100. Todo cuanto deseé

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Me miró, como si dejase que me lo pensara de nuevo, como si me diese opción a detener eso. Asentí por instinto y le besé con determinación, dándole ese permiso que buscaba. Liberó mi torso de toda la ropa. Se me tensó la piel, se me enderezó el cuerpo, se me erizaron los bellos cuando los ápices de mi pecho rozaron la piel del suyo. Cuando unas caricias suaves recorrieron esas sensibles zonas de mi busto. Cuando bajó lentamente hasta saludar esos dos puntos con dos largos besos que me arrancaron un gemido profundo de mi garganta. El suave paseo de su lengua, húmeda sobre mi piel estremeció todas las partes de mi cuerpo, me tensó de más.

Nos abrazamos, nos fundimos en caricias lentas, hasta que le empujé con mi cuerpo hacia la cama. Antes de llegar a ella, llevé mis manos a su cintura, buscando liberarle de toda ropa, de todo cuanto nos impidiera sentir cada rincón de calor de nuestros cuerpos. Me atrapó las manos y negó. Apretó sus manos sobre mi cintura y me tumbó sobre la cama. Sus dedos se cerraron sobre el cierre del pantalón y levanté mi cuerpo para dejarle deslizar mi ropa. Sonreí avergonzada al verme desnuda ante él y me cubrí el rostro con el antebrazo, riéndome de vergüenza. Se tumbó a mi lado, apoyando su cabeza sobre su puño y retiró mi brazo. Nos quedamos mirando a los ojos y reí de nuevo, el también.

−¿Qué chiste te contaron para reírte así? −Me encogí levemente, buscando su pecho. Él acarició la piel de mi vientre, en un descenso lento, estudiado. Deteniéndose en mi ombligo y girando a su alrededor.

−Me da un poco de vergüenza, que me tengas así... −Enarcó una ceja y besó mi pecho, haciendo un ruidito, rogándome que siguiera con mi argumento− Es raro... Es... −Su mano encontró humedad en mi cuerpo. Se me embridó la respiración y aflojé mis caderas− Eathan...−Recé su nombre sobre su cuello, buscándole, mientras él se perdía a besos sobre mi pecho.

Besó mi cuello, y se levantó de nuevo, admirándome con sus ojos verdes, con la poca luz que había en mi habitación. Besó mis labios con ternura y jugueteó con mi nariz mientras su mano seguía un peligrosísimo descenso, y reseguía líneas cerradas de mi anatomía. Cerré mis ojos y respiré hondo, moviéndome para facilitarles a sus dedos cierto trabajo de precisión. Se detuvo al notar ese movimiento. Nos miramos durante unos instantes. Me robó un nuevo beso, hundiendo su lengua sobre la mía, arrancándome un gruñido. Apreté mi cuerpo ligeramente contra su mano. Pidiéndole que siguiera. Se detuvo y jugó sobre mi piel con su mano, alargando el tiempo conmigo.

−¿Qué es lo que más te gusta? −Me quedé en blanco, mirándole, sin saber que debía responder en ese momento y entonces, mi estupidez, afloró.

−¿El bizcocho de frutas de la señora Fabyä? −Su risotada inundó la habitación y se dejó caer rendido a mi lado.

−¿Eirel, en serio, amor mío? De todo, jamás esperaría algo así −Puso solemne su semblante− Pero voy a buscarte un pedazo luego, sin falta −Se puso a reír y yo me sonrojé. Le golpeé el pecho, y dejé mi mano apoyada sobre él, sintiendo el calor de su piel.

−¿Qué pregunta es esa, idiota? −Su risita me ruborizó aún más.

−Tendré que descubrirlo por mí mismo... −Me miró, recorriendo todo mi cuerpo. Resollé abrumada.

Me giré levemente, buscando esconder de él mi rostro de tonta. Pegó su torso a mi espalda, apretando mi cuerpo sobre el suyo. Su mano se deslizó por mi cintura y levantó mi pierna, para meterse entre ambas. Sus dedos se cernieron en ese punto, ese jodido punto que me hizo querer ponerme a gritar. Su brazo se acomodó bajo mi cuello, pegándome a su cuerpo, aferrándose a mí con fuerza, manteniéndome presa de su agarre.

Gemí mordiéndome los labios cuando sentí como se abría paso hasta los puntos más profundos de mi anatomía. Mi cuerpo se amoldó al suyo, como dos manos entrelazadas. Moviéndonos al compás de nuestras respiraciones. Cerré mis uñas sobre su brazo, apreté tanto que posiblemente le dejé marca. Hundí mi boca en su bíceps, resollando sobre él para no despertar media casa.

ERALGIA IV, La CondenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora