29. Oscuridad

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En un segundo sus ojos se tornaron amarillos. No sentí nada distinto. Hizo una mueca de dolor y se frotó las sienes. Volvió a intentar lo que fuera que estuviese haciendo, pero luego resolló frustrado.

— «Mierda, no puedo aun... Prometo hacerlo, dentro de unos días, como mucho»

—No pasa nada —afirmé. Le cogí la mano de nuevo— ¿Por qué me lo has dicho de esta forma y no hablando?

Porque escucha todo lo que ocurre entre estas paredes, y más allá de ellas. Esta es la única forma de hablar sin que sepa lo que ocurre. —Porque de algún modo, descubrir el poder que tenía Gregör, descubrir su mismo poder, lo había hecho querer tomar precauciones. El perfecto guerrero... —Vaya, gracias...

—Idiota —murmuré.

Una risita leve. Nos miramos a los ojos. Me armé de valor y me relajé:

—Me ha dado el bajón hoy... —empecé—. No sé porque, pero necesitaba dejar de contenerme y de ser fuerte. Estoy harta de este mundo en el que, si no muestras tu coraza, si dejas ver que tienes descosidos, todos creerán que no eres digno de tu título, o todos pensarán que eres débil. Pero yo necesito ser débil a veces...

—Yo soy débil, Eirel. Contigo soy débil, siempre. Soy vulnerable, de forma constante, y no tengo ganas de fingir fuerza. A mí no me importa romperme si estoy a tu lado, haz lo mismo conmigo, por favor. No hay nadie perfecto en el mundo, tú tampoco —sentenció. Sonrió con pillería—. Bueno, para mí lo eres, pero no soy imparcial. —Se encogió de un hombro y reí—. Creo que parte de lo ocurrido ha sido culpa de Damon, y no sé qué ha hecho, pero... Te ha herido, Eirel.

—No iba a herirme a mí, iba a romperle el cuello a Kayen y a matarlo.

—¿Qué? ¿Cómo llegó a algo así? ¿Qué le pasa por la cabeza a ese tío? —Cerré mis ojos, agotada. Busqué el pecho de Eathan de forma instintiva y me apoyé en él.

—Damon dice que Kayen está sufriendo, y que nosotros lo hacemos sufrir de este modo. Así que, cuando Edward le plantó cara, y lo mandó callar... Se revotó, y quiso terminar de una vez por todas con esas discusiones. Fue a atacar a Kayen, y yo lo supe antes de que ocurriera. Me puse en medio.

—Eirel, te hubiese podido matar... —Su corazón se detuvo. Levanté mi mirada hacia él y forcé una sonrisa.

—Lo sé, fui una inconsciente, pero sigo viva. No es el hecho de que me haya herido lo que me duele... Él no confía en mí. Él no respeta lo que yo quiero. No quiere que sea Guardián, quiere una muñeca a su lado. No soporta que le lleve la contraria ni respeta mis opiniones. Solo él tiene la verdad, y la ejecuta, sin importarle lo que tú sientas. Me encerró en su castillo para alejarme de la lucha, contra mi voluntad... —Los músculos de Eathan se tensaron.

—Voy a partirle esa bonita boca la próxima vez que lo vea. —Su voz endureció. Relajó sus hombros y me miró—. No mereces nada de lo que te está haciendo... —Respiró hondo—. Pero yo no tengo que decirte nada, tienes que ser tú la que se dé cuenta de ello. Odio a Damon, y todo lo que él representa. No voy a decirte nada bueno de él, y no quiero influir en tus decisiones ni en tu vida. Eres libre de hacer lo que tú creas que es mejor para ti.

A mí se me aflojó el alma. Ese... Ese era el hombre... Ronroneé entre sus brazos.

—Quédate conmigo, por favor... —rogué. Besó mi cabello y masajeó mi cabeza entre sonrisas.

—Que consentida estás... —Reí levemente y besé su pecho. Empapándome de su fragancia—. Te quiero, cabezota...

—Te quiero, idiota...

ERALGIA IV, La CondenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora