Cap.17

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Me sobresalté cuando una mujer me llamó por megafonía. Temblé un poco, recordando cuando Kendall salió de rehabilitación y yo estaba muy feliz por él. Ahora ya no era lo mismo. ¡Tendría que entrar ahí!

Entrelazó nuestros dedos y me tranquilicé un poco al notar lo calmado que él se encontraba. Caminamos hasta la consulta, pero vaya, no fue tan fácil. Un pelo negro con mechas rojas se cruzó con nosotros. Y esto comenzaba a darme mala espina.

-¡Hola!-Saludó Nancy con fingida alegría.

-Hola.-Le contestó Kendall. ¿Por qué le había contestado?

-¿No deberíais estar en el instituto? Yo voy allí cuando terminen las clases. ¿Por qué no estáis allí?

-Yo no voy al instituto, y ella... Bueno, ella se encontraba mal y la obligué a venir al doctor.-El rubio sonrió con amabilidad. Sentí cómo la ira subía por mis venas cuando la chica también lo hizo.- ¿Y qué haces tú aquí, Nancy?

-Oh... Bueno, yo venía... Venía a visitar a una tía que está ingresada.-Dijo con la mirada baja. Kendall hizo una mueca. Y yo no sé por qué, pero no me creía nada de lo que estaba diciendo. Me daba la impresión de que tan sólo se quería ligar a mi novio.

-Pues espero que se recupere pronto.-Añadí con la voz llena de rabia.-Nosotros nos vamos ya.

Comencé a andar y tiré de la mano de mi novio. Noté cómo Kendall me lanzaba una mirada confundida y a la vez molesta, y cómo la chica le sonreía de despedida y lo volvía a mirar de arriba a abajo. ¡Esto era fustrante!

-¡Carol! -Dijo cuando ya no se veía Nancy.- ¿A qué mierda ha venido eso?

-¿El qué? Le he dicho la verdad. Tenemos cita con el doctor.-Dije encogiéndome de hombros y restándole importancia. Su bonito rostro se transformó en uno muy duro y frunció el ceño.

-¡No me lo puedo creer! -Exclamó levantando la voz y llamando la atención de algunas enfermeras. Mi cabeza palpitó y recordé que en realidad, estaba enferma.

-Cállate, Kendall, vas a conseguir que nos echen de aquí.

-¿Cómo has podido ser tan cortante? ¡Dijimos que nada de celos! -Ignoró por completo mi afirmación de antes.

-Nos están esperando.-Dije yo también apresurada y caminando hacia la sala donde se supone que me iban a atender.

Intenté cogerlo de la mano, pero la apartó. ¿A qué venía todo esto? ¿Él podía ligar descaradamente delante de mí y no era capaz de entrelazar nuestros dedos como antes? Era un capullo.

-Más te vale tener una buena excusa cuando salgamos de aquí. -Añadió con enfado. ¡Yo ni siquiera quería venir!

Gruñí y entramos a la consulta. Un viejo doctor con el pelo blanco nos dedicó una cálida sonrisa, y mi novio se la devolvió con amablidad. Yo me quedé seria y me senté en una de las butacas, ignorando por completo al chico que se había sentado a mi lado.

-Muy bien, ¿Qué os pasa?-Preguntó con una voz ronca el señor. Era obvio que había estado fumando durante muchos años. ¿Y así era médico?

-A mí nada. Ella está resfriada.-Respondió Kendall.

-No lo estoy.-Susurré para que nadie me pudiera oír.

-De acuerdo. ¿Cuál es tu nombre, jovencita? Miraré si estás en las listas de los pacientes.

-Caroline Green.-Kendall respondió por mí.

-Green, Green...-El abuelo buscó entre unas carpetas, y después de unos segundos me encontró.- ¡Caroline! Vale. Está bien. Ehm... Según los informes, ahora debes tener diecisiete años justos, ¿Verdad?-Asentí con la cabeza.- Y según el historial... Eres alérgica a los antibióticos de tipo carbacefem. Pillaste una bronquitis de pequeña y te dieron ese antibiótico, lo que te puso aún peor. 

Bajé la mirada. Había olvidado eso por completo. Apenas tenía cuatro años cuando pasó, y no recuerdo casi nada. Kendall se volvió hacia mí confuso, pero yo ni siquiera lo miré. 

-¿Puedes subirte a la camilla, por favor?

Me levanté de la silla y caminé hasta la camilla recubierta de papel blanco, en la cual tomé asiento con cuidado de no arrugarlo mucho. El doctor se puso su estetoscopio y vino hacia mí. Kendall me miraba todo el tiempo.

-Súbete la sudadera.-Me ordenó.

Suspiré algo vergonzosa y le volví a obedecer, notando cómo el frío metal del aparato se movía en mi pecho y luego en mi espalda. Tardó poco en quitarlo, cosa que agradecí.

-De momento no tienes mucosidad en el pecho. Eso es una buena señal, has venido a tiempo para que eso no suceda. Te voy a recetar unos medicamentos para que se te pase el catarro. Pronto te pondrás bien.

Se volvió a sentar en su butaca y yo me senté en la mía, viendo cómo escribía en algunos papeles. Miró a Kendall y después a mí, y luego volvió a mirar a Kendall. Le pasó la receta.

-¿Eres tú su responsable?

-No, yo soy su novio.-Murmuró.

-Es que ella no puede comprar los medicamentos porque aún no es mayor de edad, pero si tú te haces responsable, podrías comprarlos por ella. ¿Tienes dieciocho años?

-Sí, los tengo.-Sonrió.- Yo lo compraré.

-Está bien. Toma.-Le pasó el papel.- Recuerda que la farmacia más cercana cierra por mediodía dentro de media hora justa, y si no llegáis a tiempo tendréis que ir a la de guardia, que está a la otra punta de la ciudad.

-De acuerdo.

Kendall se guardó la receta en su cartera y cuando se levantó de la silla, yo me levanté junto a él. Nos despedimos del doctor y salimos de la consulta. Tan sólo habíamos tardado cinco minutos.

-No era para tanto, ¿Verdad?

-No.-Respondí con frialdad.

-¿Sabes? Podemos ir a por el medicamento y luego pasar por tu casa, cogemos tu guitarra y después vamos a la mía y te enseño a tocar la canción que había compuesto, ¿Vale?

-No lo sé, Kendall.-Murmuré aún sin querer hablar con él. ¡Había estado ligando con Nancy!

-Oh, vamos... El que tendría que estar enfadado soy yo aquí. Aún me debes una explicación.

Spring Breeze {Kendall Schmidt}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora