Cap.7

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Me quedé en silencio durante los minutos siguientes. Él había conducido como si nada hasta llegar a su casa, donde dejó el coche aparcado en la acera y me tomó de la mano hasta llegar a su puerta. Simplemente, su afirmación me dejó congelada. ¿Cómo que no iba a dormir en la habitación de invitados?

Entramos en la casa y ese olor familiar me invadió, sintiéndome segura y protegida, pero esta vez, bastante nerviosa. Se quitó su chaqueta y me ayudó a quitarme la mía, la dejó sobre el perchero y caminé hacia el sofá para sentarme. Seguía en estado de shock.

-¿Qué quieres para cenar? ¿Quieres que pida unas pizzas?

-No tengo hambre, Kendall.-Susurré. Caminó hacia mí y se sentó a mi lado.

-¿Qué te ocurre?

-Nada.

-No soy imbécil, Carol.-Negó con la cabeza y tomó mi cara entre sus manos.- Dime qué es lo que te pasa. Sabes que puedes confiar en mí.

-Pero es que no me pasa nada.-Dije con inocencia.

Lo miré a los ojos. Su profundidad me hacía sentirme acogida, amada, deseada. Sinceramente, creo que soy la persona que más ama Kendall. ¿Y por qué no le tenía que entregar mi virginidad? Al fin y al cabo, sabía que no me haría nada malo, no me quería hacer daño y llevábamos bastante tiempo siendo novios. Y tengo diecisiete. 

-Prométemelo.

-Ehm...-Sacudí mi cabeza volviendo a la relidad.- Perdón, ¿Qué?

-Que me prometas que no te ocurre nada.-Suspiró y besó mi mejilla.- Sólo quiero tu felicidad, Carol.

-Lo sé.-Dije abrazándolo. Se había posicionado encima de mí y amaba el olor que desprendía su cuello. En estos momentos, quería besarlo y morderlo hasta dejarlo inflado.- No me ocurre nada, Kendall, estoy perfectamente. 

Me besó, lentamente y con cariño. Enredé mis dedos entre su cabello, sintiendo como los pequeños cabellos dorados se deslizaban entre mis manos, tan suaves y finos. Él posó su mano en el sofá, aguantando su peso para no dañarme. Sus labios se sentían tan dulces y perfectos. Era una combinación increíble, uno de los mejores besos de mi vida.

Me separé por falta de oxígeno, él abrió los ojos para contemplarme unos instantes y luego regresó a mis labios, dándome a entender que no se rendiría hoy. Gemí cuando me apretó más junto a él.

Decidí intensificarlo y comencé a levantar su camisa, él jadeó contra mi boca. Tenía sus manos bien cogidas a mí, conteniéndome como si fuera su mayor tesoro. Cuando logré quitar su camisa me di cuenta de que realmente tenía abdominales.

Me quedé asombrada. ¿Había estado haciendo deporte? Sus abdominales eran fuertes, bien marcados y duros. Noté su cicatriz en su costado, pero me mentalicé de que eso ya era parte de su cuerpo. Tragué saliva y me lancé encima de él, ahogando una risita. Esto era un poco ridículo.

Ahora yo tenía el control. Él me miró con asombro también y luego esa media sonrisa traviesa se transformó en una mueca. Parecía a punto de llorar. Oh, Dios, ¿Le habría hecho daño?

-¿Estás bien?-Susurré parando mi lujuria y abrazándolo con cariño. Kendall asintió con la cabeza, apretándome junto a él.- ¿Te he hecho daño?-Negó.

-¿Podemos parar, por favor?-Gimió con la voz quebrada. Asentí de inmediato, tomando yo ahora su cara en mis manos y observando cómo trataba penosamente de ocultar una lágrima que se le había escapado.

-¿Qué pasó?-Pregunté asustada.

-Carol...-Murmuró.- Yo no... No... No estoy preparado... Tengo miedo...

-¿Miedo de...?

-No tengo miedo de hacerte el amor.-Completó mi frase interrumpiéndome.- De hecho, somos adolescentes y n-necesitamos hacer esas cosas. Pero yo tengo miedo de hacerte daño a ti... No me lo perdonaría jamás.

Dejé reposar mi cabeza contra su pecho, llorando y mojándolo un poco. Luego volví a mirarle.- Eres demasiado dulce, Kendall. Las personas se pueden aprovechar de ti si siempre piensas en los demás y no en ti mismo.

-Pero es que yo... Es que yo te quiero.

-Lo sé. Por eso confío en ti y sé que no me harás daño.

-No estés segura, yo nunca he hecho eso... Y podría equivocarme.-Susurró.

-Está bien.-Suspiré.- Yo tampoco estoy preparada, sinceramente. Sólo somos unos críos, y me dejé llevar por la tontería. Creí que tú querías esto, Ken.

-No lo hagas sonar tan duro, yo lo quiero. Pero no ahora.

-Y no te presiono. -Reí.- ¿Sabes? Cuando me imaginaba este momento creí que sería al contrario. -Negué con la cabeza.- ¿Puedo preguntarte algo?

-Claro, lo que quieras.

-¿Por qué me has dicho que no dormiría en la habitación de invitados si no querías sexo?

Rió estúpidamente y luego acarició mi pelo.- Oh, con que todo esto es por esa frase. Te dije eso porque la habitación de invitados hace tiempo que no se usa, desde la última vez que viniste tú, y ahora somos novios. Pensaba tenerte en mi cama y achucharte un poquito.-Reí.

-Eres un niño.-Dije acariciando su mano.

-Un niño que ahora mismo tiene frío.-Se quejó.- Estaría aquí toda la noche, pero voy a ponerme mi camiseta, si no te importa.

Sonreí y asentí, viendo cómo esos abdominales se cubrían por la fina tela de su camisa de manga larga. Volvió al sofá y me acunó en sus brazos, como si fuera su bebé. Maldita sea, ¿Cómo encontré un chico tan dulce?

Spring Breeze {Kendall Schmidt}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora