90. Feliz

169 26 8
                                    

Nos detuvimos en un local cerca de la plaza en la que bailamos aquella noche. Con la carpa levantada todavía, y sus cintas de colores. Las niñas lo tomaron como un parque de juegos, junto con otros niños que se encontraban jugando allí. Nuestros asientos eran dos sofás semicirculares, busqué el mejor ángulo para no perder de vista a Anna. Los seis adultos tomamos los que Lyria había pedido para todos. Un coctel con alcohol suave, de frutas tropicales. El hada se sacó una petaca y echó algo más de alcohol en su vaso, Eathan le pasó el suyo y se miraron de forma cómplice. Luego también le echó a Edward. El brujo se sorprendió.

−Si no te esforzases tanto en aparentar ser lo que no eres, ya serías mi mejor amigo −Le guiñó el ojo. Yarel sonrió al brujo y le tomó la mano.

−Últimamente las cosas no están saliendo como quisiéramos −Se miraron con complicidad y Edward le besó la frente al rey−. Pero todo pasará... Todo lo bueno vendrá −El rey buscó los labios del brujo y se besaron.

Sonreí enternecida. Aquilegia y Lyria se buscaron con una mirada y la rubia besó la mejilla a su esposa. Bajé mis ojos hasta mis manos, intentando no parecer nerviosa e incómoda, porque Eathan estaba a mi lado, con su mano colgado en el respaldo tras mi espalda. Yo solo podía pensar en lo poco que me hubiese costado arrimarme a él, abrazarle, sentir su cuerpo contra el mío y dejar que me besase. La reina se fue a buscar a las niñas tras haber estado mucho rato jugando. Estuvo hablando con ellas e invitó a Anna a acercarse a mí con un movimiento de mentón. La pequeña se tiró sobre su padre. Le habló en susurros sobre la oreja y Eathan ahogó una risotada. Me miró, con la niña entre sus brazos.

−Nuestro retoño me ha preguntado si puedo preguntarte si la dejas ir a dormir con sus amigas −La niña frunció el ceño hacia su padre, él la miró divertido− He hecho lo que me has pedido, no me mires así −Miré a ambos y reí. Busqué los ojos de Aquilegia, preguntándole si eso sería bueno o no, la reina afirmó.

−¿No fuiste tú la que quería dormir conmigo? −Me llevé las manos a la cintura e hice una mueca graciosa− Claro que puedes irte con tus amigas. Pero −advertí con un dedo en el aire− no quiero gritos ni corrillos ni cosas rotas. Intentad dormir un poquito... Y pásalo bien −Mi hija se me tiró encima.

−¡Eres la mejor mamá del mundo! −La estrujé entre mis brazos, intentando contener mis lágrimas de emoción.

−Y tú eres el amor de mi vida, ratoncita mía... −Besé su frente y ella se levantó y se fue con las niñas y sus dos niñeras.

Eathan me observó. Mi mirada estaba perdida en la dirección a la que se estaba yendo mi pequeña. Mi corazón latía en una balsa de amor y ternura. La mano de mi amigo se posó sobre mi hombro, llevándome hasta él, dejó un beso cariñoso sobre mi sien y jugó con su nariz sobre mi cabello. Entrelacé mis dedos con los suyos y los llevé sobre mi corazón. Levanté mis ojos, hasta perderme en los inmensos bosques que encerraba en sus iris. Dejando que me llevase ahí dentro, dejando que mi mundo empezase y terminase en las comisuras de su mirada...

−Anna es feliz... −susurré eso casi solo para mí, como consuelo a mis miedos.

Yo tenía pánico a no ser suficiente madre para ella. La había adoptado, era muy joven, y tenía muchísima responsabilidad encima. No podía estar a su lado, no podía pasarme las horas jugando con ella, o dándole consejos. Apenas pasaba unas horas al día, o unos minutos. Apenas podía verla dormir solo cuando llegaba a casa. Yo iba agotada, y muchas veces, no tenía ni fuerzas ni tiempo para ella, y, aun así, para ella era la mejor madre del mundo. Mi hija era feliz a su manera, y eso... Eso devoraba cualquier mal que pudiera haber a mi alrededor.

−¿Vamos a dar un paseo? −Eathan susurró eso sobre mi oído. Asentí sin despegar mi mirada de la suya. Nos levantamos ambos, cogidos de la mano, sonriéndonos. Edward enarcó una ceja.

ERALGIA IV, La CondenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora