88. Buenas migas

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Edward apareció delante de mí. Dejó caer su cuerpo contra la silla y resolló agotado. Me miró e hizo aparecer sobre la mesa un par de vasos con un liquido rosado, frío. Tomó uno y bebió con ansiedad. Cogí el mío y lo olisqueé.

−¿No son ni las doce del mediodía y ya vas bebiendo alcohol?

−Que nadie te diga cuando debes beber alcohol y cuando debes tener sexo, los placeres de la vida no tienen horario. Me muero de calor. Ese antro de los brujos es un horno, estoy más empapado que tú cuando ves a Eathan −Bebí un trago del licor, similar a la ginebra, burbujeante y afrutado. Me quemó la garganta, pero agradecí el frescor. Obvie eso ultimo. Le miré con seriedad.

−Debemos acabar con Mörgän Veldër −Edward se irguió. Golpeó el vaso sobre la mesa.

−¿Dónde debo firmar? Matémosle −Líomar abrió la puerta.

−¿Os dejo tres horas solos y ya estáis planeando un asesinato? Relajaos un poco, por las escamas del Dragón. Tenemos muchos frentes abiertos, muchos frentes de los que nos pueden condenar a todos a la horca, y no una vez, sino varias. Si me condenan a muerte mi esposa va a matarme, y Arys cabreada me da más miedo que cien demonios hambrientos, así que, vamos a calmarnos un poquito.

No iba solo. Me giré ligeramente, percibiendo esa energía. Nueva. A su lado había un hombre de unos treinta años, de ojos oscuros y piel muy tostada. Pelo rapado y labios carnosos, una barba fuerte y negra enmarcaba sus duras facciones. En sus orejas, cuatro aros dorados, pequeños y tintineantes. Un arco y un carcaj colgados tras su espalda. Vestía una pechera de cuero, con sus anchos brazos fuera de ella. Los brazos tatuados en motivos geométricos, negros completamente. Crucé una mirada con él y entrecerré mis ojos. Mi Protector del Agua le animó a acercarse a la mesa. Él me reverenció.

−Eminencia, Freydëry Gultyr, puede tutearme con Frey, si así lo desea. −Ladeé mi cabeza como aprobación mientras le observaba.

−En ese caso, con Eirel será suficiente para ti, Frey.

Edward le había repasado de lado a lado un par de veces y le miraba curioso. Se sentó cerca de Líomar. Dejando sus armas apoyadas en la pared. Mi Protector se me quedó mirando en una pregunta silenciosa por saber si había sacado algo en claro de la reunión del concejo. Negué. Miró a Edward, la misma respuesta. Nos pusimos al día de lo poco que habíamos conseguido entre los tres y repartimos de nuevo tras haber comido algo rápido. Líomar se llevó a Frey a presentar su solicitud para el puesto de General. Edward se fue a resolver unos asuntos pendientes sobre las muertes de los niños, documentos que firmar sobre sus sepulturas. Se prestó voluntario, porque no quería que Yarel tuviera que hacerlo.

Pese a que mi labor era documental: firmar y sellar premisos de ingreso al ejercito y jubilaciones; mi cabeza era un tiovivo de fabulosas formas de terminar con Mörgän. Debía centrar mis ideas, debía actuar con cabeza, pero... Esos ocho niños, todos esos brujos, las represalias... Kayen, la Alianza... Todo me hacía replantear qué narices hacia yo defendiendo un país de hijos de puta como ese. Una raza de cabrones, asesinos despiadados, esclavistas y racistas...

Para mi alivio, el resto del día pasó rápido. Edward se plantó en mi habitación de nuevo con un libro enorme, grueso, antiguo y polvoriento. Levanté una ceja, preguntando por el tomo con una mirada hacia él.

−Yarel me ha pedido que se lo lleve. No aguanto más, quiero irme, por dios. Si vuelvo a levantar la pluma una vez más hoy, me clavó una daga en el corazón y termino mi sufrimiento. Llama a la mariposa esa, venga −Ni lo pensé dos veces.

El calor húmedo del Reino Fadäh me templó las mejillas. El aroma de ese lugar era dulce y afrutado... abrí mis ojos y me encontré con Aquilegia a mi lado. Me sonrió con ternura y luego a Edward, que estaba sobrecogido por la belleza del palacio de la Reina de las Hadas. Las guirnaldas de flores que colgaban desde el techo habían adquirido tonos más anaranjados, señalando el principio del otoño. Admiré el precioso vestíbulo. Las risitas de las tres niñas me acariciaron los oídos, junto con las voces de Lyria y Eathan que las reprendían a las tres.

ERALGIA IV, La CondenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora