mi diosa ¿te he dicho lo hermosa que eres? — habló Kevin juntando las frentes de los dos, para posteriormente cerrar sus ojos. Podían sentir la respiración de ambos.

— Cada que nos veíamos lo mencionaba, mi Dios. Pero, podemos dejar las palabras para otra ocasión — sugiere. Sus manos se deslizan por los brazos del pelinegro hasta llegar a sus manos. La chica se separa un poco de él, guiandolo a la fortaleza de cristal de hielo.

   Pocos minutos después, ambos estaba tumbados en la cama, dándose mutuamente caricias y besos. Poco a poco, se iban despojando de las prendas, no tenían prisa alguna, solo querían concentrarse en los afectos y sumergirse en el placer. Lo merecían, después de seis eternos meses sin verse, y toda una muy, pero muy larga vida de gustarse, era lo mínimo que el destino les podía otorgar; la cima de la pasión.
    Kevin tomó una liga y con ella ató su cabello, algunos mechones rebeldes se salieron y calleron en su frente. Estaba a horcajadas en la cadera de la diosa. Muy pronto, no habría ninguna prenda interponiendose entre ellos, sus cuerpos ahora rozaban. Los besos de Kevin se exparsieron por el cuello de la chica a medida que su mano se escabullía traviezamemte por su zona.

   Suaves y lentos movimientos.
   Dulces y placenteras caricias.

Así se quedaron durante un momento, hasta que ya puedan más y comenzaran con la acción, la verdadera acción. Con ello, la habitación blanca y fría, se llenó de jadeos.

   Alguna vez han escuchado la frase "la Luna será testigo de lo que haremos", pues claro que es cierto, la luna siempre estaba ahí. Pero... Solo Kevin sería testigo de lo que la Luna haciera.


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¡Hola!

No podía no subir este capítulo.
Ya estoy trabajando en la segunda parte de este libro.
También estoy escribiendo otro, esta vez con Stray Kids, si gustan leerlo pueden pasar por mi perfil.

Tomen agua.

Bye.

THE GODz   ͟͟͞͞➳ The BoyzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora