Pocas veces me he permitido tener sueños y metas. No, en realidad, nunca me permití ver más allá de hasta donde creí que tenía autorización de hacerlo, sin embargo, eso no impide que a veces, y eso era más a menudo de lo que me gustaría aceptar, me encontrara fantaseando acerca de una vida en la que no tuviera que encontrarme en un eterno juego del gato y el ratón.
Desde que he tenido memoria he entendido que la vida —que mi vida—, no es más que una constante lucha por sobrevivir en la que sólo el más fuerte sale vencedor. Yo nunca me consideré a mi misma una persona fuerte, pero tuve al alcance de mi mano las herramientas necesarias para no caer ante cualquier amenaza, y como es de esperarse en una persona que ha sido criada para ser un arma que trajera ventaja en el campo de batalla, no pasé de ser precisamente eso, un arma de guerra que no podía darse el lujo de soñar, pues las únicas metas que debía tener eran aquellas que me eran encomendadas para traer la victoria a mi bando.
Y soñar parecía un lujo que solo aquellos que han sido privilegiados con nacer en un hogar amoroso y de buena posición podían darse, porque yo que llegué al mundo como una deshonra para la mujer que me dio a luz no pude ver otra cosa más que desgracia tras desgracia mientras era consumida por los deseos egoístas de un hombre que me exigía más de lo que yo podía dar. Al final siempre fui alguien que se encontraba a la deriva de las olas, dejando que la marea me llevara a donde me tuviera que llevar, porque no había nada a lo que aspirar, porque mi vida era insignificante.
Tampoco podía determinar que tan deprimente era que con mi corta edad tuviera una forma tan pesimista de ver mi entorno, pues no conocía otro modo de ver las cosas, y en lo que a mi concierne, mi mentalidad era bastante realista. Una niña como yo lo único que podía hacer era acatar las órdenes que se le daban, para eso existía, mi única razón de ser era para cumplir con los caprichos de mis superiores, y con ello en mente, si moría en el proceso daba igual, porque de eso siempre se trató todo: vivir o morir, y yo pese a todo, sabía que tenía más ventaja que la mayoría de personas para sobrevivir así fuese por otros escasos trece años.
Pero entonces pasó, y con esto no intento decir que mi mentalidad sufriera un cambio drástico, yo continuaba siendo insignificante y lo único que podía darme una razón de ser era una promesa al hombre que me crió como su hija. No obstante como toda persona cuyo corazón se encuentra indefenso y a la espera de un poco de afecto, cuando conocí a alguien capaz de brindarme lo que tanto anhelaba, me di cuenta que todo en lo que creí podría verse seriamente afectado por un error de cálculos que ni el comandante Marleyano más listo y experimentado podría haber predicho.
Porque una decisión que debía basarse en la razón cuando se deja llevar por el corazón no está destina a acabar en los mejores términos. Aprendí de mala gana que a veces los sentimientos, aún si no se reconocen, pueden transformarse en una cruel arma de doble filo.
—¿Tienes algún sueño, Annie?
Su pregunta es algo que continúa rondando inacabablemente en mi memoria cuan alma en pena que busca cumplir con su último recado en este mundo; dicha en un día como cualquier otro luego de un largo día de entrenamiento en el que decidimos sentarnos juntos en un punto apartado del bosque con suficiente privacidad para ambos. Más como una rutina a esas alturas que por más perjudicial que pudiera resultar para mí disfrutaba de tener ya que me permitía olvidarme de mis prioridades y centrarme en trivialidades que me daban la paz mental que necesitaba para recordar que no era más que una simple adolescente con una carga muy pesada sobre si.
No tenía tiempo para pensar en trivialidades y ciertamente era una idiotez lo que estaba haciendo, pero al final del día no es como si verme de vez en cuando en algún sitio apartado de las miradas indiscretas con aquel chico pudiera cambiar algo. El que tuviéramos esos encuentros no era, de hecho, importante. Carentes de cualquier sentido o significado.
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Donde los sueños mueren. | Aruannie
FanfictionTeníamos maneras muy distintas de percibir la vida, pero me permití contagiar por su fe, por sus sueños y esperanzas, porque hasta las personas como yo necesitan a veces de una luz para no perderse en medio de la oscuridad. . . . . Shingeki no kyoji...