82. Héroe de nada

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Miré a Eathan que recuperó su postura seria, él también lo sentía. Había un aura que ondeaba por el palacio, algo inexplicable que se aventuraba por esos pasillos y se acercaba a nosotros. Era como sentir que alguien iba a por nosotros. Me levanté de golpe. Cogí la mano a Eathan y me lo llevé a la alcoba de Yarel. Estaba a punto de coger el pomo de la puerta cuando se rompió uno de los eslabones débiles de mi cadena de decisiones...

−Me debéis un perro.

La voz de Barack llegó desde mi espalda. Mi columna se irguió. Me giré y protegí a Eathan tras mi cuerpo por instinto. Ese hijo de puta desprendía un aura de poder mucho mayor que antes. En su mano empuñaba su espada, larga y afilada. Yo iba desarmada. El general arrastraba el cuerpo de un perro con su mano, un sabueso grande, negro, peludo. Engullí con dificultad, con mis uñas clavadas sobre el metal de la manija de esa puerta. Malnacido. Me encaré a él.

El rey apareció desde su alcoba al sentir nuestro poder fuera. Pude sentir que el aire se volvía mil veces más denso al observar que ese hijo de puta rondaba todavía por ese palacio. El cabrón ladeó su cuello, una rotación lenta y cuidadosa, destensando sus hombros. Tiró el cuerpo del animal frente a mí, estaba todavía caliente, flácido. Su lengua azul quedó tendida sobre el suelo. Los ojos blancos, sin vida.

Sus pies se movieron con lentitud. Se acercó a mí, a nosotros. Antes de que pudiera terminar de recortar esa distancia yo avancé. Encarándome. No iba a dejarle que tocase a Yare o a Eathan. Me daba igual ir sin espada, iba a reventarle la sesera. Sus ojos claros se posaron sobre mi rostro, observándome con cuidado, memorizando mis facciones. Ladeó su cabeza con una calma amenazante.

−Bonito detalle el de mandarme bombones a mi casa para matarme. Esperaba que por lo menos enviaría a uno de sus perros a por mí. Moriría luchando por mi vida y no envenenado como una rata −Clavé mis ojos sobre los suyos. Me acerqué a él, matándole con mi poder sobre sus huesos.

−No insultes a las ratas comparándote con ellas −susurré eso sobre su cara. Sonrió con cinismo.

−He regalado la caja de bombones a unos niños huérfanos −Se me arrancó el corazón del pecho. Eathan se echó a correr. Perdiéndose por el pasillo. Volví a poner mi mirada sobre ese monstruo−. ¿Y esa prisa? ¿Su amigo teme que vuestro intento de homicidio haya matado a inocentes? Deberían estar acostumbrados. Tienen una lista larguísima de cadáveres sobre sus hombros −Yarel intentó encararse al general. Le detuve con mi mano.

−Ve con Eathan. Llévate a Edward. Pedidle ayuda a Damon. Su sangre cura el veneno −No le quité el ojo de encima a Barack. Ahí en medio de ese pasillo matarle era muy tentador, pero peligroso. Observó el cuerpo del animal, tendido en el suelo.

−Era un perro leal. Casi tanto como la puta que me mandó tu brujo a traerme la caja de bombones. Sabera era buena en lo suyo, pero no sois los únicos que tenéis infiltrados en las filas enemigas −Su espada giró lentamente sobre su mano. No era de Carbinium, que fallo por su parte si pretendía atacarme con ella−. A estas alturas ya deben haberla despedazado los perros de caza del ejército, después de haber saciado a todos mis hombres con su cuerpo.

Mi poder rechinó al golpear contra una barrera. Su poder me había detenido. Iba a reventarle el corazón por hacerle algo así a esa mujer. Por sus atrocidades cometidas de forma impune. Cernió sus dedos sobre la empuñadura con fuerza y un par de leves relámpagos rodearon el filo. No me moví cuando el metal golpeó mi cuello. Mi energía lo detuvo. Tiró un paso atrás. Yo avancé hacia él.

−Matarla, es lo lógico. Entregarla para que la violasen y la torturasen... Solo me hace pensar en la cantidad de veces que desearía matarte y en que solo voy a poder hacerlo una vez −Un halo de luz apareció en su mano, que extendió hacia mí. Otro relámpago. Lo rehusé sin pestañear− ¿No notaste algo raro en mi poder en esa plaza? ¿Crees que un Guardián normal puede acumular todo ese poder? −Sentí un pinchazo sobre mi corazón. Algo leve, pero doloroso por un instante. Recuperé mi posado.

ERALGIA IV, La CondenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora