Nunca he sido el tipo de chica por el que los chicos hacen fila. No soy divertida, no soy alegre, carezco de cualquier encanto femenino y por supuesto, estar conmigo era una completa pérdida de tiempo pues nunca nadie obtenía algo de mí. Tratar conmigo era lo mismo a hablar con una pared.
Pero todo tenía un porqué, yo no me comportaba como lo hacía solo porque si, lo hacía porque era la única manera de impedir que desarrollara vínculos con aquellos a quienes en un futuro iba a traicionar, o con aquellos que de todos modos en un futuro iban a morir, y que de vivir, igual nunca podría considerar como amigos porque se me había enseñado a no confiar en nadie. Era muy simple después de todo, ¿de qué me serviría tener lazos con personas que morirían, o al contrario, con personas que solo se relacionaban conmigo porque habíamos sufrido la misma condena?
Con el tiempo la gente aceptó que yo no tenía intención alguna de entablar algún tipo de relación de amistad o compañerismo con ellos, esto sin necesidad de oír mi versión de los hechos o indagar en el porqué de lo que muchos por ahí llamaban mi actitud de ''lobo solitario'', pero era mejor así, prefería que se quedaran con esa errónea imagen mía de una chica fría y misteriosa, posiblemente arisca y que no hacía otra cosa más que irse a una esquina solitaria a hacer cosas típicas de toda chica rara y asocial, cosa que podría ser en parte cierta de no ser porque esas cosas de chica rara que hacía eran arrastrarme entre las alcantarillas de Sina buscando información acerca del fundador y la auténtica familia real, en vez de otras mañas extrañas.
Entonces, como he dicho, la imagen que construí en los primeros meses desde que entré en las brigadas de entrenamiento fue lo suficiente sólida como para que todos creyeran que yo era una ''chiquilla de mal carácter'' sin nada interesante que ofrecer fuera de los entrenamientos. Y eso que me servía de fachada para poder escabullirme sin llamar la atención, también ayudó a incrementar mis inseguridades, porque a pesar de todo lo que estaba viviendo, me estaba convirtiendo en una adolescente, una jodida adolescente que actuaba más como una rata de alcantarilla que como lo que era.
Mientras que otras compañeras se preocupaban más en verse bien al finalizar los entrenamientos para poder coquear descaradamente con los chicos que les interesaban, otras ya tenían a alguien en mente con quien pasar sus ratos libres y buscaban a toda costa lucir presentables. Yo, por mi lado, no podía pensar en alguien en el que fijarme no solo porque sería tonto pues mi tiempo en la isla Paradis tenía fecha límite, sino porque además nadie llamaba mi atención, y bien sabía que una chica como yo no podría llamar la atención de nadie perteneciente al sexo contrario.
Con ello en mente, ver a mis compañeras de cabaña reír y murmurar acerca de que chicos conseguían más guapos era martirizante. No callaban, y de a poco más y más se unían a la plática, añadiendo además anécdotas —que a nadie le importaban—, de cómo uno de ellos le tomó de la mano o como otro les invitó a salir. Pequeñeces al fin y al cabo.
—¿Qué hay de ti, Annie? —me habría preguntado Mina desde su respectiva cama, peinando su cabello—, ¿algún chico que llame tu atención?
Podría haber respondido, pero alguien más lo hizo con un corto comentario en el que se decía que yo no era de fijarme en esas cosas. Cierto, no me fijaba en ello, pero eso no significaba que disfrutara que todas me vieran como una asocial que no sabía nada de chicos... Y aunque era verdad eso también, no me gustaba. Era claro que nadie esperaba que yo aportara algo a dicha conversación.
Abandoné la cabaña en silencio, con las manos en los bolsillos de mi sudadera, capucha puesta y mirada en cada paso. Al final mis pies se movieron por si solos —cruel mentira, yo sabía lo que hacía—, y no fue sorprendente a donde fui a parar, a un sitio alejado del bullicio, un rincón del bosque que habría disfrutado de poder llamar mío de no ser porque al igual que el resto de cosas en esta vida, no me pertenecía.
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Donde los sueños mueren. | Aruannie
FanfictionTeníamos maneras muy distintas de percibir la vida, pero me permití contagiar por su fe, por sus sueños y esperanzas, porque hasta las personas como yo necesitan a veces de una luz para no perderse en medio de la oscuridad. . . . . Shingeki no kyoji...